Miriam Garlo: “Aprender la lengua de signos a los 30 fue como empezar a ver el mundo en color, el cerebro se coloca en un lugar de felicidad”
“Más que referente, soy representativa”, asegura la actriz, protagonista de la película ‘Sorda’. La cinta ha sido dirigida por su hermana, Eva Libertad, y se acaba de alzar como vencedora en el Festival de Málaga, en el que Garlo ha sido premiada como mejor interpretación femenina

Cuando Miriam Garlo (Murcia, 40 años) empezó a pensar en ser madre, le sobrevinieron todos los miedos que le puede venir a cualquier mujer que se plantea dar el paso y algunos más porque, en su caso, sería “ser madre sorda en una sociedad oyente”. Lo compartió con su hermana, la directora Eva Libertad, y esta le sugirió que los pusiera por escrito y cuando leyó las dos páginas de miedos y de posibilidades (“Si nace sorda, si nace oyente…”), la cineasta vio ahí una historia que contar. “Esa lista se convirtió en el corazón dramático del cortometraje”, explica Libertad sobre el corto Sorda, que se estrenó en 2021 y, tras unos meses iniciales, arrancó una andadura de festivales y premios internacionales y les presentó una experiencia, trabajando las hermanas juntas, que sintieron la necesidad de expandir. Cuatro años después, el pasado mes de febrero, presentaron en el Festival de Cine Internacional de Berlín el largometraje Sorda, entre público oyente y no oyente, y además de llenas de buenos comentarios, se marcharon con premio. Muy buenas sensaciones que se han repetido en el Festival de Málaga, donde el sábado la película se alzaba con la Biznaga de Oro y el trabajo de Garlo era premiado como mejor interpretación femenina (ex aequo con Ángela Cervantes).
“Lo de Berlín ha sido algo muy grande, con muchas miradas, muchos ojos prestándote atención y muchos nervios también que no sabes qué significan, pero que son de satisfacción, de excitación y de estar orgullosa de lo que hemos hecho, que no es algo inmensísimo, pero es un pequeño grano de arena”, contaba Miriam Garlo a S Moda, entre un festival y otro.

Miriam habla perfectamente, lee los labios y va acompañada de un intérprete porque la lengua de signos es “su agua en mitad del desierto”. La actriz y fotógrafa se quedó sorda a los siete años, pero hasta los 30 no aprendió a signar ni descubrió o asumió su identidad como sorda. “De los siete a los 30 para mí ha sido un infierno, siempre lo comparo con lo que es ser homosexual y estar dentro del armario, o sea, una situación en la que todavía la presión social, la vergüenza ajena y la falta de entendimiento y el desconocimiento que me rodeaba hacían que yo no pudiera escucharme a mí misma”. Todos esos años fueron para ella “una carrera por demostrar que podía conseguir lo mismo que todos, que no era tonta”.
“Lo que hice entonces fue dedicarme a estudiar, estudiar y estudiar porque yo veía a la gente que podía hacer cosas que yo no podía y me daba rabia y le dedicaba el triple de tiempo”, continúa. A los 30, después de unos años en Madrid, volvió a casa, a Murcia, donde sigue hoy, porque quería conectar con sus raíces. “Durante un periodo de dos años y pico caí en una depresión profunda y ahí fue cuando de repente me di cuenta de que a nivel intelectual yo había demostrado todo y necesitaba resolverme a nivel personal. Empecé a señar en lengua de signos y yo todavía no sabía lengua de signos, decidí aprenderla y para mí fue como empezar a ver el mundo, que hasta había sido en blanco y negro, en color; me doy cuenta de que el cerebro cuando signa se coloca en un lugar de mucha felicidad, de mucho alivio, mucha comodidad y que cuando recibo la lengua de signos, siento una emoción y una flexibilidad que antes no tenía”. Se le abrió entonces un mundo, el de la comunidad sorda, en concreto la de Murcia. “Y es cuando de repente empiezo mi segunda vida”, afirma.

