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Belén Rueda se pone los pantalones

La actriz se atreve con todo: igual analiza el paso del tiempo como recuerda con total lucidez los momentos decisivos de su vida. El 21 de diciembre estrena El Cuerpo, una película en la que ofrece su lado más oscuro.

Belén Rueda

Soy consciente de que ya no soy tan joven», una reflexión que comparten Belén Rueda y Mayka Villaverde, su personaje en El cuerpo, el thriller psicológico de Oriol Paulo –que se estrenará el próximo 21 de diciembre– en el que trabaja junto a José Coronado y Hugo Silva. «Nunca me he considerado sexy. Pero comprendo esa sensación de haber sido en otro momento el centro de todas las miradas y ahora sentir que pasan los años y que llegan otras generaciones en las que se posan los ojos. Afortunadamente, no me afecta». Todo lo contrario que a su personaje. «A ella este temor le da un toque decadente», dice mientras se recoge el pelo. Llega a la sesión desde el set de rodaje de la segunda temporada de Calenda, la serie que protagoniza para Antena3. Lleva un pantalón negro muy ajustado, del mismo color que su corto jersey, que evidencia su tonificada cintura.

La actriz no se separa de su nuevo colega, un cigarrillo eléctrico. «Llevo dos meses sin fumar, y cuando comencé a engordar me puse las pilas con la bicicleta. Prefiero el ejercicio y los avances cosméticos a la cirugía. Con el tiempo hemos comprobado los efectos de las operaciones en actrices de otras generaciones y no son buenos. Es preferible evitar los quirófanos. Otra opción es la que recomienda Victoria Abril: “A partir de los 40 es mejor estar ajamonada que amojamada”». Pega una calada y exhala humo de agua. Se mueve rápido, con sempiterna sonrisa, y se aproxima a todo el mundo. Una forma de relacionarse que poco tiene que ver con la de Mayka, su último personaje. «Ella es desconfiada y poderosa. Está acostumbrada a mandar sobre todos los que la rodean, también teme que haya un interés oculto en quienes se le acercan. Cuando encuentra al hombre de su vida, Álex Ulloa (Hugo Silva), ya tiene cierta edad. Todo va bien hasta que siente que lo pierde. Entonces comienza a hacer cosas a las que no estaba acostumbrada, incluso llega al maltrato psicológico». La trama inicia cuando Mayka muere y su cuerpo desaparece de la morgue. Aquí entran en acción sus compañeros. José Coronado, quien da vida al inspector Jaime Peña, interroga a su viudo y, como manda el suspense, todo se complica.

Hugo Silva con camisa de Dior Homme y pantalón de Giorgio Armani. Belén lleva traje de raya diplomática de Stella McCartney para Just One y camisa de Hermès. José Coronado con traje de Dior Homme y camisa de Loewe.

Pablo Zamora

Como si fuera una prolongación de la película, hoy en la calle hay noche cerrada y llueve a cántaros. Llega el seductor Coronado, esta vez sin su adorada compañera, su Yamaha (a la que le es infiel solo con una Harley-Davidson). «Desde El orfanato o Mar adentro cada vez que quedo con Belén voy con los pantalones bajados, pero de admiración», puntualiza. Se conocieron hace 15 años durante el rodaje de la serie s. «Allí nació para la profesión. Entonces me sorprendía su frescura, su forma de organizarse. Ahora es una de nuestras actrices más valiosas. Como hombre [baja la voz] me parece un pedazo de mujer. Me apasiona. Cuando la veo no puedo apartar los ojos de ella… con deseo sano, por supuesto». A Belén le fascina esa mirada de su compañero. «Te dice mucho con ella, te relaja». El último en llegar es Hugo Silva. La actriz se le acerca por detrás, lo abraza. «Son sus manos lo que más me gusta de él, la manera que tiene de tocarte, de hablarte con ellas», comenta. Silva, en cambio, se quedaría con la estrecha cintura de Belén «y su cuello largo y femenino».

Llega la hora del maquillaje y del vestuario y se produce la metamorfosis. Ahora el reparto es íntegramente masculino. Tres canallas en una barbería. Aquí, ¿quién lleva las riendas? Belén lo tiene claro y ejerce de líder del clan desde el primer momento. Marca su autoridad irguiendo la barbilla. Nadie rechista. Ellos la dejan mandar. Les gustan las mujeres que visten pantalones. «Bueno, yo prefiero ver cómo se mueven con los míos puestos. Me pone», confiesa Hugo. Coronado, más directo, dice que lo primero en lo que repara es en «la bragueta». Para Belén, sin embargo, la prenda es una herramienta cargada de otros significados. «De manera inconsciente cuando asisto a una reunión para un proyecto en el que voy a implicarme, casi sin pensarlo, me visto con pantalón y camisa blanca, pero siempre muy femenina. La feminidad es un arma. Y como tal hay quien la puede malinterpretar. Pero el que se equivoca ya viene confundido, no depende de lo ceñida que vayas», afirma rotunda.

Americana de Loewe, pantalón de tweed de Iceberg y sombrero de fieltro de Hermès. Silla de barbero de Lou & Hernandez.

