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Los hijos no lo son todo

La forma de reproducirse ha cambiado: la llegada de la descendencia ahora se medita mucho pero en la crianza se invierten más recursos y tiempo

Un grupo de amigos con sus hijos, en un parque en Boadilla del Monte (Madrid).
Un grupo de amigos con sus hijos, en un parque en Boadilla del Monte (Madrid).Carlos Rosillo
María Sosa Troya

En España bajan los nacimientos mientras aumenta la esperanza de vida. Los jóvenes siguen condenados a la precariedad aun después de la crisis. Sigue cayendo el número de hijos por mujer y se retrasa la edad para ser madre. Las tensiones del sistema, derivadas de una pirámide de población que hace ya tiempo dejó de ser triangular, no tardarán en aflorar. Los expertos rechazan, sin embargo, el tono alarmista. ¿Se tienen menos niños? Sí. Pero los modelos de familia se han reconfigurado y en ellos los hijos no juegan ya un papel tan central. Ahora se decide más cuándo y cuántos se tienen y, sobre todo, se cuidan más. El problema es la brecha entre los deseos y la realidad: que una parte de la población sí quiera descendencia y no pueda permitírselo. Y que se retrasen cambios estructurales vitales para mantener el Estado de bienestar, como el modelo de pensiones.

“La natalidad no solo baja en España. En el último siglo ha habido un cambio en la forma de reproducirse en todo el planeta”, explica Julio Pérez, demógrafo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Aunque hayan caído los nacimientos [casi un 30% desde 2008], el año pasado fueron unos 370.000. Y los hijos se cuidan más”, continúa Pérez. “Se invierten cada vez más recursos y tiempo, y los niños de hoy tendrán la formación para ser más productivos. Pero todo depende del tipo de mercado laboral. Si se mantienen la precariedad, la sobrecualificación y los bajos salarios, puede que no se materialice ese potencial de productividad”, precisa Teresa Castro, también demógrafa del CSIC.

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En la reducción de los nacimientos confluyen factores como el menor número de mujeres en edad de procrear, tras la caída de la natalidad en los ochenta y noventa; la bajada de la inmigración durante la crisis —aunque ahora vuelva a repuntar—; las dificultades para conciliar el empleo y la familia, o la precariedad que sufren los jóvenes —más del 30% de los asalariados de 30 a 34 años tienen contratos temporales, según el Consejo de la Juventud—.

Pero también se explica por el cambio cultural en las sociedades contemporáneas. “Antes la familia modélica era la que tenía varios hijos. Ahora hay más gente que quiere desarrollar primero otros deseos relacionados con la configuración de la propia vida, ya sea estudiar, trabajar, viajar... o darse tiempo para encontrar pareja”, opina Elisa Chuliá, profesora de Sociología en la UNED y directora de Estudios Sociales del think tank Funcas. Un 25% de las mujeres de 18 a 49 años que tuvieron su primer niño más tarde de lo que creían ideal explican que el motivo fue no haber contado con pareja estable, según la Encuesta de Fecundidad del INE. Un 23%, por motivos laborales o de conciliación. Y el número de mujeres de 18 a 44 que no quieren tener hijos aumentó en más de 150.000 de 1999 al año pasado, al pasar de 1,06 millones entonces a 1,21 ahora.

“La generación de nuestros padres no se preguntaba si querían niños o se lo podían permitir. Se casaban y los tenían”, prosigue Chuliá. “Nos hemos vuelto muy exigentes, queremos darles todo”, prosigue. Además, ya el divorcio no se ve como un fracaso. Para ser madre “se busca una pareja responsable”. Y señala: “Ha crecido la importancia del ocio y del empleo. Las mujeres no quieren renunciar a la independencia económica. Que nadie piense que se llegará a la natalidad de los sesenta o setenta [en 1975 se tenían 2,77 hijos por mujer]”.

Pero lo que sí es un problema “grave”, dice Teresa Castro, es el lapso entre las aspiraciones y las realidades reproductivas, es decir, aquellas mujeres que sí quieren tener hijos y no pueden o se ven obligadas a retrasarlo hasta edades en que hay problemas de fertilidad. “Es muy difícil lograr reunir unas condiciones personales, familiares, laborales y residenciales adecuadas”, señala. “Los eurobarómetros confirman que la preferencia por dos hijos es mayoritaria en España, como en el resto de Europa. Pero aquí hay una mayor distancia entre el número medio de hijos deseados, en torno a dos, y los que se tienen: 1,25 de media en 2018, frente a 1,6 en la UE”, apunta. “Que tengamos una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo y una de las edades más tardías al primer hijo, 31 para las mujeres y casi 35 para los hombres, indica que vivimos en una sociedad que no facilita tener niños. Es extremadamente difícil compaginar una carrera profesional con la crianza”, continúa.

