¡Bienvenido Mr. ‘e-Marshall’!
La banda ancha avanza en España de forma desigual. La orografía y la dispersión dificultan su despliegue en el mundo rural, que demanda conectividad para su desarrollo
En la primera escena se ve a una mujer sentada a la mesa en el acogedor comedor de un restaurante de pueblo.
—¿Me trae la cuenta, por favor?
— ¿Efectivo o tarjeta?
— Tarjeta.
— Sígame.
En la segunda, el dueño del establecimiento y la misma clienta están dentro de un coche. Es noche cerrada. Han recorrido juntos más de cinco kilómetros por una angosta carretera para probar suerte. ¡Bingo! ¡Aquí sí hay cobertura! ¡El datáfono funciona!
La escena está tomada de la vida real de Luis Ortas, un emprendedor clásico, con comercio —tienda, camping y restaurante— desde hace sesenta años en Nocito, en la comarca de La Hoya (Huesca), un precioso enclave situado en la cara norte de la sierra de Guara al que la luz y el teléfono llegaron con retraso y donde hoy Internet funciona a pedales.
—Sí, sí, es habitual. Sucede en invierno, cuando hay nieve o neblina y en verano cuando hay mucha gente.
—¿Y los clientes no se quejan?
—¡Todo lo contrario!
Nocito —uno de los siete núcleos del municipio de Nueno — albergó en sus tiempos a más de 100 habitantes y un sinfín de oficios: maestro, herrero, panadero... Hoy, en sus calles no se ve un alma. Con la población diezmada y apenas actividad, está tan aislado física como tecnológicamente en un laberinto de difícil salida. Sus 27 vecinos —más de 250 en verano— deben conducir una hora hasta la cabecera del municipio, a 17 kilómetros de Huesca, para ir al médico, y las que la suerte quiera para comunicarse por móvil o hacer gestiones por Internet. Ortas lo asume con deportividad. Su mujer, Pilar Albas, lo lleva peor.
—¿Por qué cree que se despobló el valle? No se ocupaba nadie de nosotros, por eso se despobló.
—¿Se sienten tratados como ciudadanos de segunda?
—De segunda, de cuarta o de quinta.
Nocito es un caso extremo en la España del siglo XXI —generalmente bien comunicada y rica en infraestructuras— pero sirve para ilustrar la encrucijada en la que se encuentran hoy algunos pequeños municipios, sin casi vecinos y envejecidos, a los que no llegan los servicios básicos y que tienen dificultades para atraer savia nueva que dinamice el territorio. “El mayor problema que tiene la despoblación es que se despuebla de talento”, dice el empresario Carlos Barrabés, que en 1995 convirtió el comercio familiar de material de montaña en el pueblo pirenaico de Benasque en una de las primeras tiendas españolas online. “El futuro del mundo rural está en crear valor frente a la urbanización. Siempre digo que las entidades pequeñas tienen que establecerse como hubs, como ha hecho Binéfar, que ha desarrollado todo un ecosistema en torno a la carne en la zona, o Barbastro en torno al vino”, opina. “Hay que ofrecer una versión del mundo rural como un lugar donde suceden cosas emocionantes. Lo capital es el contenido aunque las infraestructuras son también muy importantes. Si hablamos de banda ancha, pienso que para Binéfar es mucho más importante tener fibra que una mejor carretera”.
Contrarrevolución industrial
Isaura Leal,comisionada del Gobierno para el reto demográfico. "Un país no se puede permitir renunciar a una gran parte de su territorio porque además implica renunciar a sus recursos, a un modo de vida, a un modo de convivencia y a un modelo de cohesión social y territorial".
Luis Antonio Sáez, profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Zaragoza. "En el mundo rural, el tema de la vivienda es tan importante como la banda ancha. Tú pon banda ancha, pon vivienda y la gente abrirá los ojos". "Gran parte del territorio despoblado de Aragón, por ejemplo, es accesible y hay una calidad de vida aceptable pese a ese mantra de que no se tienen los mismos servicios que en la gran ciudad. ¡Claro! Yo tampoco tengo el Museo del Prado en Zaragoza".
Guillermo Palacín, alcalde de Nueno. "Muchos de los trabajos que hay en las ciudades se podían realizar en nuestros pueblos con las nuevas tecnologías, Es más, me atrevería a decir que el trasvase de población que hubo en la revolución industrial podría darse a la inversa si lo propiciaran las Administraciones. Pero ahí sí que habría que trabajar, legislar, formar y dinamizar".
