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VIEJA, AMORTIZADA Y EN CASA
Columna
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El No-Do zen

Me he aficionado a ver el canal internacional de la televisión china. Ni una palabra alta, ni un gesto desabrido

Luis Grañena
Luis Grañena

A veces me pregunto por qué disfruto de tan buen talante, y me respondo que es por no atender a la viciosa reverberación de maldades que transmiten medios y redes, ni que sea para situarme en contra. No miro rostros antipáticos ni estúpidos ni falaces ni bovinos. No escucho palabras necias ni intento perforar oídos sordos.

Y lo mejor de todo. Me he aficionado a ver el canal internacional de la televisión china (iba a añadir oficial: es única), y me va sobre ruedas. Ni una palabra alta, ni un gesto desabrido (ni un gesto, en general). Bellos paisajes de no menos primorosos parajes patrios suyos, amén de luengas y apacibles informaciones sobre industriosos operarios reincorporados al trabajo, con un avituallamiento pandémico que tranquiliza mucho. Historias sobre la elaboración de ropajes ancestrales, estimulantes noticias sobre la caída del virus propio, y ningún recochineo al contar, en un inglés sincopado y muy higiénico (dicen que escupir es una sana y antigua costumbre china: en el canal internacional, ni una salivilla), los virus ajenos.

Al contrario, una empatía que da gloria, sobre todo con Italia, en grado sumo, y en diapasón algo más bajo, con España. Esta semana, precisamente, el momento álgido lo ha alcanzado la versión del Melodrama de Bocelli cantada, en italiano, por un grupo de potentes tenores (y algún barítono). Cuando llegaron a “È l’inno dell’amore che canterò per te” me cayeron lagrimones como murallas.

Paré en seguida, ya que de inmediato tuve un buen rato de osos pandas masticando bambú, completando perfectamente la sedación.

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