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SABINO MÉNDEZ / EXPORTAVOZ DE LA SOCIEDAD GENERAL DE AUTORES

“La SGAE es la metáfora de la crisis”

El músico, escritor y exportavoz de la Sociedad General de Autores, Sabino Méndez, nos cuenta como vivió el escándalo de la institución

Daniel Verdú
Sabino Méndez, compositor de música frente a la SGAE.
Sabino Méndez, compositor de música frente a la SGAE.Bernardo Pérez

Este hombre es músico y escritor. Cerebro y compositor de los grandes éxitos de Loquillo y los Trogloditas. Y un día, como a muchos antes de su profesión, alguien le convenció para entrar en la junta de la SGAE. Sí, la que era afín a Eduardo Teddy Bautista. Pero él cuenta que quería cambiar cosas y pensó en hacerlo desde dentro. Así que hubo elecciones, salió y al cabo de nueve horas la Guardia Civil entraba en el palacio de Longoria y se llevaba detenido al director general y el juez imputaba a la cúpula directiva. Casi nada. “Me quedé alucinado y con dos opciones: salir corriendo o, la parte más responsable, intentar ver qué había pasado. Me quedé sin vacaciones. Pero en un año hemos hecho muchas cosas: auditorías, comunicación, Arteria… Hasta el 8 de mayo que fueron las elecciones no paramos”, cuenta sentado en el patio interior de la sede de la SGAE.

Sabino Méndez no tenía ni idea de cómo funcionaba un ente así. Pero aceptó convertirse en portavoz durante la transición. Se dejó aconsejar, cuenta. Víctor Manuel le echó una mano: “Ha sido el ancla de la transición”. También los trabajadores de la casa, muy implicados en el proceso. Y así, más o menos, fue analizando cómo se había llegado a la catástrofe.

Teddy Bautista no estaba acostumbrado a que le pidieran explicaciones y acumuló demasiado poder

“Hay una cosa muy clara: mientras los artistas se dedican a la labor monótona y aburrida de repartir el dinero de los derechos, todo va bien. Pero hay un momento en el que se aburren y quieren verter sus sueños de gestor cultural. Y ahí es cuando se embarcan en proyectos alejados de la realidad. Como le pasó a Teddy. Por eso ahora cualquier cargo solo puede estar ocho años”, explica en referencia a una de las reformas estatutarias que ha hecho la sociedad, que ahora preside Antón Reixa.

Méndez dice que apenas habló tres veces con Bautista. En alguna de ellas saltaron chispas, cuenta. Pero, en cierto modo, comprende algunas de las actitudes que ahora se le atribuyen. “Cuando eres tan mayor, has visto tantas cosas y sabes tanto… no quieres oír otra versión. Ya no tienes paciencia para debatir, escuchar, llegar a acuerdos. Le costaba reconocer que él no lo sabía todo. A su alrededor hubo siempre una reverencia que le perjudicó. No estaba acostumbrado a que le pidieran explicaciones y acumuló demasiado poder”.

Cuando los artistas se dedicaban a repartir el dinero de los derechos todo iba bien

Tanto él como la nueva junta (habrá que ver cómo maduran los buenos propósitos) fijaron su trabajo en la idea de que la SGAE había perdido de vista su objetivo social y había mutado en mercantil. “El otro gran problema ha sido la pedagogía. Teddy era el que explicaba las cosas, pero no hubo un trabajo de comunicación para explicar la labor de la SGAE”. Y en eso, concretamente, ha puesto su empeño Méndez estos meses.

En eso, y en empezar a buscar soluciones para el gigante de Arteria, la red de teatros que la SGAE compró por todo el mundo y en la que se gastó 250 millones de euros. “Es el sueño de gestor cultural. Y es la inmensa resaca de un pelotazo gigante de nuevos ricos. Pensábamos que estábamos en el G-8. Y está pasando en todo el país. Lo de la SGAE es la metáfora de la crisis, del pelotazo de los últimos 15 años que ha terminado por afectarnos a todos. Y ahora hemos despertado y hemos visto que no era real. Para mí es complicado saber qué pasaba por esas mentes para pensar que no era un sueño”.

A todo esto, justo cuando explotó el escándalo de la Operación Saga en la SGAE, Méndez iba a meterse en el estudio para volver a grabar con Loquillo. Después de tantos años distanciados, 27 concretamente, iban a volver a grabar. Pero tuvo que posponerlo hasta ahora. Ya casi lo tiene y ha salido “fantástico”, explica. “Toda la tensión con la que venía ha beneficiado al disco. La tensión es buena para el rock and roll”. La SGAE, en cambio, sueña con enterrarla al fin.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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