De los hilos de esa comunidad empezó a tirar Eva Libertad para escribir el largometraje, en el que querían, en palabras de su protagonista, Miriam Garlo, “construir un personaje que fuese muy complejo, que fuese auténtico y que fuese el retrato de una mujer que se enfrenta a la maternidad en la que ya de por sí todas las mujeres pasan por muchas dudas, incertidumbres, miedos”. Y esa mujer es sorda, sí, pero no quieren que eso se cuele en el primer término. “Transversalmente la sordera está ahí porque es una condición que ella tiene, pero no queríamos que la peli hablase solo de sordera, sino que la sordera estuviese de alguna manera normalizada en su condición”, explica Garlo, que comparte protagonismo con Álvaro Cervantes, como su pareja oyente. “Ahora bien, teníamos mucho interés, por supuesto, en hacer una película donde se viese la riqueza de pertenecer a una comunidad sorda que nos ampara y nos protege como un paraguas, como lo hace para mí como mujer y actriz sorda”.
El reto era contarlo todo sin que “fuese una película panfletaria o un proyecto de sensibilización didáctico o explicativo”, insiste la actriz que, además, no quiere que su condición personal como actriz sorda sea el titular en la presentación de la película. “A mí me da un poquito de respeto el tema de considerarme referente. Yo sé que hay un grupo de personas sordas que estamos trabajando bastantes años desde el teatro, desde la poesía y desde el cine en abrir puertas. Yo he tenido la suerte de que Eva Libertad es mi hermana y que es directora y llevamos trabajando juntas toda la vida para esto”, cuenta, y hace referencia a los años que dedicaron en el grupo de Bellas Artes de la Complutense al teatro, un arte al que sus padres les introdujeron desde muy pequeñas (“Con 10 años empecé a trabajar en mis primeras obras”, cuenta la actriz).
“Yo sí quiero aportar mi granito de arena, sobre todo porque el día a día es muy difícil a nivel de autonomía, de falta de libertad, de excesivo maternalismo o paternalismo, en fin, cosas que cuando no estás enferma son muy difíciles de gestionar y las personas sordas no estamos enfermas”, cuenta y explica que, precisamente, en la formación como actriz se ha encontrado obstáculos en los últimos años no pudiendo acceder a cursos que no se adaptaban a personas sordas. Aunque ella creció sin referentes, tampoco quieren que la consideren uno. “Considero más que soy representativa, porque yo vivo mi sordera en base a mi trayectoria”, añade. Y, en ese sentido, deja muy claro que lo único que comparte con Ángela, su personaje es la sordera. “Conozco sus luces y sombras, pero no tenemos nada que ver ni en carácter, ni en toma de decisiones. Es un personaje construido y ficcionado”, enfatiza mucho sobre el hecho de que no hace de sí misma, un prejuicio muy habitual hacia actrices y actores con discapacidad. Para construir a Ángela, Garlo ha tenido, por ejemplo, que trabajar mucho la voz de alguien que se queda sorda antes de saber hablar, se preparó para la difícil (casi terrorífica) escena del parto prácticamente improvisada o también para las secuencias más íntimas de pareja.

“Lo que estoy queriendo reivindicar es que sí, soy una actriz sorda porque no oigo, pero construyo personajes en cada proyecto en que me implico. Y eso es un estigma que creo que nos hace bastante daño y que reduce. O sea, es una perspectiva muy reduccionista de las personas con discapacidad y las posibilidades que tenemos”, continúa. “Entiendo que ahora se ponga el foco en mí, pero tiene que ver con esa escasez de personas sordas que no han tenido oportunidad de entrar en lugares de participación creativa y de explicar cómo somos y cómo vivimos. Esa necesidad de considerarme a mí el único referente no me pertenece, eso tiene que ver con una violencia estructural y un desconocimiento todavía general de señalar lo diferente como si fuera único y exclusivo, pero no es así. Ojalá a partir de ahora esto no sea un bombazo, sino que salgan más personajes sordos en series y películas como hay personajes rubios”.
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