_
_
_
_
SOSTENIBILIDAD

Señorías, queremos solo una sede

Los detractores de tener dos oficinas denuncian que mantener Estrasburgo cuesta 180 millones de euros al año Los defensores alegan razones históricas y simbólicas para mantener una reunión mensual en territorio galo

A. A. L.
Sesión en el Parlamento Europeo en Estrasburgo el pasado 21 de mayo.
Sesión en el Parlamento Europeo en Estrasburgo el pasado 21 de mayo.VINCENT KESSLER (REUTERS)

El debate está abierto y lejos de cerrarse. Cada vez son más numerosas y visibles las voces de eurodiputados en el Parlamento Europeo que piden una sola sede para este organismo, que ahora cuenta con dos: Bruselas y Estrasburgo, ciudad a la que se trasladan desde la capital belga una semana al mes para celebrar los plenos.

Edvard Kozusník, eurodiputado conservador de 42 años, de República Checa, se ha alzado como uno de los líderes que reclaman una sola sede. “Es una cuestión simple. Económica”, explica. Conocido como “el ciclista”, porque ha recorrido medio continente a dos ruedas y sin motor, Kozusník ha dado un impulso a la campaña Single Seat (un asiento, en inglés) con su vídeo Just one Second, en el que recoge un segundo de cada día de un año de su vida, para demostrar el trasiego que una vez al mes viven los políticos, funcionarios y despachos del PE para recorrer los 409 kilómetros que separan Bruselas de la ciudad gala.

“Un tercio de las imágenes son de viajes”, destacó el protagonista durante la presentación del vídeo en Madrid el pasado 31 de mayo. Junto a Zozusnik, apoyando la causa, estuvo Pablo Arias, eurodiputado del Partido Popular. “No nos podemos permitir dos sedes. Es una mala gestión de los fondos públicos que cuesta 180 millones de euros al año a los contribuyentes, a los que les pedimos austeridad”, explicó Arias.

Ambos eurodiputados subrayaron que esta petición de una sola sede no tiene color político. Miembros de los verdes o los socialistas coinciden en la reivindicación, mientras que gobiernos nacionales populares y conservadores no se mojan para no enemistarse, diplomáticamente, con una Francia contraría a que el poder de la UE se concentre en Bruselas.

“Nuestra postura es sencilla: para Francia resulta importante respetar los tratados que fijaron la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, ciudad símbolo – hay que recordarlo – de la reconciliación franco-alemana y punto de partida de la construcción europea. Para nosotros, la decisión es intangible y no negociable”, aseguraba en un comunicado Bernard Cazeneuve, ministro delegado de Asuntos Europeos, el pasado 25 de octubre. “La ubicación de las instituciones europeas en toda Europa permite preservar la Europa policéntrica que desearon los padres fundadores”, añadía.

Estas razones históricas y simbólicas de reconciliación tras la II Guerra Mundial no justifican, sin embargo, el gasto que supone tener dos sedes, según los defensores de una sola oficina.

Pero, ¿es sostenible tener dos sedes? Cada vez son más numerosos los que opinan que no. Ni económicamente, ni en términos ecológicos. Entre ellos, hay quienes como Kozusník no se decantan abiertamente por el cierre de Estrasburgo, que ya permanece vacía 317 días al año. Sino que abogan porque haya una oficina, sea en una ciudad u otra. Otros piensan que lo lógico es que se mantengan solo las instalaciones de Bruselas, donde también está la Comisión.

Además del coste económico de 180 millones al año que suponen los traslados de personal y los papeles de sus señorías, que viajan en unas cajas verdes del tamaño de una maleta grande los viernes para que los lunes ya estén en su destino. El trasiego entre ambas sedes tiene un impacto medioambiental: unas 19.000 toneladas de CO2 que acaban en la atmósfera, según los datos del movimiento “Single Seat”.

Los datos son tozudos y la coyuntura económica adversa ha propiciado que la corriente favorable a una sola sede tome impulso. Ya en noviembre de 2011, el 88% de los eurodiputados votó a favor de una enmienda que defendía esta opción. Los argumentos económicos, con mucho peso en un momento de crisis y desafección ciudadana hacia la clase política percibida como privilegiada y alejada de los problemas sociales cotidianos, vencían a los históricos. Sin embargo, la oposición de Francia, con derecho a veto, terminó bloqueando el proceso.

“El Parlamento europeo está instalado desde 1962 en Estrasburgo, que también es la sede de otras instituciones: El Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el mediador europeo”, explicaba en su nota Cazeneuve, quien además señalaba que otros organismos están dispersos por el continente, como el Banco Central Europeo, que se encuentra en Frankfurt.

A favor o en contra, en Estrasburgo o en Bruselas, reducir a una las sedes del Parlamento Europeo requeriría un cambio en los tratados de la Unión, para lo que hace falta mayoría en el Consejo (formado por los primeros ministros de cada país miembro). Kozusník empezó, el pasado febrero, a pulsar la opinión de los representantes nacionales para anticipar cuál sería el resultado en caso de votación. Para ello, envió una carta a los 27 en la que les exponía sus argumentos y solicitaba una respuesta al respecto. La mayoría, entre ellas la del Gobierno español, eran contestaciones ambiguas. No especificaban ni sí, ni no. Solo el británico David Cameron y el francés François Hollande, se mojaron. El primero, a favor; el segundo, en contra. El debate está abierto y lejos de cerrarse.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

A. A. L.
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_