La ONU insiste en que el futuro depende de la libertad de las mujeres sobre su maternidad
El informe sobre el Estado de la Población Mundial revela diferencias abismales en las tasas de fecundidad por regiones
Hassia carga a diario con Abdoulaziz envuelto en un gran pañuelo, está a punto de cumplir un año, es su segundo hijo, ninguno fue planificado y ella aún no ha llegado a los 20. Está aprendiendo ahora a leer y escribir. Es de Níger, el país con la tasa de fecundidad más alta del mundo, 7,1 hijos por mujer; allí, la mitad de la población tiene menos de 15 años y solo el 14% de las niñas fueron al instituto en la última década.
4.800 kilómetros al norte, en Suecia, Andreas Åsander despide a su pareja, Elin, cuando ella se marcha a trabajar; entonces, pone el abrigo a Edda, que tiene 11 meses, y a Lo, de cuatro años, y lleva a esta última al colegio. Luego vuelve a casa para pasar el día con la pequeña. En el país europeo la tasa es de 1,9 hijos, y no hay que elegir entre la carrera y la familia, se conceden 480 días de permisos para padres y madres y, según Hans Linde, de la Asociación Sueca para la Educación Sexual, esta política “ha permitido crear una de las economías del bienestar más sólidas del mundo”.
Soluciones concretas
Según la UNFP, los gobiernos deben empezar a poner en marcha medidas para que la libertad de decidir se convierta en una realidad y, apunta, deben dar prioridad al acceso a servicios de salud reproductiva de calidad, incluidos los anticonceptivos modernos; garantizar el acceso a una educación de calidad que ofrezca una educación sexual adecuada a la edad; llevar a cabo campañas encaminadas a transformar las actitudes machistas; y ayudar a las parejas a tener más hijos, si así lo desean, favoreciendo la conciliación de la vida laboral con la familiar a través de medidas como guarderías asequibles o permisos de maternidad y paternidad mejores y más igualitarios.
Hassia, Andreas y Elin reflejan la diferencia abismal entre países en cuanto a nacimientos y posibilidades. Sus historias son parte del último informe del Estado de la Población Mundial, publicado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en inglés) sobre derechos reproductivos y transición demográfica. Una situación de extremos que Luis Mora, responsable de Género, Derechos Humanos y Cultura del organismo, ve también interesante. “Sea el país que sea, el tema del derecho a decidir se ha configurado como vital, como eje”.
Ese derecho vertebra este análisis que da como resultado una nueva división global que tiene mucho que ver con el resto de derechos relacionados con los reproductivos, como el de la salud, la educación, la no discriminación o tener acceso a un nivel de ingresos adecuados. “Esto tiene una perspectiva individual importantísima, la necesidad obvia de las mujeres para decidir cuándo quieren tener hijos, cuántos o en qué espacio de tiempo. Es un tema profundamente social, porque lo que se deriva de eso toca a las instituciones, a las comunidades, a la economía…”, explica Mora.
Algo que no es nuevo. En 1994, 179 gobiernos ratificaron el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, donde reconocieron que el progreso depende de la igualdad de género, la eliminación de la violencia contra la mujer y su libertad de decisión sobre ser o no madres y reafirmaron la idea de que las cuestiones demográficas, el desarrollo económico y social y los derechos reproductivos están estrechamente ligados y se refuerzan entre sí. Ahora, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible lo incluye entre sus Objetivos. Mora resume toda esa teoría en una frase: “De la capacidad de decidir libremente de las mujeres depende el futuro del mundo”.
Un futuro que, actualmente, no es común a todas las regiones. Según el análisis de la UNFPA, hay cuatro zonas claramente separadas. Están aquellos países en los que hay más de cuatro nacimientos por mujer. "Suelen ser más pobres y con un cumplimiento débil o nulo de los derechos humanos, no tienen buenos servicios educativos y sanitarios, sí tienen una fuerte discriminación de género y suelen darse prácticas como el matrimonio forzoso, que suele conllevar maternidad temprana", explica Mora. "Hay otros en los que la fecundidad se estabilizó, aunque no por los mismos motivos. Unos gracias a programas de planificación familiar y, en otros casos, por las secuelas que dejaron los conflictos bélicos o las crisis económicas", como Ecuador o Marruecos.
