“El niño se queda conmigo”
200 menores españoles son víctimas cada año de secuestros internacionales por uno de sus progenitores. Resuelto un caso que privó a un padre de su hija ocho años
El patrón se suele repetir. Uno de los dos, el padre o la madre, se lo lleva de vacaciones. Y no vuelve. Pasan semanas, meses... En el peor de los casos años, como contaba este lunes Alberto Encinas, que ha recuperado a su hija después de que su madre la tuviera en Polonia durante ocho años. Son los llamados secuestros parentales. Solo el año pasado se registraron 205 casos en España, según el Ministerio de Justicia: 108 solicitudes de retorno de menores y 97 requerimientos para que los niños fueran devueltos a sus países de origen. La media de espera en España para que se resuelva un caso desde que se da conocimiento a la autoridad central (el Ministerio de Justicia) es de casi seis meses, según datos de la Conferencia de La Haya, el sistema internacional para regular estos casos.
Los asuntos internacionales —con un progenitor en España y otro fuera— complican las gestiones. Son muy importantes las primeras actuaciones. “El primer paso es contactar a un abogado del país donde se haya marchado. La primera demanda, en la que se pide el retorno inmediato, es la más importante”, explica Carolina Marín, abogada española especialista en estos casos afincada en Reino Unido. Marín recomienda también comunicarlo “cuanto antes” también al país de residencia. Conviene estar bien asesorado. Lo saben bien los cerca de medio millar de parientes —de los que 58 son padres o madres— de la Asociación Niños sin Derechos, afectados por casos de sustracción, no solo internacional. “Pero cuando se van a otro país todo es más complejo”, explica Javier Somoza, su presidente. “Pedimos cambios legislativos que garanticen que los derechos de los niños españoles se respetan en cualquier lugar, que no solo se considere sustracción la del progenitor no custodio, más medios para la autoridad central y que se cree un Defensor del Menor”, añade. Estos son solo tres ejemplos del periplo para recuperar a un hijo.
Ocho años retenida en Polonia: “No podía dejar de buscarla”
“Cuando mi hija entró en la sala nos quedamos mudos”. Alberto Encinas es un padre mallorquín de 47 años que la semana pasada recuperó a su hija después de que su madre se la llevara a Polonia hace ocho años y nunca regresara. Este lunes agradeció a los investigadores de la Guardia Civil el trabajo realizado en los últimos años. La madre fue detenida en la localidad polaca de Katowice y se entregó a la menor al padre.
Encinas apenas sabía nada de su hija desde 2011 cuando su madre, Katarzyna Hlond, se la llevó con tres años a pasar unos días a Polonia. El 31 de diciembre de ese año debía regresar —los padres tenían la custodia compartida después de divorciarse—, pero nunca lo hizo. Encinas comenzó entonces un periplo judicial y en 2013 obtuvo la custodia de la niña en sentencia firme por un juzgado polaco. Sin embargo, cuando la madre tenía que devolver a la niña, desapareció sin dejar rastro y el juzgado en Polonia dictó una orden de busca y captura contra ella. En este tiempo el padre ha gastado más de 60.000 euros en buscar a su hija en el país europeo.
“Ha sido muy duro. No podía dejar de buscarla”, dijo este lunes entre lágrimas, acompañado por su hermana Elena y por su madre Mari, apoyos fundamentales durante estos años. La semana pasada les avisaron, viajaron a Polonia y se reunieron en un juzgado. Recogieron a la menor en un orfanato. Los tres regresaron de Polonia a finales de la semana pasada y desde entonces han estado velando por la tranquilidad de la menor, que tendrá que ir adaptándose poco a poco a su nueva situación. La niña tiene 11 años, no habla español y se comunica con su padre y su tía en alemán. Del tiempo que ha pasado con su madre, todavía saben muy poco, lo que la niña va contando de vez en cuando. “Sabemos que ha estado privada, que no se ha relacionado con otros niños y ha contado que ha cambiado de casa mucho”, explicó Encinas, que ha consultado ya a psicólogos para saber cómo deben actuar. “No quiero privar a mi hija de su madre, a pesar de todo lo sucedido. Mi hija tiene que poder relacionarse, en medida de lo posible, con las dos partes”.
Desde verano en Toulouse: “El niño se quedará conmigo”
Cristina Ruiz, de 26 años, acaba de volver de Francia. Viajó 10 días a finales de noviembre para intentar ver a su hijo, de cuatro años, al que dejó con su padre en agosto por vacaciones. Se presentó en el colegio de Toulouse donde el niño estudia y convenció a un gendarme para que le dejaran visitarle: “Tengo una sentencia que me otorga la custodia de mi hijo, que está secuestrado en Francia. Hace cuatro meses no le veo”, le dijo. Pudo estar con él apenas tres veces en 10 días, siempre en el colegio. Además, peregrinó por los tribunales y pidió ayuda a las autoridades consulares.
