Lucía Guerrero: “Vi que las redes iban a condicionar el trabajo cuando en un ‘casting’ en Nueva York me pidieron el número de ‘followers”

Pese a que solo tiene 30 años, lleva más tiempo siendo actriz que no siéndolo. Saboreó los platós de cine antes que las aulas de la ESO y, superando los altibajos crónicos de la profesión, arrancó una trayectoria incansable en la que asoman créditos tanto en la gran pantalla (Grupo 7, Perdona si te llamo amor) como en series de televisión (Luna, El misterio de Calenda, El Cid o Bienvenidos a Edén), a este y al otro lado del charco. La madrileña Lucía Guerrero es el ejemplo de que, a falta de atajos en forma de pelotazos de streaming u hordas de fans en redes sociales, el trabajo y la disciplina son las mejores herramientas para triunfar. “Cuando miro atrás me enorgullezco de ver cómo me lo he currado”, confiesa la intérprete, que se estrena a su vez como embajadora de la nueva campaña estival de la marca de moda Springfield, Bendito verano. Un nuevo hito en una carrera que, según su protagonista, está todavía lejos de encontrar confines: “Me encanta el guion y la producción audiovisual y tengo un par de proyectos en desarrollo”.

¿Puede confesar algún truco de moda que haya aprendido gracias a su profesión y que haya adoptado en su rutina?

Una cosa que aprendí y que me parece valiosísima es a no juzgar las prendas en la percha. Me pasaba mucho lo de decir que algo no iba conmigo y luego ver la composición, los colores y la fotografía y darme cuenta de qué era un lookazo. Hay que confiar. Después de tantas sesiones de fotos también creo que he aprendido a divertirme maquillándome.

¿Y a qué personaje de ficción le robaría el armario? ¿Cuál es su icono de estilo?

A Sarah Jessica Parker en Sexo en Nueva York. Estoy viendo la serie ahora por segunda vez y me parece genial porque de repente te sorprende con un look elegantísimo, luego otro deportivo, después otro más provocador… Quizá yo soy un poco más tímida a la hora de vestir, pero me gustaría mucho ser ella durante una semana y tener ese armario. Si hablamos de moda, Carrie es mi personaje favorito sin duda.

¿Cómo se lleva con la alfombra roja? ¿Es de las que las disfrutan o de las que las sufren?

Reconozco que mi relación con los grandes eventos y las alfombras rojas ha cambiado con la edad. Siempre hay algo de nervios, pero ahora me divierto más. Solía sufrir mucho, me ponía muy nerviosa y me tensaba por ser el centro de atención de las cámaras, saber andar bien con los tacones… Muchas veces ni miraba. También he sido un poco dejada de joven, no pensaba qué ponerme ni tenía un estilista que me asesorase. Con los años he entendido que cuando vas de la mano de un profesional que sabe leerte bien a ti y tus gustos vas mucho más cómoda y segura. Ahora delego más.

¿Con qué prenda va a llenar su armario para esta temporada de verano?

En Springfield hay unos vestidos de lino de colores que me encantan. Son de manga corta, con botonadura hasta arriba y con una caída suelta, muy frescos. Soy una persona a la que le gusta la comodidad y, sobre todo en verano, me gusta ir con colores que me evoquen la estación. Los lilas, azules… tienen uno en verde que es mi favorito.

Decía en una ocasión que ser rubia y de ojos azules había sido un hándicap a la hora de conseguir trabajos. ¿Alguna vez pensó en cambiar de aspecto?

Creo que mi físico me ha penalizado más que ayudado. Este look tan nórdico a veces ha jugado más en mi contra. Me encantaría oscurecerme el pelo. Es una de esas cosas que quieres hacer, pero de repente te sale un proyecto en el que te quieren rubia y acabas no atreviéndote. Estoy deseando que haya un personaje que implique un cambio.

Ha rodado películas en inglés. ¿Cómo fue la experiencia de cruzar el charco?

