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La UE afronta el reto de hallar una vacuna para la leishmania

El parásito afecta a dos millones de personas al año de las que mueren 40.000

El flebotomo transmite el protozoo de la leishmania.
El flebotomo transmite el protozoo de la leishmania.

De enfermedad olvidada a protagonista de un importante esfuerzo europeo: los seis millones que la Comisión Europea va a dedicar para encontrar una vacuna para la leishmaniasis visceral, una enfermedad causada por un protozoo que es transmitido por la picadura de un insecto, el flebotomo (una especie de mosquito). Los afectados ven cómo el microorganismo se asienta en su hígado y su bazo y lo destruye. Tienen anemia, se debilitan y sus defensas caen. Aunque hay tratamientos, son muy dolorosos y complicados, y exigen estar ingresado tres semanas, algo que en muchos de los países endémicos es toda una proeza, explica Agustín Benito, coordinador de la Red de Investigación Cooperativa de Enfermedades Tropicales (Ricet) y director del Instituto Nacional de Enfermedades Tropicales. “Y no es solo el tratamiento. En el campo en países pobres imagine lo que es que una persona no pueda trabajar durante ese tiempo”, añade.

La leishmaniasis es una enfermedad tan olvidada que ni los propios expertos se ponen de acuerdo en su incidencia. Javier Moreno, coordinador científico del proyecto para conseguir la vacuna, la define como la enfermedad de los “pobres entre los pobres”, porque mientras en una persona sana, bien alimentada, lo normal es que tenga una variante cutánea menos peligrosa, son los más desfavorecidos quienes están en más riesgo de sufrir la enfermedad.

La ONG Iniciativa para el Desarrollo de Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi por sus siglas en inglés), que está buscando alternativas para el tratamiento menos complicadas y con menos efectos adversos, calcula que al año mueren unas 40.000 personas por la variante visceral de esta enfermedad (hay otra variante, la cutánea, menos grave), y que unos dos millones de personas la contraen al año. Hasta 350 millones de personas viven en zonas de riesgo, sobre todo India, Bangladesh, Sudán, Etiopía, Kenia y Latinoamérica.

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Pero no es una enfermedad solo de países pobres, El cambio climático (y las mascotas sin tratar) hacen que haya un aumento en los países europeos de la cuenca mediterránea, señala el Instituto de Salud Carlos III. En Occidente el principal foco son los animales caseros, mientras que en los países pobres lo es el ganado o los animales salvajes. Benito calcula que cada año se dan unos 400 casos en España. “En los ochenta, con el sida y la debilitación del sistema inmune de los afectados, hubo un boom; ahora ya eso no se da”, afirma. Moreno, calcula que ahora en España se dan unos 200 casos al año.

Conseguir una vacuna para las enfermedades parasitarias es “muy complejo”, admite Moreno. Ambos investigadores tienen muy presente el caso de la malaria, causado por otro microorganismo, el plasmodio. “Aunque en este caso el ciclo del protozoo es más sencillo”, apunta Moreno.

El proyecto tiene una primera fase preclínica, que en cinco años se espera que llegue a un ensayo de seguridad ya en personas. En medicina todos los trabajos implican plazos largos, y solo en esta primera fase se calcula que se emplearán cinco años. “Pero partimos de antígenos ya probados”, indica Benito. Esto quiere decir que ya hay preparados que se ha visto en laboratorio que procede una respuesta inmunitaria contra proteínas del protozoo. “La primera fase va a ser juntarlos todos. Tenemos hasta cinco”, explica el investigador principal del trabajo. La idea es reunirlos todos en un virosoma (una especie de virus artificial que tendrá todas las proteínas ya ensayadas) para conseguir una respuesta inmune combinada. “Por decirlo sencillamente, así parece que los antígenos captan mejor la atención del sistema inmune”, indica el coordinador científico del proyecto.

El hecho de que ya se haya probado cada parte por separado les hace ser optimistas. Además, al igual que en el prototipo de la vacuna de la malaria, se van a usar coadyuvantes, sustancias que se añaden para que la respuesta inmunológica sea más potente.

La seguridad del prototipo debe estar probada en cinco  seis años

“Esperamos que esta fase preclínica sea rápida”, dice Moreno. Una vez conseguido el ensamblaje de todas las moléculas que formarán parte de la vacuna —“algo que esperamos que sea rápido”, afirma Moreno— con el dinero de la comisión se espera que se puedan hacer incluso ensayos en fase I (los de seguridad), que se realizarán en Suiza. Hay ya laboratorios dispuestos a participar.

El riesgo está en qué pasará después. “La fase I es el punto crítico”, señala Benito. Pero el hecho de que haya laboratorios ya interesados (los hay suizos, checos y portugueses) anima a los investigadores, porque si esta primera etapa del trabajo se puede sacar adelante con seis millones de euros, hacer las pruebas sobre el terreno supone triplicar esa cantidad. “Obviamente, la vacuna está pensada para zonas endémicas; por ejemplo, Sudán, donde hay un pico cada 10 años”, indica Moreno.

Para más adelante quedan otras cuestiones, como el acceso y el precio (una vacuna para una enfermedad de pobres tiene que ser barata si quiere ser eficaz). Pero esas etapas habrá que solventarlas si, cruzando los dedos, el proyecto acaba on el éxito que sus promotores le pronostican. “Yendo todo bien la vacuna podría estar disponible en un plazo de 10 a 20 años”, opina Moreno.

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