El pasado 30 de agosto, Guilhem Cerdan, de 28 años, le escribió un mensaje a ella, su ex: “No sé si piensas recuperar a Pablo (nombre figurado del niño) mañana…, no vale la pena que te desplaces…, se quedará conmigo”. Él lo recogió a principios de agosto en Madrid y se marchó a Toulouse, donde vive, para el mes de vacaciones que le correspondía. Ella reside con su hijo en Madrid desde finales de marzo de 2017, cuando se trasladó tras convivir desde noviembre de 2015 con su expareja —al que denunció por malos tratos sin que la denuncia prosperara— y su hijo. En las tres carpetas enormes de papeles que pasea por todas partes, hay tres sentencias que le dan la razón: una en primera instancia en Toulouse, que le permitió mudarse a Madrid con su hijo, y dos en Madrid, la última del pasado septiembre, que le otorga la custodia del menor. En medio, otra del tribunal de apelación de Toulouse, de enero de 2018 y que es a la que se aferra su expareja, en la que el juez resolvía o que Cristina Ruiz se instalara en Francia para que el niño pasara las semanas alternas con uno y otra, o que, si decidía quedarse en España, la residencia habitual del menor fuera la del padre en Toulouse.
“Ni Francia ni España, nadie me ayuda”, lamenta la mujer. El Ministerio de Justicia español dio trámite a la solicitud de restitución del menor, según una portavoz, el 30 de septiembre. Y desde entonces el expediente se encuentra allí. En Francia, la Fiscalía de Toulouse confirmó que se ocupan de esta situación. Tanto el padre como la madre, señalan, han recurrido a las autoridades judiciales francesas. No dan más datos porque el contencioso sigue abierto, informa Marc Bassets. Cristina Ruiz planea regresar a la ciudad francesa en Nochevieja para ver a su hijo, como le tienen reconocidas todas las sentencias.
Ocho meses sin noticias: “No sabía si estaba vivo”
El segundo secuestro fue peor que el primero. "Esta vez no sabía dónde estaba. Ni si estaba vivo". Así hablaba, hace unas semanas, Karol Marmolejo, la madre de un pequeño de nueve años que acaba de volver a abrazar. Después de ocho meses. "Un milagro". Ahora no se ve con fuerzas de hablar. Pero su desolación de entonces, cuando no se cansaba de llamar a una puerta, y a otra, y a otra, ha desaparecido. Su relato de hace unas semanas sigue siendo válido.
Su hijo —su "pitufo", como ella lo llama— nació en España, con un padre andaluz y una madre de origen colombiano que, en plena crisis, decidió mudarse a Reino Unido en busca de oportunidades. Hasta allí se trasladó la familia, con el padre a medio camino entre Bristol y Córdoba. Hasta que decidieron separarse. "En 2017 se llevó al niño una semana y me dijo que no me lo traería de vuelta. Inicié la reclamación a través de la autoridad central británica y terminó devolviéndolo", según Marmolejo, que tiene 43 años.
La segunda vez fue peor. "Él me denunció por malos tratos al pequeño en España, una causa que fue archivada. Yo inicié un procedimiento en Reino Unido para que determinaran quién debía cuidarlo. "Se me otorgó la custodia y a él, visitas periódicas. Al principio podía verlo una vez al mes, estando supervisado, y tras haber entregado el pasaporte. En enero, un juez de Bristol resolvió que fuera una vez cada dos meses. Pero esta sentencia, que notificaron a final de febrero, ya no llegó a ejecutarse". El 2 de marzo, el padre recogió al niño y se esfumó, según Marmolejo. "Yo denuncié inmediatamente, pero no comenzaron a buscarlo hasta 48 horas después. Ya había salido del país".
La desesperación de esta madre, que se endeudó para poder costear el procedimiento de familia, terminó a final de noviembre, cuando le notificaron que habían encontrado al crío, que viajaba desde México en compañía de su padre. "Lo detuvieron en el aeropuerto de Barajas", explica Pilar Gómez de Cisneros, su abogada. "Ahora debe afrontar un procedimiento por sustracción internacional en España, el de 2017; otro en Reino Unido, por el caso de 2019. Y además deberán determinarse medidas civiles en Bristol, donde un juez ha decidido mantener la tutela del menor [no es que la retire a sus padres, sino que el juez comparte la patria potestad con sus progenitores, para proteger al niño] hasta que cumpla la mayoría de edad”, añade ella.
El abogado del padre asegura, por el contrario, que su cliente sí comunicó a la madre el paradero del niño. “La Audiencia Nacional debe decidir ahora si aprueba la entrega que reclama Reino Unido para juzgarlo allí o se sigue el procedimiento aquí”, sostiene Juan Gonzalo Ospina. “Nos oponemos a la entrega e iniciaremos acciones civiles en España para determinar medidas de familia”, prosigue. La batalla judicial de esta familia no ha acabado.
“No hablen mal nunca del otro progenitor”
“Cada caso es único, la huella que puede dejar un secuestro parental depende de la edad y del tiempo de separación”, explica el doctor en Psicología y director de programas de la fundación Anar, Benjamín Ballesteros.
“Mi primera recomendación es que no hablen nunca mal del otro progenitor y que no se lancen con la ansiedad por el tiempo que han estado sin ver a su hijo. Es mejor ir viendo qué emociones expresan”, señala Ballesteros. También aconseja que “no se inventen historias ni generen expectativas de cosas que no se puedan cumplir. Es mejor ser fiel a la realidad sin hacerles daño”.
Asegura que el efecto puede más grave en los más pequeños porque “es importantísimo cómo nos vinculamos con esa primera figura de referencia, sobre esa relación se construyen las posteriores”. Los menores sometidos a estas situaciones pueden generar, añade, síntomas de ansiedad, tristeza, sentimientos depresivos o dificultad de adaptación.
La Fundación Anar atiende casos de niños desaparecidos y secuestros parentales en un teléfono que funciona 24 horas al día. El número es 116 000.
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