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“Fui educada para ser ministra o princesa”

La ministra de Turismo libia fue la segunda arquitecta de su país

Naiara Galarraga Gortázar
La ministra libia de turismo, Ikram Basha Imam.
La ministra libia de turismo, Ikram Basha Imam. Carlos Rosillo

Llega unos minutos tarde a la cita, se disculpa por la demora: “Estaba haciendo gestiones, llamadas telefónicas”. ¿Algún imprevisto en Trípoli? “No, para nada, son las llamadas habituales al despacho para dar las instrucciones del día”. A las 8.45, la ministra de Turismo de Libia, Ikram Basha Imam, todavía no ha desayunado, aunque está levantada desde las 6.30. Nos sentamos cara a cara en la cafetería de su hotel de cadena estadounidense.

Es su segunda visita a España. La vez anterior vino también como miembro de la delegación libia para participar en Fitur, la gran feria del turismo. Pero aquello fue “antes de la revolución, hace 11 años”, durante la dictadura de Gadafi. “Nunca lo conocí, ni me reuní con él”, precisará más adelante para evitar suspicacias. ¿Usted pensó alguna vez que podría llegar a ministra? Escucha la pregunta, sonríe y dice solemne: “Fui educada para ser ministra o princesa”. ¿De verdad? Dicho así, sorprende. Aquí la explicación: “Mi padre era ministro y el número tres del palacio del rey”. Aquel rey, Idris, fue derrocado en 1969 por un coronel llamado Muamar el Gadafi al que 42 años después mataron sus compatriotas tras descubrirlo en una alcantarilla. “La nuestra era una de las familias que estaba en contra de él, pero sin violencia. Mi padre nos sugirió que hiciéramos carrera profesional, nada de política con Gadafi”, relata. Le hizo caso.

La ministra viene a promocionar el país magrebí como destino turístico tras varias décadas cerrado a cal y canto por el sátrapa “porque nos quería ignorantes”. Potencial tiene, sin duda. Imam desgrana lo que ningún visitante debería perderse: las maravillosamente conservadas ruinas de Leptis Magna —“donde se sentirán como romanos porque hay casas, está el mercado”—, las de Shabrata, las de Shahat —“en las montañas verdes, que llegan hasta el mar”—, los 2.000 kilómetros de playas, la ciudad vieja de Gadamés, “en medio del desierto, a 2 o 3 horas de viaje en coche desde Trípoli”, las montañas bereberes de Jebel Nafusa o el arte rupestre en las montañas negras.

Advierte de que Libia aún no está preparada para recibir miles de visitantes. El objetivo ahora es, explica en un inglés aprendido en su Trípoli natal, buscar inversores, regularizar el sector y formar personal mientras se reparan los abandonados hoteles.

Imprescindible para que llegue el turismo a este país inmenso, muy poco poblado, y que nada en petróleo, será el restablecimiento de la seguridad. Existen menos armas en las calles pero quedan algunas, admite. La clave es, recalca Imam, activar la economía, empleos para la juventud.

Antes de llegar a ministra, en otoño pasado, ya fue pionera. “Fui la primera arquitecta de la Universidad de Trípoli (en 1975) y la segunda de Libia”. “La primera se licenció en El Cairo”, apostilla. A estas alturas la familia ya no le tiene tan ocupada como antaño. Es madre de dos hijas y dos hijos. Un ingeniero, “el mayor, que participó en la revolución”, una arquitecta, una informática y un estudiante de contabilidad.

Cuenta que en los sesenta llegaban cruceros a sus costas y que hasta Sofía Loren rodó en Libia. Antes de salir para Fitur, toma un cruasán con miel y zumo de naranja, “azúcar para afrontar el día”. Tiene una agenda apretada, sin mucho hueco para el turismo, pero el domingo recalará en Granada. Y no piensa perderse La Alhambra. La parada prioritaria de muchos árabes si están de turismo en España.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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