En la España extensa y dispersa, en la España que tiene un 53% de su territorio en riesgo demográfico —a la cabeza de la Unión Europea— el mundo rural ha añadido en los últimos tiempos a sus demandas de siempre una nueva: una banda ancha de calidad que sume atractivos al gancho del campo y la vivienda más barata. A 1 de julio de 2018 únicamente el 48% de los núcleos de menos de 5.000 habitantes, en los que residen 10.334.755 personas, disponía de banda ancha de 30 Mbps, la básica, según datos facilitados por Pedro Alonso Manjón, subdirector general de Redes y Operadores de la Secretaría de Estado para el Avance Digital. Y en los pueblos sienten que esa insuficiente implantación de la tecnología agranda la brecha que los separa de las urbes —en administración electrónica, enseñanza digital, teleasistencia para ancianos, acceso al ocio...— y espanta, además, a quienes están dispuestos a recorrer el camino inverso al de la revolución industrial, en busca de una vida más natural y calma. Porque como dice Luis Antonio Sáez, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Zaragoza, “la banda ancha por sí sola no atrae, pero su carencia sí genera rechazo”.
“Nos hubiera gustado quedarnos en esta zona, montar aquí nuestra sede, pero no hemos podido, y el principal problema ha sido Internet”, dice Adrián Navarro. Él y su socio Belián Martínez son los impulsores de Guara Norte, una firma de turismo activo, deporte y aventura que gestiona el centro de interpretación y el albergue Salto del Roldán en Sabayés, a 20 kilómetros de Huesca.
Sin conexión de calidad para ofrecer la información requerida por los visitantes, con un contrato de datos que se agota el primer fin de semana del mes —con las consiguientes protestas de los clientes—, vieron que instalar su oficina donde desarrollan la mayor parte de su trabajo era inviable, así que se asentaron en una nave de la capital. Allí disponen, explican, de “una fibra con datos ilimitados” que les cuesta lo mismo que su paupérrima conexión en Sabayés. “Si tuviéramos banda ancha, desde luego valoraríamos trasladarnos. Queremos hacernos fuertes en esta zona”.
El momento en que deban tomar esa decisión no tardará en llegar. La Diputación Provincial de Huesca, en colaboración con la operadora Embou, ha iniciado —con fondos europeos— un plan para ofrecer conexión básica en 20 meses a 331 municipios de menos de 96 habitantes, según explica Jorge Blasco, director general de esta firma que ha conquistado la región “con las migajas del pastel que no interesaban a las grandes” compañías. El proyecto no es el único en marcha en España. Otras instituciones provinciales y autonómicas han diseñado sus estrategias. Recientemente, el Gobierno aprobó un plan para acabar con la brecha digital en municipios de menos de 5.000 habitantes que involucra a Telefónica, Orange y Vodafone, y que prevé doblar para 2020 la cobertura en ese segmento de población.
“La banda ancha es imprescindible a efectos de actividad económica, de empleo, pero también de ejercicio efectivo de derechos y de garantizar igualdad de oportunidades”, subraya Isaura Leal, Comisionada del Gobierno para el Reto Demográfico. “Cualquier emprendedor que quiera desarrollar un nuevo proyecto profesional incluida la modernización de la agricultura o la ganadería necesita como medida a priori de todas las demás contar con banda ancha, con una buena cobertura de telefonía móvil para hacer su proyecto viable, sostenible económicamente”, continúa.
Que se lo digan a Guillermo Palacín, ganadero ovino y alcalde de Nueno (PSOE) durante seis legislaturas, que ahora trata de recuperar zonas para el pastoreo con lo que llama “el pastor virtual”, sistema digital por el que además se controla la salud de los animales. “Nuestro futuro pasa por las conexiones a Internet”, enfatiza. “La formación de nuestras escuelas, la sanidad de nuestros consultorios, la vida diaria de nuestros vecinos, la agricultura, la ganadería...”. Y también, sugiere, la viabilidad de muchos negocios que podrían desplazarse de la ciudad al campo.
“Somos conscientes de que no podemos volver a los censos que en su día tuvimos en las zonas rurales, eso es imposible”, dice Miguel Gracia, presidente de la Diputación Provincial de Huesca, designado por la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) para trabajar en la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico. “Pero sí que tenemos que tener unos pueblos vivos donde haya parejas jóvenes que quieran venir a trabajar y vivir con otros alicientes como son temas de fiscalidad o de seguridad social”. Lo más importante, subraya, es el acceso a la vivienda y el trabajo, y dentro del trabajo es esencial la conectividad.
