Los niños se hacen mayores de golpe
Merecen una medida pensada para paliar las consecuencias que este encierro tendrá para su salud física y mental
Este martes escuchamos al Gobierno denegar los paseos de la infancia y aceptarlos en un margen de apenas cinco horas. Aunque aún están pendientes de concretar las circunstancias de estos paseos.
La aparente improvisación de estas normas, rígidas y poco empáticas con las necesidades de la infancia, desconcierta después de haber consultado ampliamente con expertos. Afortunadamente corrigieron la propuesta inicial en la que el escenario propuesto suponía que las salidas de los menores fueran acompañando a adultos al supermercado, o la farmacia. No parecía buena idea que el desconfinamiento de la infancia no permitiera llevarlos al parque, y sí llevarlos a las farmacias, o los supermercados, lugares cerrados y con riesgo de encuentro con más personas, que no son destinos recomendables (¡y ni mucho menos seguros!) para los niños. Ellos necesitan correr, saltar y acudir a los espacios abiertos, respirar el aire puro que las seis semanas de confinamiento han devuelto a nuestras ciudades.
Es cierto que la prudencia es el único camino cuando no sabemos lo suficiente para afrentar los obstáculos que nos impone esta nueva pandemia, que no existía hace tan solo cuatro meses. La crisis de la covid-19 ha generado controversia respecto a la infancia y sus derechos. Cuando se planteó el comienzo del fin de su estricta cuarentena, hubo quien planteó que los adultos también tenían necesidades. Pero nuestros niños no son mayores, ni tampoco sus necesidades son las mismas. Mientras que el ejercicio físico para un adulto es una recomendación saludable, para un niño es una necesidad para su desarrollo físico y mental que no debe ser obviada por quien se supone que debe garantizar sus derechos.
Aunque es importante recordar que seguimos en estado de alarma, y que el confinamiento no es una simple pesadilla de la que nos hayamos despertado un lunes 27 de abril, y de la que podamos salir sin consecuencias.
Pero si el Gobierno contaba con un informe de expertos donde se defendía que los niños salieran a la calle a correr y hacer ejercicio, ¿por qué planteó una limitación tan estrecha como acompañar a sus padres en sus recados en su primera comunicación luego rectificada? Desde el punto de vista epidemiológico, permitir que los niños salieran con sus padres únicamente para aquellas actividades ya autorizadas (y no como salidas regladas por el mero hecho de ser niños) evitaría añadir una salida diaria adicional de los adultos que están obligados a acompañar a los menores. Teniendo en cuenta que en España hay 6,9 millones de menores de 14 años, esta medida buscaba seguramente reducir el número de gente en la calle, factor determinante para seguir frenando la expansión del virus.
Sin embargo, tampoco están claras las evidencias científicas que avalen este estricto confinamiento o que los menores sean más contagiosos, ya que aún nos falta la pieza clave para entender el puzle de la transmisión. Cabe plantearse que tras seis semanas del confinamiento más radical de toda Europa, los niños merecen que se piense en su bienestar y merecen una medida pensada para paliar las consecuencias que este encierro tendrá para su salud física y mental.
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Quique Bassat es pediatra e Investigador ICREA; Instituto de Salud Global de Barcelona y miembro de la comisión de expertos de la Asociación Española de Pediatría.
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