África sufre escasez, subida de precios y violencia por el coronavirus
Las medidas adoptadas para frenar su avance ponen al límite la supervivencia diaria de millones de africanos
Seynabou Mbengue, de 32 años, vende telas de wax en el mercado de HLM, en Dakar. Cerrado desde hace 10 días para impedir la propagación del coronavirus, ahora cuenta las horas sentada en su pequeña habitación del barrio de Medina. “¿El Gobierno ha pensado cómo voy a alimentar a mis tres hijos?”, se pregunta la mujer mientras su marido, el carpintero Ousmane Seydi, se lamenta de la falta de clientes. “No se ve un alma, nadie compra muebles estos días”, explica.
Las medidas de confinamiento, toques de queda, cierre de mercados y prohibición de viajes entre regiones están llevando al límite la supervivencia de millones de personas en África, donde se calcula que un 66% de la población vive al día, es decir, se alimenta de aquello que genera sin tener capacidad de ahorro o almacenamiento. En Sudáfrica, donde el confinamiento es total desde finales de marzo, se han producido saqueos a supermercados y choques con la policía mientras en países como Kenia (6 muertos a manos de las fuerzas de seguridad), Ruanda o Zimbabue se suceden escenas de violencia policial contra quienes violan el toque de queda o simplemente salen a la calle en busca de alimentos. Las protestas organizadas en Níger acabaron con disturbios y un centenar de detenidos.
“Hasta hace unos días, un puñado de tomates costaba 200 francos CFA (unos 30 céntimos)”, asegura Barrh de Souza desde Lomé, la capital de Togo, “ahora vale 500 francos CFA. Los vendedores dicen que esto es porque los camiones no pueden circular libremente desde el interior del país, la gente está sufriendo mucho”. El ejército patrulla las calles y un joven falleció a causa de los golpes recibidos en los testículos por parte de la Gendarmería. “Hay toque de queda y las calles están vacías, pero hay personas que se atreven a salir para buscar qué comer”, añade De Souza.
El economista Demba Moussa Dembelé pone el acento en el impacto que está teniendo el coronavirus sobre la gente más desfavorecida. “Si los mercados están cerrados, está prohibido desplazarse y la gente vive al día, el resultado es claro y ya se está viendo. Hay muchísimas personas que no tienen recursos, algo tendrán que hacer para salir adelante”, explica. A su juicio, la violencia policial es inaceptable. “Creo que los Estados deben reaccionar con tolerancia y pedagogía antes que con represión”, apunta.
Numerosos gobiernos han aprobado fondos especiales o reparto de víveres para aliviar esta situación de escasez. Senegal, por ejemplo, ha aprobado una bolsa de unos 90 millones de euros para la población más vulnerable, mientras Sudáfrica distribuye alimentos en los barrios desfavorecidos. Numerosos actores privados se han sumado a esta iniciativa. En Nigeria el multimillonario Aliko Dangote encabeza la lista de empresarios que han donado unos 50 millones de euros al Gobierno.
Ayodeji Olukoju, profesor de Historia Económica de la Universidad de Lagos, asegura que el impacto ha sido severo en esta megaurbe nigeriana, también confinada, pero que se han activado redes de solidaridad social y familiar. “La estructura social de la familia extensa nos ha permitido amortiguar la situación, así como las organizaciones religiosas y sociales. La administración está trabajando para que nadie pase hambre o caiga en la indigencia. En mi ciudad las restricciones se relajan unas horas para que la gente pueda acceder a los mercados locales a obtener suministros. El envío de remesas a familiares también contribuye”.
Pese a todo, el coronavirus se sigue extendiendo por África de momento a un ritmo mucho más lento que en Europa o Estados Unidos. Con unos 25.000 positivos y 1.200 fallecidos, según los datos facilitados por los distintos Gobiernos más de dos meses después del primer caso, los expertos coinciden en que la rápida adopción de medidas como cierre de fronteras y confinamientos ha permitido al continente ganar tiempo y aplanar la curva. Sin embargo, la debilidad de sus sistemas públicos de salud y la falta de recursos suponen una seria amenaza. La tasa de letalidad del 5% es preocupante.
Frente a esto, los distintos Gobiernos reaccionan de manera diferente. Mientras el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, ordenaba este lunes el levantamiento del confinamiento de las principales ciudades del país tras llevar a cabo unos 70.000 test que permitieron “notables avances en la localización y seguimiento de contactos”, según dijo, Senegal endurecía las medidas obligando a llevar mascarilla a todos los ciudadanos ante el aumento de la transmisión comunitaria. La mayoría de los países han prolongado los toques de queda y confinamientos en previsión de que lo peor está por venir.
El pasado viernes, la Comisión Económica para África de la ONU pronosticó 300.000 muertos en el continente en el mejor de los escenarios. Sin embargo, frente a esta alarmante previsión, el responsable de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Mike Ryan, defendió que África aún estaba a tiempo. “Creo que pueden hacerlo mucho mejor de lo que la gente fuera de África espera”, dijo, “pensamos que la enfermedad aún puede ser contenida en África”.
La mitad de los 25.000 casos declarados hasta ahora se concentran en cuatro países, Sudáfrica, Egipto, Argelia y Marruecos, los únicos que junto a Ghana y Camerún han superado la barrera de los 1.000 positivos. Estas cifras deben tomarse con moderación pues África necesita con urgencia 15 millones de test para hacer una evaluación más profunda del alcance de la pandemia, según aseguró la semana pasada John Nkengasong, responsable de los Centros para el Control de Enfermedades Africanos (CDC). Pese a ello, ensayos clínicos y tratamientos a base de cloroquina, la polémica molécula que ha generado un debate mundial y que no ha sido aprobada por la OMS, ofrecen a día de hoy resultados preliminares alentadores, como es el caso de Senegal, donde hay 235 curados y cinco fallecidos sobre un total de 377 diagnosticados.
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