Aída Zamora y su marido José Ángel Guirao sobreviven a pesar de Internet. Vecina del pueblo desde que tenía un año, Zamora estudió en la escuela de arte de Huesca y vivió en la capital un tiempo. Se hizo muralista, trabajó para Port Aventura, Dinópolis... pero cuando fue madre —sus hijos tienen hoy seis y ocho años— dio un giro a su vida. “Quería estar con ellos, cuidarlos”, explica. Hoy, de vuelta en Nueno, se gana la vida como ilustradora online. Zara ha sido uno de sus últimos grandes clientes; ha desarrollado para la cadena textil un envoltorio para la línea de perfumes de bebés.
Llegar hasta aquí, apunta su marido, no ha sido fácil. “Cuando empezamos, tuvimos que esperar a que un vecino se diera de baja de Internet para poder ocupar su sitio, todo estaba cogido”, cuenta. Ahora que lo tienen, su problema es que hay días en que la conexión no funciona y solo pueden trabajar a medias. ¿Han perdido algún contrato? “Contratos, no. Pero hacer esperar a clientes, sí. Y, claro, quedas mal, ¿qué excusa pones?”, lamenta Zamora. La pareja calcula que facturará entre un 30 y 40% más el día que despegue la banda ancha en Nueno.
Según la estrategia digital puesta en marcha en 2010 por la UE, todos los europeos deberían tener banda ancha básica desde 2013, rápida —más de 30 Mbps— para 2020 y ultrarrápida —más de 100 Mbps— también para el año que viene, aunque en este caso el propósito es estar disponible en la mitad de los hogares. Pero el objetivo no se alcanzará en la fecha prevista, a tenor de un análisis de 2018 del Tribunal de Cuentas Europeo, que resalta como uno de los puntos críticos el escaso despliegue tecnológico en el campo. En el momento de hacer el estudio —que, en todo caso, refleja grandes avances— 14 Estados tenían una cobertura inferior al 50% en estas zonas. En el caso de España, el contraste entre el campo y la ciudad es extremo pese a que dispone de una amplia red de fibra óptica —superior a la de países europeos del entorno—.
“El despliegue en el mundo rural tiene dos hándicaps comparado con el de la gran ciudad”, dice un portavoz de Telefónica. “Los costes son más altos por la dispersión poblacional”, explica, “y además te encuentras con que tú despliegas fibra pero luego la penetración es bajísima. Quitando la casa rural, la farmacia... Son gente mayor sin formación a diferencia de lo que ocurre en zonas rurales de Alemania, Reino Unido o Francia, donde tienen mayor capacitación digital”.
Así las cosas, la fibra muchas veces no sale a cuenta y en los despliegues —que siguen sin llegar a todos— se priman las tecnologías radioeléctricas —3G o 4G— u otras que proporcionan acceso desde una ubicación fija (WIMAX) y que “sustituyen de forma exitosa la fibra óptica para proporcionar conectividad de banda ancha de 30 o más Mbps”, según el subdirector general de Redes y Operadores. Telefónica incide en lo mismo y añade: “En conectividad en el mundo rural podemos sacar pecho. Estamos mucho mejor que el resto. ¿Qué queda mucho por hacer? Claro”.
Queda que Paloma Delgado, la doctora que atiende en Arascués, pueda acceder todos los días a los informes de sus pacientes y no tenga que desplazarse a otro centro médico para encargar analíticas. Queda que la madrileña Beatriz González, alguacil en Nueno, no tenga problemas para introducir en la base online los datos que arrojan los controles de agua en la zona. Queda que Laura Valentín no se encuentre en la tesitura de tener que improvisar un plan B en la guardería del municipio cada vez que programa actividades educativas del siglo XXI para los niños. Queda que David Gopegui, dueño de una firma de turismo activo en Borau, pueda quedarse en su casa y no se vea en la necesidad de desplazarse a Jaca para trabajar cuando colapsa la web de su empresa. Queda que su vecina Ana Tirapo, propietaria de la casa rural Los lirios, no tenga problemas para atender las reservas por Internet o cobrar con datáfono. Queda que la administrativa del Ayuntamiento, Ana Murillo, no tarde cuatro horas para acceder a un documento oficial...
En Borau —como en Nueno, Sabayés o Arascués— se respira a finales de noviembre cierta euforia ante el inminente despliegue tecnológico en la zona. “Se supone que la banda ancha cambiará todo para bien”, dice el alcalde Daniel López. “Podremos ser como cualquier persona que vive en una ciudad grande, tener las mismas oportunidades. Y que nos ayude a seguir desarrollándonos”.
—Se les ve como en Bienvenido Mr. Marshall.
—Ayer [durante la presentación del plan de banda ancha] lo parecía, ríe, ¡pero la escenografía era otra, eh!
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