Malena Villa: “No hay nada más ‘deserotizante’ que un actor desesperado por trabajar”
La actriz y música argentina aborda junto a Ester Expósito en la película ‘El llanto’ la violencia contra las mujeres
El llanto, escrita por Isabel Peña (As bestas) y Pedro Martín-Calero, que también dirige en su debut en el largometraje (por el que ganó el mes pasado la Concha de Plata ex aequo a la mejor dirección), cuenta una historia sobre miedos heredados y estructurales que atraviesan a las mujeres, da igual el país en el que estén o el tiempo en el que vivan. Usando los códigos de género del terror y del suspense apelan a los miedos muy reales de las mujeres. “Estamos malditas”, dice el personaje de Mathilde Ollivier, una de las tres protagonistas, en un plural mayestático terrorífico. Malena Villa (Buenos Aires, 28 años) es otra de las actrices del filme que, con Ester Expósito, completan el triángulo protagónico “contado en dos tiempos, los noventa y la actualidad, y entre dos lugares, Madrid y Buenos Aires”, explica la intérprete argentina (El ángel, Matadero…), para quien la película, que se estrenó en San Sebastián y pasó después por Sitges, es su segundo proyecto en España, pero el primero con el que siente, acá y allá, que todo podría cambiar. Y a pesar de ese estar al borde de la variación vital, se encuentra muy tranquila porque hace tiempo que encontró en la música otra forma artística plena por la que en su país de origen es casi más conocida.
¿Llega a El llanto por un casting clásico?
Sí, yo sabía que Ester estaba involucrada y que era de terror y poco más. No conocía el trabajo de Isa ni de Pedro. Obviamente, se sabía que estaba Ester y eso implicaba que muchas actrices argentinas querían estar en el proyecto, había como un hambre con él que a mí, no sé por qué, no me pasó y creo que quizás fue una ventaja por la que acabé seleccionada.
Entonces, ¿qué le atrajo al principio?
Yo tengo una forma de trabajar muy peculiar, hago los castings y, después, cuando me seleccionan, me tomo la libertad de si no me gusta el guion decir que no, cosa que es rara porque en los procesos de selección se asume que el actor sí o sí quiere trabajar en el proyecto cuando, en realidad, el actor no tiene ni idea de qué trata. Yo trabajo así y a mí hay algo de las pelis de terror que no me gusta, no entiendo cuál es el mensaje que quieren dar, generalmente angustiante y desesperanzador. Siempre dije que no a todas las propuestas de pelis de terror que me habían hecho hasta ahora; pero en este caso, las escenas estaban bien escritas y algo ahí me llamó la atención. Y cuando leí el guion, me entusiasmó. Sin querer spoilear mucho, habla sobre este acecho con el que conviven las mujeres. En las películas de terror siempre hay un monstruo, un fantasma o seres del inframundo… En este caso, es algo que no está tan figurado y que representa muchísimo esa realidad con la que viven las mujeres desde hace años.
Como mujer argentina, ¿cómo vive esos miedos hoy?
En Argentina está siendo un punto muy muy fuerte, pero siento que hay una tendencia global como antiwoke… Siento que todo lo que pasó antes fue muy importante. Creo que todas hicimos un revisionismo histórico de nuestras vidas y empezamos a entender situaciones que en su momento las normalizamos, pero ya no. Y sí, el contexto en Argentina ahora
mismo es un poco desolador porque la problemática de las mujeres y la violencia de género no está siendo una prioridad del Gobierno ni de las autoridades.
Cuando precisamente venimos de un gran movimiento de sororidad y comunión que en Argentina se vivió mucho con la ley del aborto.
Sí, eso fue muy poderoso. Yo creo que este sentimiento de sororidad va por generaciones, siento que la mía y la anterior lo vivieron, pero que la generación de ahora está como perdida en el concepto. Aunque sí siento que hay mucha solidaridad y acompañamiento entre las mujeres, sobre todo entre colegas, la competencia entre mujeres está cada vez más aplacada, que me parece fundamental porque eso de competir con otras mujeres ya sea por razones amorosas, por lo laboral… es una violencia que está dentro de nosotras. Y creo que falta muchísimo todavía, pero gracias a Dios hay algo de esa conversación que ya está bajando.
¿Así lo siente en el mundo del cine y de la música?
Bueno, en el mundo de la música lo siento más, sobre todo en Argentina, donde hay una corriente de colaboración entre artistas muy fuerte. Ya no se ve al otro artista o a la otra artista como una competencia o alguien que te puede robar el puesto, sino que hay una idea de que, si el otro crece, yo crezco y podemos crecer juntas. En la actuación es más complejo porque se trata de la aprobación de alguien más. Y también creo que el actor convive con un síndrome del impostor mucho más grande que el músico. Porque, al fin y al cabo, el músico hace su propio trabajo, su proceso, sus canciones, y el actor está siempre mostrándose para que haya otro que lo elija, depende de que alguien más levante el teléfono.
¿Y usted se siente más música o actriz ahora?
Yo actúo desde chica, siempre quise ser actriz, mi padre es actor de teatro, me crie en camerinos y a los nueve empecé a estudiar teatro con mi hermana, porque en Argentina hay una idea de mandar a los niños muy tímidos, como algo terapéutico. Empecé a hacer castings, y a mi padre no le gustaba porque le daba miedo cómo iba a gestionar la frustración, pero me salía todo…
¿Hasta que dejó de salir…?
Sí, a los 23 o así, después de una gran decepción, de un proyecto gigante que iba a salir y no salió en el último momento, me dije que no podía ir con eso toda mi vida. Había algo de estar todo el tiempo esperando que alguien levante el teléfono y te elija con lo que no podía vivir, algo muy ingrato. Y ahí empecé a hacer música gracias a un amigo. Saqué mi primer disco (La negación) en pandemia y fue muy bien. Me dedico a la música constantemente y cuando aparece un proyecto actoral interesante, lo agarro. Cuando me preguntan un consejo para actuar o para ser actor, les digo: “Haced otra cosa”. Así te puedes conectar con la actuación de una forma más libre. Porque no somos atractivos, no hay nada más deserotizante que un actor desesperado por trabajar.
El llanto parece que podría el gran cambio de su carrera, ¿se plantea trabajar más en España?
Mi sueño fue siempre trabajar en España. Soy muy porteña, muy nostálgica de Buenos Aires, pero sobre todo en este contexto que en mi país no hay producciones, me encantaría venir acá.
Y en términos de fama, si esta película cambia algo…
Ahora estoy en un lugar que no me molesta, me para más gente por la música, creo que interpela más a las personas. En Buenos Aires puedo hacer mi vida, ir en metro, sacar al perro… No entiendo qué sería la vida que lleva Ester, por ejemplo. Me agobiaría, pero bueno, también agradeces a la gente… no sé, veremos.
Su personaje en El llanto vive obsesionado por encontrar su voz como cineasta, ¿usted ha encontrado su voz?
No, no, y no sé si algún día la encontraré. Yo creo que estoy buscando mi particularidad, qué me distingue, o trato de hacer eso, de distinguirme, sobre todo en la música, no hacer lo mismo que hace todo el mundo. Pero tiene que ver más con el proceso de buscarla que de encontrarla… Además, qué aburrido si la encuentro, será como que ya no me queda nada para después.
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