Peces cada vez más vegetarianos
Los acuicultores aumentan la cantidad de vegetales en la alimentación durante la cría Las doradas pueden seguir esta dieta, aunque sale caro
Soja, guisantes, maíz, trigo, extractos de algas… La dieta de los peces criados en acuicultura cada vez tiene más componentes vegetales. Hasta hace pocos años, doradas, truchas o rodaballos se criaban principalmente con harina y aceite de pescado, pero el carácter limitado de estos recursos, que dependen de la pesca extractiva y el incremento de empresas acuícolas hace que se tengan que explorar nuevos campos. En agosto, un trabajo de Aaron Watson y Allen Place, del Centro de Ciencias Ambientales de la Universidad de Maryland (EE UU), anunciaba que se había conseguido una dieta estrictamente vegetariana para especies como la dorada o la cobia, muy parecida al bacalao. Un grupo de investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia también ha criado doradas con harina de gluten, soja y guisantes, todo compensado con una serie de aminoácidos, aunque resultó ser muy caro.
Cada vez se come más pescado: el consumo per capita de productos acuáticos en el mundo es de 19 kilos por año y en la Unión Europea sube a 23 kilos por año. Curiosamente, gustan las especies más carnívoras, como el salmón, para el que también se han ideado dietas vegetarianas.
Una de las dudas recurrentes de los consumidores con respecto a los peces de acuicultura es saber qué comen. “Se les da piensos con ingredientes de primera calidad, sobre todo, harinas y aceites de pescado, compuestos proteínicos vegetales como soja”, explica Miguel Jover, catedrático de Acuicultura de la Universidad Politécnica de Valencia. El contenido vegetal de esas dietas oscila entre un 15% y un 25%, dependiendo de la especie. Las que más se producen en España son el mejillón (208.000 toneladas), lubina (17.574), trucha arcoíris (16.000), dorada (15.000) y rodaballo (7.000), según datos del Ministerio de Agricultura de 2011.
En la alimentación juegan otros factores, como el sabor final del pescado, algo que se investiga con paneles sensoriales. Una alimentación vegetariana puede que no consiga que el pescado tenga un sabor agradable, pero se puede llegar a conseguir dándole una dieta de finalización en la que aumente la harina de pescado.
Los avances en nutrición han sido uno de los temas centrales del último Congreso Nacional de Acuicultura, celebrado recientemente en Gijón (Asturias). “Se investiga cómo introducir otras fuentes de alimento que no compitan con el consumo humano, porque si lo quitas de ahí no saldría rentable”, cuenta Fransesc Padrós, patólogo de peces e investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Los prejuicios hacia las piscifactorías siguen pasando factura a un sector responsable de la mitad de los alimentos acuáticos que se consumen en el mundo y que España lidera a nivel europeo, con 271.963 toneladas de producción en 2011. En valor económico, el líder es Reino Unido (789,9 millones de euros). “Existen muchos mitos en cuanto a lo que comen los peces, y esa percepción es difícil de cambiar”, dice Luis Guerrero, miembro del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de la Generalitat de Cataluña. “Cuando se come un pollo nadie se plantea que come pienso y en caso del pescado, sí”, añade. Entre 2010 y 2011, Guerrero realizó una cata a ciegas en la que participaron 900 consumidores. La mayoría prefirió el sabor de los rodaballos, lubinas o doradas de acuicultura. Cuando les informaban de la procedencia, elegían el salvaje.
Para hacer la harina de pescado con la que se les alimenta se utilizan otras especies acuáticas —obtenidas de la pesca extractiva— y también restos de despiece. Por ejemplo, recortes de atún enlatado. “Un 25% de la harina y el aceite de pescado procede de los recortes de fileteado”, explica Javier Ojeda, de la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos (Apromar). Tanto los investigadores como los empresarios subrayan que los productos con los que se elaboran estos piensos son aptos para el consumo humano y que la Unión Europea hace un control exhaustivo, en ocasiones diario, del proceso. Con la crisis de las vacas locas, la Comisión Europea prohibió que los piensos contuvieran restos animales. Poco a poco se ha ido readmitiendo. En junio se volvió a permitir utilizar harinas animales que contengan proteínas de cerdo o pollo, pero no de rumiantes (oveja, cabra o vaca).
Pero la acuicultura no siempre se circunscribe a lo que ocurre dentro de los viveros flotantes. Pablo Sánchez Jerez, investigador del Departamento de Ciencias del Mar de la Universidad de Alicante, investiga las interacciones con los sistemas costeros, y asegura que muchos de los peces que nadan cerca de las jaulas, como jureles, alacha, bogas y mújoles se ponen verdaderamente gordos comiendo el pienso que les sobra a las granjas de dorada y lubina. “Entendemos que la forma más natural de criar a un pez es aquella que tenga menos impacto sobre el entorno”, dice. El objetivo ideal es conseguir la nutrición correcta a precio asequible, y que también sea sostenible.
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