Pablo Zamora

Juega con su nueva imagen y en un instante pasa de ser un gánster a un repartidor de periódicos. Se siente cómoda: «Saldría así a la calle ahora mismo». Pero no reniega de su amor por los vestidos largos. «Mis diseñadores favoritos son siempre mis amigos. Por ejemplo Pedro del Hierro, que me hizo el último traje que llevé a los Goya. O Carolina Herrera, que firmaba uno de los modelos más bonitos que he llevado nunca. Uno rojo que vestí en estos mismos premios en 2007». Aquel flechazo entre la diseñadora y la actriz fue a más. «Durante la promoción de El orfanato en Nueva York estuve con ella en su tienda y taller. Recuerdo que me decía: «Si vas a los Oscar, el vestido te lo haré yo y ¡pararás el tráfico!». Más tarde se volvieron a encontrar en España: «Pudimos hablar largo y tendido, tenemos química y admiro su filosofía de vida». Saca su carácter y afirma: «Me molesta que se diga que el cine o la moda son puro entretenimiento o una frivolidad. ¡Son cultura! Detrás hay personas que trabajan muy duro con algo tan delicado como es la creatividad».

Las horas pasan rápido entre fotos y nos invita a que sigamos charlando al día siguiente en su casa. Descansa en su sofá de cuero blanco, junto a Willy, su yorkshire. «Soy muy tranquila, los vecinos esperaban a alguien que estuviera organizando siempre cenas o saraos, pero nada que ver. Solo recuerdo uno apoteósico. Una noche, tras una fiesta en casa de Penélope Cruz, los invitados, entre los que se encontraba Carlinhos Brown, decidieron que seguirían en la mía. Pero yo no tenía alcohol, porque no bebo, ni percusión. El músico cogió la batería de la cocina y se las ingenió. Tres días después la repetimos, pero con flamencos. Fue alucinante». En esta segunda cita, ha cambiado el look total negro de ayer por un jersey oversize camel, botas de cuero y leggins. «En realidad son medias térmicas. No son nada sexies, pero ¡me han salvado las piernas!», confiesa entre carcajadas. Pronto se irá a Argentina a rodar Séptimo, de Patxi de Amezcúa, en la que trabajará con Ricardo Darín. Su agenda está repleta. Al pasar la barrera de los 40 su ritmo de trabajo se incrementó. «He vivido una época en la que se ha dado un cambio muy positivo. Parecía que a partir de esa edad éramos invisibles para el espectador. Los hombres tienen papeles protagonistas hasta los ¿70? ¿80? A mí me han llamado directores muy jóvenes con grandes personajes para mujeres de mi generación y que interesan a todos los públicos. Ahora solo falta que me ofrezcan una película de acción, que es lo que más me puede apetecer».

«La feminidad es un arma, y hay quien la puede malinterpretar. Pero el que se equivoca ya viene confundido, no depende de lo ceñida que vayas».

Pablo Zamora

No se define como feminista, pero defiende a su género. «Estamos alcanzando una posición en política que puede ser indicativa de la nueva situación. En Europa hoy manda Angela Merkel. Los hombres cuando lideran son individualistas; las mujeres, en cambio, somos líderes de grupo, contamos con los demás. En España tenemos ejemplos de féminas que han llegado alto, una fue Esperanza Aguirre. Soraya Sáenz de Santamaría es más como un saco de boxeo, la que sale a dar la cara con las malas noticias. En el PSOE ahora regresa Carme Chacón, que puede ser una alternativa a lo que hay».

En su vida privada también ha tenido que ponerse los pantalones (simbólicamente hablando) en alguna ocasión. «Concretamente en dos, y ya no me los quité. La primera fue cuando me separé. Tras años de relación, te das cuenta de que por inercia cada miembro de la pareja ha asumido unas funciones. Te ocupabas de unas cosas y no de otras. Al divorciarte te tienes que poner las pilas y hacerlo todo». El segundo momento fue más complejo y hace referencia al fallecimiento de su hija. «Al vivir una enfermedad de manera tan próxima, en la que tienes que hacer un seguimiento continuo y realizar cosas que nunca imaginaste, como dejar de trabajar, intentar entender temas médicos de los que no tienes ni idea… te replanteas la vida y reordenas tus valores».

Hugo Silva lleva traje y corbata de Hermès, camisa de Boss Black y jersey de punto y zapatos de Loewe. José Coronado viste traje de Cesare Attolini para Just One. Belén Rueda, con camisa de Hermès, pantalón de Giorgio Armani.

Pablo Zamora

En su familia no hay dominantes y dominados. «No creo en eso de que quien trae más dinero a casa, más manda. Mis hijas están educadas de una forma en la que eso lo tienen superado, con una mentalidad basada en la independencia. Saben que es maravilloso tener una relación, pero paralela a ellas, nunca dependiente». Aunque comprende que el enamoramiento puede llegar a enajenar, como le ocurre a su personaje de El cuerpo. «Hay quien ataca antes de que lo ataquen. Hay momentos en los que sientes que te van a dañar y te anticipas. Pero es cuando se pierde el norte y se introduce la venganza. Entonces todo está perdido».

Chaleco de lana de Stella McCartney para Just One y pantalón de pinzas de Dior. Los útiles de afeitado son de Taylor of Old Bond Street para Lacasa & Marañón.

Pablo Zamora

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