Rodé una en Nueva York y otra en Los Ángeles. En Estados Unidos, además de la industria de Hollywood, tienes infinitos proyectos fuera de ella que también son maravillosos. Hay más volumen, es una industria que genera muchísimo dinero y hay más caminos. En Los Ángeles, hablases con quien hablases, todo el mundo se dedicaba a esto. Claro que hay películas con más fama y proyección y otras que tienen menos, pero también se distribuyen y se mueven.

¿Es Hollywood tan frío, impersonal y duro como parece?

Recuerdo que escribí una crónica sobre Los Ángeles que se titulaba Donde el éxito está siempre a la vuelta de la esquina. Allí existe la sensación de que estás muy cerca, con muchas oportunidades, pero que no siempre salen. Mi percepción del éxito ha cambiado mucho y ahora valoro más mi vida personal. Vivo fenomenal en España y no me volvería a Los Ángeles. Puede ser una ciudad fría y solitaria, con distancias enormes, con una mentalidad maravillosa de trabajo y de la que aprendes mucho, pero a la que le falta quizá la calidez a la que estamos acostumbrados aquí.

¿Cómo ha llevado lo de tener que competir en los castings contra compañeras que, gracias a una serie, son celebrities con millones de seguidores?

Me di cuenta por primera vez de que las redes iban a condicionar el trabajo cuando fui a un casting en Nueva York y me pidieron el número de followers. Pero, aunque puedes tener un éxito inmediato y a lo bestia que te dé fama y seguidores, eso acaba pasando. Al final, lo que cuenta para mantenerse en la profesión es el trabajo y la disciplina.

¿Ha tenido la sensación alguna vez de que para elegir a alguien para un papel se anteponía el criterio del marketing al artístico?

He tenido esa sensación muchas veces. También la percepción de que falta un poco de imaginación y originalidad a la hora de componer un elenco. Me da pena que se caiga tanto en el estereotipo porque los actores somos camaleónicos. Espero que haya cabida para poder serlo más.

Ha compartido reparto con estrellas consolidadas como Belén Rueda, Paz Vega o Aura Garrido. ¿Cuál es la que más impacto le dejó?

Belén Rueda. Aparte de que a nivel personal fue un sueño trabajar con ella porque la admiraba muchísimo, me cambió mucho la forma de ver la profesión. Es una actriz superprofesional, paciente y generosa… Me caló mucho trabajar con ella.

¿Qué puede contar sobre Santuario (Atresplayer), su próximo proyecto televisivo?

Santuario es el lugar al que van las embarazadas a dar a luz porque el mundo, principalmente por la crisis climática, se ha convertido en un sitio delicado para gestar y tener hijos. Es una serie distópica bastante inquietante, muy distinta a lo que estamos acostumbrados y con temas que están muy latentes en la sociedad. Ha sido un rodaje muy intenso. Hace mucho tiempo que no tenía un papel de esa dimensión e implicación.

¿Y cómo gestiona esa intensidad? ¿La deja en el set o se la lleva a casa?

Cada vez desconecto más. Sí que veo una evolución en mí a la hora de no irme a casa con las emociones y no machacarme ni juzgar mi trabajo. También es verdad que esa frustración a veces es inevitable porque en los rodajes siempre falta tiempo y puedes haberte preparado una escena con especial cariño y luego no tener la oportunidad de rodarla de la forma en la que tú la imaginabas.

Ha confesado que otros de sus intereses son la psicología y la salud mental. ¿Tiene algún anhelo profesional en este sentido?

Estoy haciendo la formación de mindfulness para poder impartir. Me encantaría poder profesionalizarlo y compartirlo porque es una herramienta que me cambió la vida. Yo tengo una mente muy dispersa e hiperactiva y el mindfulness me ayudó a quitar un poco los pensamientos y a estar más presente. Hay épocas en las que meditas más y otras en las que estás más desconectado, pero una vez entras en este camino siempre vuelves porque sabes que es bueno para concentrarte o gestionar el estrés.