“Ya basta de eruditos hablando para la tribu”
Líder de un proyecto europeo, la medievalista defiende la difusión de la historia a la sociedad
El edificio del Centro de Historias Humanas y Sociales del CSIC y la sede de EL PAIS conviven en el madrileño barrio de San Blas, una zona industrial con una ¡variada! carta de menús, pero la investigadora científica Ana Rodríguez López (Madrid, 1961) es más bien de tupper y de no cortar a mediodía. Por eso la cita se realiza en la terraza del comedor del centro en el que trabaja: “Prontito, antes que lleguen los demógrafos que realizan un congreso”.
La medievalista lidera un proyecto de investigación y de formación de la Comisión Europea, dotado con 3.300.000 euros, en el que participan, entre otras, 8 instituciones académicas, entre ellas 3 universidades británicas, la Sorbona, 2 romanas y la de Tel Aviv. “Las mujeres arriesgamos más, tenemos menos sentido del ridículo y somos muy laboriosas”, cuenta, como restando importancia al hecho de que las mujeres consigan por mayoría la mayor parte de los proyectos de la UE en el marco de la investigación.
El proyecto que dirige —Poder e instituciones cristianas e islámicas en el medievo— parte de una pregunta histórica: ¿Por qué ciertas formas de institucionalización y de continuidad institucional llegaron a caracterizar la sociedad y el Gobierno en la cristiandad occidental, al final de la Edad Media y no en el mundo islámico? En busca de una respuesta, que escape de la disyuntiva Oriente-Occidente, y como parte del trabajo, contratarán a una decena de licenciados y dos doctores que bucearán sobre las distintas maneras de construcción de la memoria y cómo se han ido formando las sociedades. “La historia es lo más manipulable del mundo y la historia medieval más, porque a través de ella se busca un componente de legitimación de los Estados”. El trabajo del grupo que dirige esta investigadora romperá con simplificaciones de ese tipo: “Nosotros no somos nuestros antepasados, hay que complejizar las cosas y ver cómo se construyen las políticas sociales. La historia nunca es lineal, nos hemos quedado sin herramientas y hay que buscarlas”, añade sin apenas probar bocado del sándwich mixto que acabará enfriándose sobre la bandeja.
Lo de irse fuera no es un exilio, es fundamental para la formación”
A Rodríguez le gustan las teorías del medievalista francés Marc Bloch que prevenía de dos mitos recurrentes: el demonio de los orígenes y la manía de enjuiciar. La investigadora sostiene que los medievalistas deben diversificarse y transferir sus conocimientos a la sociedad sin por ello perder rigor: “Ya basta de eruditos hablando para la tribu”.
Rodríguez se define como un “producto CSIC”. Forma parte de la generación que, en los años ochenta, ya empezó a moverse por Europa, lo que le permitió tejer redes de trabajo. Consiguió una beca para investigar fuera. Pasó dos años en París y estancias largas en Roma y en Inglaterra
. En el 87 volvió precaria y encadenó becas y contratos temporales hasta que, en 2004, ganó la plaza de investigadora. “Lo de irse fuera no es un exilio, es fundamental para la formación”, dice. Habla inglés, francés, chapurrea italiano y se pelea con el alemán. En su profesión la conciliación es complicada por eso intenta estar a las 8.00 en su despacho, en el arranque de una jornada amplia. Procura no llevar trabajo a casa: “Subiendo por la rampa del garaje ya estoy pensando en la cena”.
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