Mujer caolín o volcánica: lo que significa no ser blanca en España
Solo te das cuenta de que eres el culo del puchero cuando puedes mirarte en un espejo. A eso lo llaman «toma de conciencia».
Yo creo que cuando nacemos somos puro barro, informe y maleable. Pertenecemos a la Tierra y salimos del suelo que mojan y pisan para uniformarlo, así que en nuestra andadura comenzamos romos. Luego, la vida hace las veces de torno y los diferentes sistemas de opresión, entre los cuales se encuentra el racismo, golpean, cual cincel, y dejan muescas no solo en quienes los padecen sino en los que los sostienen o, simplemente, les ha tocado estar en el lado bueno, en el de los dibujos bonitos y las cenefas.
Solo te das cuenta de que eres el culo del puchero cuando puedes mirarte en un espejo. A eso lo llaman «toma de conciencia» y, básicamente, es cuando entiendes lo que significa no ser blanca en la sociedad en general y no solo en tu casa, porque en el círculo de amor y confianza, a la gente no se le llama por su color sino por su nombre. A veces, pasan años hasta que te atreves a ver tu reflejo, de hecho, hay gente que jamás lo hace y que vive feliz así, puesto que es mejor creerse el asa de la jarra de barro, siempre útil y siempre en el centro.
«Tienes el color de la caca»
Recientemente, me asomé al Instagram del corto documental “Mar Nuestro” que, como habrán podido imaginar, habla de las vidas que cruzan el Mediterráneo y también de las que no llegan a hacerlo.
********Pausa para reflexión, que no puede ser que normalicemos la muerte constante de seres humanos. Según el informe de “vida en la necrofrontera”, solo en el año 2018 se produjeron 1064 en el mar Mediterráneo.********
Vi un fragmento de la entrevista que le hicieron a Hodan, una mujer que nació en Somalia, en el que señalaba que no supo que «era negra o que su pelo afro no molaba» hasta que entró en el colegio. A ella y a su hermana les decían que se fueran a su país e, incluso, les empujaban por las escaleras y les tiraban piedras. No sabían qué era racismo ni qué significaba eso de ser negra, ambas cosas las aprendieron en la escuela y no de la mejor manera. Ese fue el punto de partida de su rabia, pero también de su necesidad de lograr un entendimiento, dado que, al fin y al cabo, «vamos a convivir juntos y no queda otra».
Hodan quizá no era consciente mientras hablaba, pero en esos cincuenta segundos contó la vida de un montón de gente negra. Da igual que nos alumbraran aquí o no, a muchos, desde la infancia, nos insistían en que nos fuéramos al que habían decidido que era «nuestro país» y que, por supuesto, no era este.
Aguantamos chaparrones de granizo y… aquí estamos enteros o con chichones, tras asumir que lo excepcional para muchas personas, que nos regalaran flamantes «tienes el color de la caca» “o «eres una negra de mierda», por ejemplo, para nosotras, en nuestra infancia, fue habitual. A pesar de que nos llamen victimistas, he de decir que somos tipas duras, da igual que lloráramos o nos pegáramos, ¡aquí estamos! vivitas, coleando, sumando y trabajando, pero ojalá no haber tenido que demostrar fortaleza, estoicismo o madurez a esa edad.
Cuando conocí a Petra Ferreyra, creadora de la campaña “Suspenso al racismo”, me presentó a sus hijas y me dijo que una de ellas llevaba teniendo problemas en el colegio desde los tres años. Después de intentar de todas las formas posibles que su situación mejorara, acabó denunciando a la Comunidad de Madrid. Y ganó. Condenaron a la Administración a pagarle una indemnización de 7.500€.
Ganar, no obstante, no tiene tanto que ver con el dinero, como con el reconocimiento de la existencia de un bullying de carácter racista o, más bien, de un racismo que generó y genera bullying.
Estudiarlo todo en blanco/masculino génerico
Con todo, no debería bastar con eso ya que esa sentencia sentó precedente, ahora bien, racismo no es solo que te peguen o te insulten. El currículo escolar resulta tan blanco (y masculino) que refulge. No aparecen personajes históricos ni literarios ni científicos ni artísticos que no sean blancos y mujeres, muy pocas. O, al menos, no en mi época. Ni siquiera en Historia Universal, que muy universal no era cuando se centraba tanto en el Norte político del mundo o, estirando, en sus gestas en otros sitios. Pero ojo, que la diversidad también podría tener cabida cuando nos enseñaban la Historia de España, que aquí hay personas gitanas desde hace siglos y árabes y amazigh y, desde luego, negras, otra cosa es que no nos lo contaran.
Qué agotador es responderle a la gente que si mi padre habla “tan bien español” es porque su país fue provincia hasta hace algo más de cinco décadas, qué pena que muchos jóvenes (y no tan jóvenes) hayan tenido que enterarse por la película Palmeras en la nieve, debido a que o no aparece en el temario o se queda para el final y se mira deprisa y corriendo. Tanto, que se olvida. Pero vamos, que la vinculación con lo que se dio en llamar Sáhara español está aún más cerca en el tiempo y tampoco es que se hable demasiado de ello.
