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“El autismo es solo un sistema operativo distinto”

Una empresa de análisis de ‘software’ prima la contratación de personas con este trastorno por sus habilidades

Pablo Ximénez de Sandoval
Andrew Ring y Evan Rochte, autistas y empleados en Auticon, en la sede de la empresa en Santa Monica, California.
Andrew Ring y Evan Rochte, autistas y empleados en Auticon, en la sede de la empresa en Santa Monica, California. ALEXANDRA WEISS
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“Autism is just a different operating system”

Hay compañeros de trabajo a los que les molesta el ruido más de lo normal. Otros a los que les gusta trabajar casi a oscuras. Está el que se mueve todo el rato en la silla, o el que no es capaz de mirar a los ojos. Son manías de oficina, hasta que dejan de serlo. Para las personas en el espectro del autismo, son dificultades insoportables, que hacen imposible adaptarse a un entorno de trabajo. Una empresa llamada Auticon está desarrollando la fórmula para que las capacidades de estas personas brillen: adaptar el trabajo a ellos.

“Hay un trabajo ahí fuera para cada persona”, dice Rebecca Beam, presidenta de Auticon en Estados Unidos, en las oficinas de la empresa en Santa Mónica, California. Según la academia Autism Works, el desempleo entre las personas en el espectro del autismo llega al 77%. La Organización Mundial de la Salud calcula que 1 de cada 160 niños desarrollará algún tipo de trastorno en el espectro del autismo. Se llama espectro porque el autismo puede manifestarse como una simple rareza que no impide vivir de forma independiente, hasta una minusvalía severa.

La empresa ha encontrado un hueco para el autismo en la economía: las pruebas de software. Los analistas de Auticon revisan sistemas de seguridad en busca de fallos. En este ámbito, se han encontrado con que las personas en el espectro autista tienen habilidades especialmente útiles, en algunos casos extraordinarias, especialmente en todo lo que requiere atención continuada, descifrar secuencias lógicas y encontrar errores. La filosofía de Auticon es que "el autismo no es una enfermedad, sino un sistema operativo distinto”.

Para Evan Rochte, de 34 años, el problema era el contacto con la gente. Aunque siempre tuvo dificultades para hacer amigos, no le fue diagnosticado el autismo hasta los 28 años. Rochte no está hecho para saludar y tener breves charlas triviales. No lo soporta. Lo pasó muy mal trabajando en un supermercado en el que tenía que meter en bolsas la compra de los clientes. “Me resulta muy difícil interactuar con gente, especialmente si no los conozco”. Estuvo años sin trabajar. “Nunca tuve un trabajo mucho tiempo. Nunca pasaba las entrevistas”, dice. Sus padres vieron un artículo sobre Auticon hace cinco años y empezó el curso para convertirse en analista informático. Hoy es uno de los analistas más veteranos en el equipo de Estados Unidos.

“Evan era muy tímido cuando llegó”, cuenta Rebecca Beam. El año pasado, Beam quiso que hablara en una conferencia en San José a la que había que ir en avión desde Los Ángeles. Evan Rochte fue capaz de ir al aeropuerto, tomar un avión él solo, quedar con Beam en San José y hacer una presentación delante del Consejo de Administración. Beam lo pone como ejemplo de que el trabajo no solo sirve para que estas personas se sientan útiles e independientes, sino que es en sí mismo una forma de terapia que les ayuda a largo plazo.

El ambiente de trabajo tiene que adaptarse a estas personas. Por ejemplo, una herramienta fundamental para esta empresa es Slack, el programa de mensajería interna para empresas. Uno de los problemas más habituales en el autismo es la angustia por la interacción personal. Otro es la literalidad radical a la hora de comprender una conversación, es decir, no pueden comprender una ironía, una broma, o una frase hecha. Slack permite que todo el mundo se comunique por escrito, a su ritmo, eligiendo las palabras, sin tener que hablar, ni mirarse a los ojos. Nada de conversaciones por teléfono que molestan al de al lado. El que necesita trabajar a oscuras, tiene su sitio. El que no soporta el sonido ambiente normal de una oficina, tiene unos auriculares con cancelación de ruido.

Para entrar en Auticon, los candidatos tienen que hacer un curso de 250 horas que consiste en el entrenamiento necesario para hacer análisis de sistemas. Entrenan a 10 o 12 personas cada dos meses. Aproximadamente la mitad tienen éxito y se pueden incorporar como becarios pagados, que después serán analistas. Normalmente, es gente que ya tiene experiencia en informática, muchos están metidos en el mundo de los videojuegos.

Esta oficina de Santa monica originalmente se llamaba Mindspark. Es una empresa creada en 2011 por dos socios, Chad Hahn y Gray Benoist. Benoist es un ejecutivo que tenía dos hijos autistas y se propuso crear una empresa en la que pudieran tener una carrera. Su hijo Grey Jr. Sigue trabajando aquí en Santa Monica. Lleva la contabilidad con unos auriculares de cancelación de ruido. Fueron adquiridos por Auticon en 2018 para expandirse en Estados Unidos. El año pasado eran 21 analistas y este año ya son 45. A la oficina de Santa Mónica se han sumado otras dos, mucho más grandes. Además de California, la empresa matriz tiene oficinas en Alemania, el Reino Unido, Francia, Suiza, Italia y Canadá y se propone abrir una oficina en España.

“Cuando los clientes me preguntan qué les hace tan buenos para probar software, es la identificación de patrones, la atención por los detalles, la habilidad para hacer actividad repetitiva sin fatigarse, realmente pueden encontrar el menor detalle, y además tienen una honestidad incorruptible”, dice Beam. “Aquí hay gente que hace en su cabeza lo que los demás hacemos en un Excel”, añade gráficamente Isha Dash, directora de operaciones en Estados Unidos. Dash pone como ejemplo a un analista que encontró un fallo en el algoritmo que calculaba las primas de una aseguradora. Beam dice que ella primero vende los servicios informáticos, y luego explica que el trabajo lo hacen personas autistas. No se trata de dar pena. “El servicio tiene que ser bueno o no tendríamos negocio”.

Su próximo agujero de seguridad puede descubrirlo una persona que no soporta sentarse junto a una ventana, o que necesita silencio absoluto y los lápices ordenados de una determinada forma. Eso no debería ser lo importante. Rochte, que durante años pensó que no podría trabajar, dice: “Deberían dar una oportunidad a la gente con autismo. No saquen conclusiones solo porque son autistas. Incluso si actúan de forma rara, tienen que conocerles e ir más allá”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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