Yo soy Extinction Rebellion. Arrésteme por el planeta
Ciudadanos de toda Europa han pasado a la acción directa ante la crisis climática. El movimiento de desobediencia surgido hace un año en Londres gana adeptos
Una tatuadora romana de 28 años y una médica berlinesa de 67. Un taxista en paro que se une por primera vez a un movimiento ecologista en París y un ingeniero madrileño que lleva 18 años metido en el activismo. Todos han encontrado su sitio en Extinction Rebellion (XR), un movimiento transversal y sin jerarquías que protesta frente a la parálisis de los Gobiernos en la lucha contra el cambio climático y la degradación medioambiental.
Nacida en 2018 en el Reino Unido, esta organización que pide que los Estados declaren la “emergencia climática y ecológica” con medidas concretas ha ganado adeptos y visibilidad rápidamente. Y se caracteriza por mezclar las protestas artísticas —con disfraces alegóricos y representaciones— y la desobediencia civil y pacífica. Son herederos así en parte de algún movimiento animalista en su vertiente más teatral y de los grupos ecologistas clásicos, como Greenpeace, acostumbrados a ser detenidos en sus protestas también siempre pacíficas. Durante esta semana, los Extinction Rebellion se han lanzado a las calles de unas 60 capitales, la mayoría en Europa, donde más fuerza ha cogido este activismo urbanita formado por aquellos que, además de declararse en huelga como la joven sueca Greta Thunberg, van un paso más allá.
Pero, ¿quiénes son esas personas que aparecen en las fotografías llevadas en volandas por la policía? Es difícil trazar un perfil único de este nuevo activismo. Los hay con larga experiencia en la lucha medioambiental o que acaban de aterrizar en la protesta. EL PAÍS ha hablado con 17 de ellos por toda Europa. La mayor tiene 74 años y es de Londres; la menor tiene 21 y vive en Berlín. Además de su concienciación, estas personas están unidas por otra determinación: están dispuestas a ser detenidas con tal de lograr que su protesta se extienda y tenga más repercusión. Por eso se encadenan para cortar el tráfico en puentes y carreteras y acaban en las comisarías de las que, eso sí, salen a las pocas horas. Cinco de los 17 entrevistados en este artículo acabaron esta semana detenidos.
Eric Winner, un artista londinense de 42 años, que se considera un Extinction Rebellion “de primera ola”, resume bien este movimiento: dice estar listo para “ser uno de los arrestables”, como llaman en Reino Unido a aquellos que se ponen en primera fila, se encadenan o se tiran al suelo. Todos reciben formación para saber cómo resistir pacíficamente ante la policía. “Me lastimaron un poco al llevarme al furgón, pero un arresto es así. El trato de los policías fue bueno, al contrario de en otros países y eso es un privilegio”, explica Pippi Van Ommen, una holandesa que se manifestaba esta semana junto a su padre, su hermano y su abuela.
Durante la semana los activistas de Extinction Rebellion han cortado calles (como Raimundo Fernández Villaverde, en Madrid), bloqueado puentes (como el Pont au Changue de París), e intentado ocupar centros comerciales y el aeropuerto de la Ciudad de Londres. También han acampado. “Nunca había formado parte de ningún movimiento, aunque he hecho colaboraciones puntuales, sobre todo económicas... Ahora soy miembro de la comisión de charlas y difusión de XR Barcelona”, explicaba Juli Gaitano desde la acampada de Madrid. “Es la primera vez que me uno a algo así sobre el terreno. Ahora colaboro en la cocina del campamento de la Plaza Chatelet”, decía Ammar Saidi desde el de París.
ÁMSTERDAM
BERLÍN
ROMA
LONDRES
MADRID
PARÍS
BARCELONA
Con información de Manuel Planelles y perfiles de Noor Mahtani (Madríi), Rafa de Miguel (Londres), Isabel Ferrer (Ámsterdam), Daniel Verdú (Roma), Silvia Ayuso (París) Mar Rocabert (Barcelona) y Enrique Müller (Berlín).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.