“Maguette dio la vida por no separar a sus hijas”
Amadou Mactar, el hermano de la víctima, reclama a las instituciones celeridad para repatriar a su hermana y llevar a las niñas a París
"La mayor ya sabía lo que había pasado, tenía esa mirada de miedo y pena que tienen los niños cuando pasa algo grave". Amadou Mactar llegó a Bilbao dos días después del asesinato de su hermana, el pasado martes, en la calle Ollerías Altas. A Maguette la asesinó su marido, M. B. que ya duerme en la prisión de Basauri, en presencia de las dos niñas de casi cinco y dos años. "Sus lágrimas me rompieron el corazón, estaba en shock", describe con ganas de escaparse, de coger un avión de vuelta a París, pero con las dos hijas de su hermana. Alli les espera su nueva familia junto a su mujer y sus dos hijas de edades parecidas. "Lo terrible es que Maguette dio la vida por no separarse de sus hijas", asegura.
La historia de esta joven senegalesa de 25 años es como la de muchas otras que abandonan sus lugares de origen para darles un futuro mejor a sus hijos. Maguette se casó en Dakar con quien al final acabaría truncando sus sueños, y poco después, en 2014, llegó a Bilbao. Lo hizo por el procedimiento de reagrupamiento familiar. M.B. tenía una situación estable trabajando en el mantenimiento de un polideportivo de Bilbao, y se trajo a su familia. Le costó dejar a su madre en la capital de Senegal, después le costó superar la soledad en Bilbao, y sobre todo le costó denunciar a su marido cuando las broncas se tornaron en golpes, en insultos y en amenazas. En su cultura, dar el paso de denunciar malos tratos es un trauma mayor que aguantar los palos, y más cuando tu marido ya ha tejido una red social en la comunidad en la que vive y se expresa con claridad.
"He estado tres veces en Bilbao y las tres por lo mismo, para intentar llevarme a Maguette a París", relata Amadou, pero ella no quería ni oír hablar de irse sin sus hijas. Al estar casados, su marido no iba a permitir que se llevara a las dos, como mucho a una, y ella siempre dijo que no. "Sabíamos que la pegaba, que había agresiones, ella tenía miedo y temía por su vida", pero según explica Amadou, temía más dejarlas con su marido. "Hasta tres veces intenté llevármela. Le decía que se quedara él con las niñas y que cuando viera que no podía educarlas, entonces podría solicitar la custodia desde París, pero ella no tenía ninguna duda. Sin ellas no iba a ninguna parte", lamenta. "Lo terrible es que Maguette dio la vida por no separarse de sus hijas", repite.
Lo terrible es que Maguette ha sido asesinada cuando ya había solicitado medidas de protección. Lo terrible es que la "Justicia con mayúsculas" como reconoció el jueves el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra, ha fracasado con estrépito, y también lo terrible, es que cuando Maguette ya veía la luz al final del túnel, en una fase avanzada del divorcio, su marido la degolló. La autopsia confirmó que la mató entre 24 y 36 horas antes de que el cuerpo fuera encontrado. Después huyó a Mutriku y dejó a las niñas con el cadáver de su madre.
"La tercera vez que vine a Bilbao", reconoce Amadou, "yo denuncié la situación de Maguette, y también lo hizo el marido de la hermana de Maguette, que vive en París y que también intentó convencerla de que se alejara del domicilio conyugal". Ya era demasiado tarde. Desgraciadamente la juez de Violencia de Género que vio la denuncia el día 7 de diciembre de 2017, entendió que el riesgo no era suficiente para darle medidas de protección, y el 21 de ese mismo mes otra magistrada analizó la cuestión penal. En la sentencia del 12 de enero de 2018 quedaba claro que ambos se separaban y que iban a vivir en domicilios diferentes, pero la juez acabó absolviendo a su marido de las agresiones denunciadas. En ambas decisiones la maquinaria judicial falló. Las unidades de valoración del riesgo no emitieron sus informes porque "están saturadas de trabajo".
Ambas resoluciones nacieron cojas y facilitaron las cosas a su agresor. Como ha acabado reconociendo ante el juez, M. B. la asesinó porque no soportaba la idea de verle con otro hombre. No soportaba la idea de que rehiciera su vida. En su mundo interpretaba las relaciones como una pirámide y él estaba en la cúspide. Ahora está en la cárcel y en ese hábitat se ha convertido en el último eslabón.
Maguette estudio educación básica en Dakar y aspiraba a seguir estudiando algo más en España, pero primero tenía que aprender el idioma, algo que tampoco le gustaba, al parecer, a M.B. Su sueño, el que estuvo a punto de acariciar, era el de ganar algo de dinero para ayudar a su madre, y ver a sus hijas labrándose un futuro en Europa. El primero ya no tiene solución. El segundo es posible que lo logre, pero se ha dejado la vida en el camino. "Las instituciones han reconocido que han errado, solo les pido celeridad para que la familia nos podamos reagrupar lo antes posible en París por una parte y en Dakar por otra, con la repatriación del cadáver", pide Amadou.
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