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GREGORY WINTER Premio Príncipe de Asturias de Investigación 2012

“El siguiente reto son anticuerpos que actúen contra varias dianas”

Gregory Paul Winter, investigador puntero en anticuerpos.
Gregory Paul Winter, investigador puntero en anticuerpos.LUIS SEVILLANO (EL PAÍS)

El químico británico Gregory Winter, de casi 62 años —los cumple el 14 de abril—, ganó el año pasado el premio Príncipe de Asturias de Investigación. Transformado en bioquímico (hay webs que le llaman biólogo; otras, ingeniero genético), fue el artífice de una de las claves en el tratamiento de multitud de enfermedades: el uso del sistema inmunitario o de sus peones, los anticuerpos, para combatir desde el cáncer hasta enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide. Pero “eso ya está funcionando”, dice sin falsa modestia. “Ahora el reto es conseguir anticuerpos con varias funcionalidades, que actúes sobre varias dianas”, afirma. “Con ello los tratamiento serían más fáciles. Igual que en el cáncer aparecen resistencias y hay que dar otro fármaco, si el mismo medicamento tuviera varios objetivos sería más útil”.

Winter llegó a la inmunología de rebote. “Como químico, lo que me interesaban eran los catalizadores, las sustancias que intermedian en las reacciones. En la mayoría de la química, estos actúan a elevada presión y temperatura, y con disolventes orgánicos, pero en los sistemas biológicos esto no es así: las enzimas, que son los catalizadores naturales, lo hacen en condiciones ambientales”, afirma. Por eso cuando se licenció su trabajo se orientó “a fabricar una enzima sintética, daba igual para qué reacción. Lo importante de las enzimas es que tienen huecos, lazos, sitios donde se meten los compuestos que van a reaccionar. Son estructuras muy precisas”, explica.

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Esa configuración especial fue el vínculo con la inmunología. Los anticuerpos (las moléculas que marcan los microorganismos —virus, bacterias, hongos— extraños al organismo para su destrucción posterior) tienen una propiedad similar: son específicos, se unen de manera de concreta a las proteínas. “Fue mi jefe, el argentino César Milstein, también en Cambridge, el que me animó a cambiar la orientación de mi trabajo”, recuerda. “Aunque yo estaba involucrado en el trabajo con anticuerpos desde un punto de vista diferente del suyo, porque yo era químico y lo veía más desde el punto de vista de las estructuras, él ya estaba trabajando desde un punto de vista clínico”.

De aquel trabajo surgieron los primeros tratamientos biológicos como los anticuerpos anti-TNF, comercializados con el nombre de Humira, un tratamiento que ya está indicado para multitud de enfermedades, como la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn o la espondilitis. Aunque en otras enfermedades el modelo animal, los ratones, suelen ser solo una primera fase que muchas veces se frustra, “en este caso eran muy buenos y los resultados son completamente predictivos en humanos”, afirma. “Los problemas eran similares”.

Aquellos descubrimientos fueron en los ochenta. “Se pensó que con los anticuerpos humanizados habíamos encontrado la panacea, pero aquel entusiasmo se paró”. No porque sean inefectivos, advierte. Pero hay varios retos pendientes. Uno de ellos es el precio.

“Es posible que la síntesis química sea más barata que la actual, por medio de cultivos celulares. Si el péptido es pequeño, puede ser más barato fabricarlo de nuevo. Tendría la ventaja de que todas las moléculas serían idénticas —algo que no sucede con las obtenidas de cultivo, donde hay una gran variabilidad por mutaciones y recombinaciones— y que se evitarían procesos como la purificación”, afirma. No es hablar por hablar. “Cuando tengamos un candidato prometedor, pero hay una barrera, que es establecer el sistema GMP [siglas en inglés de buenas prácticas de fabricación, el estándar de calidad ]”.

Winter, que es también un hombre práctico —no en vano su método de síntesis se usa en la mayoría de los procesos y ha convertido sus productos en superventas— apunta otras posibles vías de ahorro: “Fabricar anticuerpos pequeños. Las moléculas pequeñas tienen otras ventajas. Se trataría de quedarnos solo con la parte esencial, los bucles, los puntos de unión. Tiene la desventaja de que duraría menos en el torrente sanguíneo, pero, en cambio, podría atravesar barreras biológicas, membranas celulares que los grandes no pueden”.

Ello, unido a la polifuncionalidad, son sus objetivos en este momento. O sus aspiraciones. Y, junto a ello, claro, el ajustar “cada tratamiento a cada paciente”. “Saber que lo que le vas a dar, que es caro, va a funcionar”. Muchos retos para una mente que, pese a la tranquilidad con la que habla, es capaz de acelerarse cada vez que se le cuestiona.

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