Tarjetas de crédito y vales de supermercado, las nuevas becas de comedor en tiempos de coronavirus
Las autonomías buscan fórmulas para no estigmatizar a las familias más vulnerables y preservar su anonimato. El reto es asegurar la alimentación equilibrada de los alumnos durante el confinamiento
El cierre de los colegios ha trasladado a los hogares problemas logísticos que ahora deben resolver las familias. Además de poder seguir las clases de forma telemática (el 10% de los 8,2 millones de estudiantes afectados por el confinamiento no tiene Internet en casa), hay otra barrera importante: la alimentación. En España, el 16% de los alumnos (de Infantil y Primaria) recibe beca de comedor y desde que se decretó el estado de alarma, las comunidades han buscado fórmulas para que la comida llegue a sus casas. Para la mayoría la prioridad ha sido evitar la estigmatización de las familias y los desplazamientos. El envío de tarjetas de crédito con un importe cerrado (como Cataluña o Baleares), un SMS en el móvil para canjear por compra en el supermercado (como Valencia) o transferencias bancarias (como Aragón, País Vasco o Asturias) son algunas de las soluciones.
“Están encerrados en casa y comen más que nunca; el sueldo no me da para tanta compra”, cuenta Teresa Gallega, valenciana de 43 años, que trabaja a media jornada y mantiene sola la vivienda y a sus dos hijos de 8 y 12 años. El pequeño recibe el 100% de la beca de comedor de la Generalitat; el mayor dejó de percibirla cuando accedió al instituto. Para Teresa, hubo un tiempo incluso peor. “Hace unos años lo pasé muy mal, tenía que recurrir al Banco de Alimentos y me castigaba pensando cómo había llegado a esa situación. Ahora nada me da vergüenza, pero sé que hay familias que prefieren el anonimato”, cuenta.
En su comunidad, el Gobierno ha puesto en marcha una medida novedosa. Las familias de los perceptores del 100% de la beca de comedor (los que no pagan nada), unos 58.000 alumnos, reciben un SMS en su móvil canjeable por 120 euros de compras al mes en el supermercado Consum. La conselleria ha limitado el número de productos que pueden adquirir para asegurar que son estrictamente de primera necesidad. Las familias reciben en el móvil ideas con menús equilibrados que pueden preparar con esos ingredientes. “Es una fórmula para no estigmatizar, no tienen que acudir a un punto físico para la recogida, sino hacer sus compras como el resto de ciudadanos y mostrar el móvil en la caja”, explica Vicent Marzà, conseller de Educación. Los servicios sociales de los ayuntamientos están estudiando cómo ayudar a los alumnos que reciben la beca parcial.
El Gobierno incluyó en el paquete de medidas económicas por el coronavirus una inyección de 25 millones de euros para las autonomías para asegurar el derecho a la alimentación de los niños. “La hemos destinado íntegramente a eso, pero estamos preocupados porque si esto se alarga mucho va a hacer falta más financiación”, reconoce Amanda Fernández, directora general de Primera infancia del gobierno balear. Ellos se han decantado por la llamada tarjeta monedero (de La Caixa), con un importe de 60 euros para compras durante 15 días en 28 establecimientos de las cuatro islas. Como en Cataluña, las tarjetas se entregan en los centros educativos, con la ayuda de la Policía y Protección Civil para asegurar que se cumplen las medidas de distanciamiento. Descartaron las transferencias bancarias porque muchas de las familias vulnerables tienen las cuentas embargadas, como ya comprobaron durante la crisis económica de 2012. “Es una medida más segura que el ingreso en cuenta porque te restringe más lo que puedes hacer con ese dinero”, dice Fernández.
Otras comunidades como Aragón, País Vasco o Asturias han optado por la transferencia bancaria. ¿Cómo puede estar segura la Administración de que ese dinero acaba revertiendo en la alimentación del menor? El investigador en temas de infancia Eloi Mayordomo asegura que hay múltiples investigaciones que han demostrado que en la mayoría de situaciones gana el menor. “El estrés económico hace que los padres focalicen en las necesidades más urgentes, como encontrar un nuevo trabajo, y eso conlleva tomar malas decisiones en otros aspectos como la alimentación”. Al disponer de más recursos económicos, se sienten más desahogados y pueden tomar mejores decisiones, más reposadas y con mayor planificación. “Diferentes revisiones académicas demuestran que las familias pobres no se gastan ese ingreso en alcohol o tabaco. La medida no se traduce en un consumo egoísta, sino que la familia busca el cuidado y el bienestar del menor”.
Aragón ya aplicó esa vía el pasado verano con motivo del parón vacacional. “Durante la alerta sanitaria se ha decidido seguir el mismo modelo porque las familias reciben directamente la cantidad, por ser una forma rápida y ya consolidada de hacerles llegar la ayuda, además de que no contribuye a la estigmatización de esas familias. Otros sistemas pueden señalar a las familias sin recursos”, indican fuentes del gobierno aragonés. Los centros educativos hacen las transferencias, unos 80 euros al mes por niño.
En otras comunidades, como Andalucía, las familias recogen los menús en los colegios, y en Madrid se ha llegado a un acuerdo con establecimientos de comida rápida como Telepizza para que sirvan de puntos de recogida, lo que ha generado críticas por el tipo de dieta que supone para los niños.
Para la organización Save the Children, el problema es que cada autonomía tiene unos criterios para decidir qué niños perciben la beca de comedor: no hay un requisito mínimo de renta estatal y depende de la inversión de las comunidades. “Las ayudas no suelen alcanzar a toda la infancia que está en situación de pobreza”, lamenta Álvaro Ferrer, investigador de la ONG. Solo el 52% de los alumnos que reciben la beca están incluidos en los planes lanzados ahora por las autonomías. Proponen que el Gobierno fije un umbral de renta para asegurar la ayuda independientemente de donde resida el niño.
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