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El cierre de los centros de día de La Rioja desconcierta a los mayores y familiares

El Gobierno regional no ha anuncido complementos para los ancianos que necesiten esta ayuda

Juan Navarro
Varios ancianos caminan por la Plaza Mayor de Haro.
L. Rico

El coronavirus impide que un señor de Haro pueda devolver una novela en la biblioteca local. La epidemia también limita que Ramón Polo, que a sus 72 años toma el sol en la Plaza Mayor de la localidad jarreña, pueda acercarse al centro de día para jugar a las cartas. El Ejecutivo de La Rioja ha resuelto el cierre de todos los centros de día de la región, donde los mayores tienen una forma tanto de entretenimiento como de asistencia sanitaria, para intentar paliar la expansión del brote. Estos dos hombres no sufren demasiado una decisión que se implementará el viernes; peor es la situación de quienes tienen familiares a su cargo y se han topado con que se les retira este recurso.

Portavoces del Gobierno riojano, del PSOE, admiten que “de momento” no existe ninguna medida que aporte de algún modo el servicio que los centros de día brindan a los usuarios. Las reuniones son constantes, matizan, pero hasta la fecha no han acordado anda. José Manuel Ramírez, presidente de la Asociación Estatal de Directiras y Gerentes de Servicios Sociales de España, censura que el Ejecutivo central esté aprobando “medidas sanitarias, económicas y por el empleo, pero ninguna en el ámbito de los servicios sociales”. “Si hay un cierre general de residencias, automáticamente debe ponerse en marcha un plan de choque de atención domiciliaria para no dejar desamparadas a las personas más vulnerables de nuestra sociedad”, sostiene Ramírez. "Es una irresponsabilidad que las autoridades no tomen este tipo de medidas sociales”, sentencia.

Fuentes de la Secretaría de Estado de Derechos Sociales y vinculadas al Imserso insisten en que la competencia de qué hacer con los centros de día recae en las Comunidades Autónomas. “Estamos en contacto constante con ellas para establecer protocolos y trazar unas directrices que anunciaremos lo antes posibles”, indica esta fuente. El Imserso, añade, trabaja para que todos los usuarios de estos servicios reciban esta asistencia equivalente si se quedan en sus hogares. “La idea es que todo se cubra igualmente”, defiende.

El viernes echarán el pestillo centros como el de Haro. La directora, Inmaculada Rezola, explica que allí se cumplen las órdenes regionales y que suelen acudir unas 20 personas con regularidad. “No nos consta que ninguno de los mayores esté solo”, asegura, en referencia a las dificultades que puedan tener algunos ancianos si no cuentan con el acompañamiento de familiares. “Tenemos que proteger a quienes son más vulnerables”, subraya la mujer, que hasta la fecha ha notado una actitud colaborativa en todos los implicados. Esta localidad ha sufrido uno de los principales brotes del coronavirus y cuenta con numerosas familias aisladas.

Un aspecto clave para que la clausura de los centros de día no repercuta excesivamente sobre los jubilados es la disponibilidad de sus parientes. Es el caso de la riojana Maribel, y sus cuatro hermanos, que están al cuidado de su madre, Concepción, que ronda el siglo de vida en Logroño sin padecer “síntomas o patologías”. Los turnos establecidos facilitarán que esté bien atendida, recalca, aunque no podrá salir a la calle para alejarse al máximo del virus.

La situación de riesgo alertó a Rubén Galiana, quien se anticipó a la decisión de las autoridades y sacó a su madre, de 80 años, de su centro de día para evitar que estuviese en contacto con muchas personas. “Tenemos la suerte de que es muy autónoma y controla bien las cosas”, aprecia el también logroñés, y valora el papel de estos centros de día para personas de edad avanzada, como su madre, que quedó viuda: “Le sirve para ejercitar la memoria, socializar, estar activa... Le ayuda mucho”.

Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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