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La violencia y la resistencia de la población complican el ébola en Congo

La OMS advierte del alto riesgo de que la plaga pueda saltar a Uganda y Ruanda

José Naranjo
Un trabajador sanitario pulveriza con desinfectante a un colega en Beni, en Congo.
Un trabajador sanitario pulveriza con desinfectante a un colega en Beni, en Congo. Al-hadji Kudra Maliro (AP)

La violencia que golpea al noreste de la República Democrática del Congo (RDC), donde operan grupos rebeldes en conflicto con el Ejército, y la resistencia a vacunarse y a declarar los casos por parte de la población están complicando la epidemia de ébola que vive este país desde el pasado 1 de agosto. La cifra de contagios se eleva ya a 216 y la de personas fallecidas a 139, convirtiendo a este brote en el cuarto peor de la historia en este país. Un comité de emergencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha reunido este miércoles en Ginebra. Ha decidido no declarar la emergencia internacional pero advierten del alto riesgo de que pueda saltar a los países vecinos, como Ruanda y sobre todo Uganda.

Dos meses y medio después de la declaración de la epidemia, que de momento se extiende por las regiones de Ituri y Kivu Norte, los esfuerzos realizados por la comunidad internacional y el Ministerio de Sanidad congolés no han dado el resultado esperado. Los casos se han incrementado en este último mes en particular en la ciudad de Beni, convertida en el nuevo epicentro del brote. Sólo la semana pasada se detectaron 33 nuevos casos, de los que 24 fallecieron, en un preocupante pico de la evolución de la epidemia que también indica, según el Ministerio, una mejora en el sistema de vigilancia.

La agresión sufrida por un equipo de Cruz Roja a principios de mes cuando estaban llevando a cabo un entierro seguro, con el resultado de dos voluntarios heridos graves, ha elevado todas las alertas respecto a la resistencia de la población a seguir las normas habituales en toda epidemia de ébola. Este rechazo obedece a la existencia de rumores y noticias falsas respecto a la enfermedad y ha provocado que la OMS y el Ministerio de Sanidad redoblen sus esfuerzos de diálogo con la población, para convencerlos de que declaren los casos. Buena parte de los últimos fallecidos son comunitarios, es decir, no fueron detectados mientras estaban enfermos, lo que multiplica el riesgo de contagio.

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El Gobierno congolés, que acaba de anunciar que ha logrado la vacunación de casi 20.000 personas, ha reaccionado con dureza anunciando penas de cárcel para aquellas personas que oculten casos en sus familias o se nieguen a colaborar con las autoridades e incluso ha ofrecido protección armada a las ONG y servicios médicos para que realicen las pruebas y los entierros. Sin embargo, la Cruz Roja ha declinado esta oferta. “Está muy claro que nosotros no utilizamos jamás la protección militar o de grupos armados para llevar a cabo nuestro trabajo, no es nuestro modus operandi”, ha asegurado el secretario general de la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, Elhadj As Sy.

El otro elemento negativo es la existencia en esta región de un conflicto entre el Ejército y grupos rebeldes como el Allied Democratic Forces (ADF) que opera sobre todo al norte de Beni. Las matanzas de civiles se han intensificado en los últimos meses. Aunque los trabajadores sanitarios e investigadores no sean un objetivo directo de estos grupos, el clima de violencia complica su desplazamiento a zonas controladas por los rebeldes.

Ante la preocupante evolución del brote, el secretario general de la OMS, el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha creado un comité de emergencia quem ha celebrado este miércoles su primera reunión en Ginebra. Ya a finales de septiembre, la OMS modificaba su criterio respecto al riesgo de extensión del brote a otros países y lo calificaba como “muy alto” debido a “factores como las líneas de transporte y los movimientos de población”. Esta calificación ha sido mantenida en la reunión.

La ciudad de Beni, nuevo epicentro de la epidemia, se encuentra próxima a la frontera de Uganda en la zona de los Grandes Lagos, un área de gran tránsito comercial.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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