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Tribuna
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La muralla tiene puerta

Estamos como hace 50 años, cuando había un gran ordenador central rodeado de terminales tontos. Lo que cambia es el número de gente que utiliza la nube y la facilidad de uso.

El cloud computing tiene las ventajas de las economías de escala (el coste unitario se reduce y sube la productividad), la disminución del gasto en infraestructura y tecnología, la mejora de la accesibilidad a la información y, en la mayoría de los casos, menos formación de personal propio porque los problemas de hardware y software los soluciona el proveedor del servicio en la nube.

Los ciudadanos nos vemos atraídos hacia estos servicios por su comodidad y simplicidad. No es de extrañar que utilicemos tiendas como Amazon gracias a su compra con un clic o el correo Gmail por la capacidad mágica de búsqueda que lleva asociada.

Internet es el paradigma de la desintermediación. Elimina de un plumazo todos los eslabones de una cadena, pues dejan de tener sentido en muchos mercados y sectores, permitiendo dar al consumidor un mejor precio. Aunque también es importante tener en cuenta que la eficiencia de Internet lleva a que el mejor en cada mercado o servicio se erija en un monopolio a escala mundial.

En los tiempos que vivimos se debe valorar dónde depositamos nuestra información, de qué manera y por cuánto tiempo. Caer en la simplificación de Internet como una gran nube es una mala aproximación. Al igual que no es una gran red, sino un gran conjunto de pequeñas redes controladas por distintas organizaciones.

Conocíamos la potencialidad de ser espiados debido al uso mayoritario de este tipo de servicios. Conocíamos también que existía un programa (PRISM) de la agencia norteamericana NSA, que se dedicaba a acceder a datos en los servidores de Microsoft, Google, Facebook; pero PRISM es tan solo una parte de un programa de vigilancia electrónica masiva que cubre todos los posibles caminos que puede utilizar una persona para comunicarse. Todo eso fue filtrado con detalle por Edward Snowden.

Lo que no había trascendido hasta ahora es la capacidad de esa agencia para el acceso directo al correo electrónico en el estadio previo a ser encriptado en Outlook. Es decir, pueden ver el texto en mi ordenador antes de que este lo cifre. Para ello emplean las mismas herramientas con las que se han dotado los fabricantes de microprocesadores y que utilizan a menudo para corregir defectos de fábrica o para actualizarlos. Este conjunto de instrucciones que son reprogramables es lo que se llama microcódigo. Los parches que Intel y AMD (principales fabricantes de chips) emplean, van encriptados y sin documentación con el fin de que terceros no puedan modificar sus chips. Pero también significa que nadie puede mirar dentro y entender el microcódigo, por lo que se hace imposible saber si alguien carga una puerta trasera en tu ordenador. De esta forma, y sin conocimiento del consumidor, todos tendrían una puerta donde creían haber colocado una muralla.

Andreu Veà es autor del libro Cómo creamos Internet, prologado por Vint Cerf.

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