En un tercer grupo la fecundidad disminuyó rápidamente; por lo general son países de renta media, aunque algunos de ellos son más pobres y muy pocos son ricos y presentan diferencias muy pronunciadas entre sus zonas rurales y urbanas y entre su población más rica y más pobre, por ejemplo América Latina casi en su totalidad, India o Libia. Y un último conjunto en el que la tasa de fecundidad se ha mantenido baja durante mucho tiempo. "Principalmente los estados más desarrollados de América del Norte, Asia y Europa, donde los problemas están más relacionados con las políticas públicas de apoyo a la natalidad o con la dificultad para conciliar trabajo y vida familiar. Estos se enfrentan a una población envejecida y a economías más débiles a corto plazo", amplía Mora.
En cualquiera de los casos, la necesidad de que las políticas, los servicios y los presupuestos públicos se enfoquen a esto es urgente. Al final, por unos u otros motivos, ningún país ejerce de forma plena los derechos reproductivos de su población: “Los obstáculos son distintos, pero están ahí. Millones de personas tienen más o menos hijos de los que quieren”. Mora arguye que, aunque el camino será complejo, los avances se están produciendo. Desde mediados de los sesenta, la fecundidad global se ha reducido en un 50% y se prevé que, para 2050, ningún país tenga una tasa de más de cinco nacimientos por mujer: "Es un logro importante, la mayor parte de los países se han ido moviendo hacia tasas moderadas o bajas".
Los movimientos migratorios como oportunidad
En un contexto internacional caracterizado por la globalización, por la baja tasa de fecundidad en determinadas regiones y por el incremento de conflictos y crisis humanitarias en otras, el tema del desplazamiento se va a posicionar en la agenda de forma más contundente que nunca. Eso cree Luis Mora, responsable de Género, Derechos Humanos y Cultura y de la UNFPA. Por eso, explica, se requiere un abordaje lejos del miedo o la oposición de determinados países a la inmigración: "Tiene que verse desde un punto de vista racional y analítico que plantee cuáles y cómo pueden ser las mejores vías para enfrentarnos a los desafíos que tenemos por delante. Y esto tiene que venir de la clase política acompañada por la ciudadanía, para dar una respuesta coherente y de largo aliento que suponga un desarrollo sostenible".
Sostenibilidad para una población que, según el último informe anual sobre población mundial de Naciones Unidas, superará los 8.500 millones de personas en 2030, un crecimiento concentrado en pocos países: India, Nigeria, República Democrática de Congo, Pakistán, Tanzania, Estados Unidos, Uganda e Indonesia registrarán la mitad del crecimiento mundial.
Mora sabe, y lo comenta, que el mundo no se encuentra ante el mejor contexto político: “Pero da igual, la historia nos muestra que la mayoría de movimientos migratorios de la historia de la humanidad han tenido repercusiones y consecuencias positivas a diferentes niveles”. Y, de cualquier forma, esto no es solo una oportunidad para el experto, sino una necesidad. “Lo que está claro es que va a ser sumamente difícil, si no imposible, revertir la caída de la fecundidad, ese es un escenario al que nos tenemos que acostumbrar a vivir, y elegir las mejores políticas para llevar este nuevo escenario”.
Ahora, según el experto, es necesario fijar la vista en dos frentes distintos, el de aquellas zonas en las que es necesaria una inversión importante en educación y salud en los próximos años y que, aunque no es un grupo mayoritario, "sí representará el porcentaje más alto de aumento de la población mundial, como la República Democrática del Congo, el único país del mundo donde no se ha reducido la fecundidad"; y en esos otros estados en los que la alarma es la contraria, "estados como Japón, España o Italia, donde la tasa ha descendido tanto que supone, o supondrá, un problema social. En Corea del Sur, por ejemplo, se enfrentarían si no ponen medidas a una pérdida del 20% de su población en las próximas tres décadas". Acciones distintas para circunstancias distintas unidas por un único objetivo, garantizar el derecho a decidir, e hiladas por una única pregunta: ¿tienen los hombres y las mujeres de todos los lugares, todos los niveles de ingresos, de todas las edades el número de hijos que desean tener? La respuesta, por ahora, es no.
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