La natalidad en cifras

Más muertes que nacimientos. En España, el año pasado el saldo vegetativo fue negativo en 56.262 personas, según datos del INE sobre el movimiento natural de población.

Más madres de 40. Los nacimientos de madres de 40 años o más han crecido un 63,1% en la última década.

Posponer la maternidad. El 25% de las mujeres de 18 a 49 años que retrasó su primer hijo lo hizo por no tener una relación estable. El 23%, por razones laborales o de conciliación.

No quieren tener hijos. El número de mujeres de 18 a 44 años que no quieren hijos aumentó en más de 150.000 de 1999 a 2018, al pasar de 1,06 millones entonces a 1,21 ahora.

Más optimistas

El INE prevé que a partir de 2024 los nacimientos aumenten, debido a que las generaciones nacidas a partir de la segunda mitad de los noventa, más numerosas, estarán en las edades de mayor fecundidad. Calcula que, con una leve tendencia al alza, cada mujer tendrá de media 1,45 niños en 2050. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) es algo más optimista. Considera que se adoptarán políticas de apoyo a la natalidad ya implementadas en Europa y que en 2050 la cifra estará entre 1,8 y 2 hijos. El organismo también cree que habrá mejores datos respecto a la inmigración, artífice de que ahora España gane población, pese a que hay más muertes que nacimientos. Estima que en los próximos 30 años vendrán de siete a 10 millones de personas, que podrían ayudar a paliar algo los desequilibrios del sistema de pensiones cuando, a partir de 2023, comience a jubilarse la generación del baby boom.

Según las proyecciones del INE, si se mantiene la tendencia actual, en 2033 uno de cada cuatro españoles tendrá 65 años o más. Serán más de 12 millones, frente a los alrededor de nueve actuales. “Estamos en un momento clave en el sistema de pensiones. Vemos cercana la jubilación de grandes grupos de población”, explica Mercedes Ayuso, catedrática de Estadística Actuarial de la Universidad de Barcelona. “A partir de 2030 o 2035, el incremento será más significativo”, añade. “El modelo se creó en los setenta. Había prácticamente ocho personas trabajando por cada pensionista. Ahora somos cerca de 2,5 afiliados por pensionista”, sostiene Ayuso. “Debemos mirar lo que han hecho en países similares al nuestro. El baby boom no es un fenómeno exclusivo de España. Hay que buscar una complementariedad del sistema público, aunque nunca sustituirlo. Por ejemplo, permitir compaginar la pensión con sistemas complementarios de empleo; o apostar por un modelo como el sueco, en el que hay una pensión garantizada, pero los trabajadores aportan otra parte a cuentas individuales a lo largo de su carrera, así que deciden cuándo parar de trabajar. Otra opción es retrasar la jubilación”, indica.

“El mayor éxito que ha conseguido la humanidad es que todo el mundo llegue a la vejez, y a veces parece que se trata como una desgracia”, critica Julio Pérez. “En 1900, uno de cada cinco nacidos vivos en España no cumplía un año. Se compensaba teniendo muchos hijos. Se combatió primero la mortalidad infantil y después se logró aumentar la esperanza de vida”, que ya supera los 83 años. “El cambio social en España ha sido extraordinario y positivo. Pero hay que afrontarlo con tiempo y racionalidad. El ciclo político dificulta estas decisiones porque traen consecuencias electorales. Los problemas a los que nos enfrentamos son a largo plazo. Requieren de pactos de Estado”, resume Elisa Chuliá.

Más servicios para ayudar a la conciliación

En España se invierte en políticas de familia e infancia el 1,3% del PIB, frente al 2,4% de media en la UE, según datos de Eurostat correspondientes a 2016. “Aquí hay una hipocresía política muy notable”, sostiene el demógrafo Julio Pérez. “El discurso lo ha liderado la derecha, pero no se han adoptado medidas”, expone. La también demógrafa Teresa Castro cree que, para ayudar a quienes quieren tener hijos, “el aumento progresivo del permiso de paternidad hasta igualarlo al de maternidad es un primer paso”. Pero considera que “hace falta mucho más, como reducir la precariedad laboral de los jóvenes o garantizar guarderías para los menores de tres años”.

Luis Ayala, catedrático de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que, además de en servicios, España también está retrasada respecto a los países de su entorno en prestaciones monetarias. “Es uno de los siete miembros de la UE sin prestación universal por hijo”, dice. “En España solo tenemos la prestación por hijo a cargo para familias pobres [de 341 a 588 euros anuales] o deducciones fiscales de las que no se pueden beneficiar los más vulnerables”.

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Sobre la firma

María Sosa Troya
Redactora de la sección de Sociedad de EL PAÍS. Cubre asuntos relacionados con servicios sociales, dependencia, infancia… Anteriormente trabajó en Internacional y en Última Hora. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y cursó el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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