*** Pausa para la reflexión, que no puede ser que pensemos que estando la Península Ibérica a 14 Km de África, esa distancia exigua no lleve siglos cruzándose. A veces a la fuerza. Todavía quedan descendientes de africanos esclavizados en Andalucía , pero la participación de España en la trata transatlántica tampoco suele tocarse demasiado en los libros de historia del instituto.***
¿Y qué hay de la segunda o la tercera?
Cuando llega la adolescencia, los retos son otros. Ya empezamos a plantearnos en serio la pregunta esa de qué queremos ser de mayores y sin referentes visibilizados, dado que no es que no existan, sino que rara vez se muestran, es complicado imaginarte en ciertos ámbitos o no sin algo de inseguridad. Los medios de comunicación tienen parte de la culpa de que esto sea así, debido a que se empeñan en contar una España blanca salvo cuando se trata de pateras. Entonces, nos muestran imágenes de masas informes, de cabezas de varones apiñados en embarcaciones precarias. No hay ni recorrido vital ni nombres propios. Las féminas, por su parte, en caso de aparecer, lo hacen cuando están embarazadas o vienen con niños pequeños y no es raro que se las culpabilice por la irresponsabilidad que supone viajar con un menor. También se las tiene en cuenta cuando es demasiado tarde y han muerto. En ese caso sí tienen derecho a una esquela que responda, aunque sea, a las 5WH que las noticias habituales no dan, puesto que se conforman con los qués (llegan), los dónde (a la playa de turno) y los cómos (en patera) pero ni los quiénes (historias personales) ni los porqués (qué provocó que dejaran su país) parecen importar.
Ahora bien, un montón de publicaciones, radios y cadenas de televisión se acercan a la otredad que han contribuido a construir únicamente para preguntarnos acerca de inmigración y de racismo (como si solo fuéramos nuestro pasaporte o nuestra piel y no tuviéramos conocimientos, hobbies u opinión más allá de eso) o para exhibir a quienes consideran que se salen del discurso imperante como si se trataran de una excepción o “de la primera persona X que…”. El primer guardia civil chino, la primera policía negra, la primera diputada negra… ¿y qué hay del resto, de la segunda o de la tercera?, cuestiona muchas veces el periodista Moha Gerehou.
Pese esa narrativa excluyente que pesa lo suyo, intentamos alcanzar nuestras metas y en infinidad de ocasiones, lo logramos. Otra cosa es que se sepa.
«Tú aquí no entras»
Pero hay más. La juventud supone el inicio del ocio nocturno. Sin embargo, empezar a salir por discotecas también implica enfrentarse a algo más común de lo que pensamos: la negación del acceso a los locales. Lo normal es que pongan excusas derivadas de la indumentaria, solo en algunos sitios se atreven a reconocer que se trata de una cuestión de raza. Gracias a un estudio de la Universidad de Barcelona que demuestra que “los bares usan sistemáticamente el derecho de admisión como técnica racista” , ya podemos hablar de esto sin que nuestros interlocutores nos contesten que somos muy susceptibles o que usen el clásico «a mí también me han chapado por llevar zapatillas de deporte».
La lástima es que tengamos que acompañar nuestras observaciones siempre de estudios para que no las manden a las tinieblas lloricas de lo subjetivo y la piel fina.
Siempre dispuestas, siempre calientes
Es en este momento de la vida, cuando nuestro aspecto comienza a importarnos más. De nuevo, la falta de referentes dificulta poder formar parte de aquello que muestran como «normativo . Acabamos oscilando tranquilamente, entre la tradicional hipersexualización de las mujeres negras, leídas como siempre dispuestas, siempre calientes y siempre accesibles (excusa que ha servido históricamente para perpetrar violaciones y culpar a la víctima o para, en el caso de los hombres negros, reforzar la idea de que son violadores y seres insaciables incapaces de contener sus instintos) y la fealdad, por estar ajena a unos cánones de belleza que están en las antípodas.
Odiar tu pelo natural porque es «como el de un caniche»
La semana pasada fue la final de Operación Triunfo y ganó Nia Correia una joven canaria a la que, por supuesto, en algún titular compararon con Beyoncé, porque es afrodescendiente y porque viva la originalidad. La cantante quiso llevar su pelo natural rizado, en lugar de alisárselo, como había hecho en otras galas. Pues bien, los comentarios en twitter no se hicieron esperar. La comparaban con un caniche, decían que las demás estaban guapísimas y a ella le despachaban con un “pobrecita”; decían incluso, que la cura del coronavirus estaban en el interior de su magnífica melena. Estas «bromas», de nuevo, no surgen de la nada: Nia tiene el pelo rizado y con volumen, como el grueso de las personas negras. Los cabellos como el suyo, aunque no sea ni mucho menos de los más crespos, han sido objeto de chanza, ocultación y hasta de privación de derechos a lo largo y ancho del planeta. No olvidemos la prueba del lápiz de Sudáfrica, por la cual, se determinaba la identidad racial de las personas en función de si el lápiz se deslizaba por el pelo o se quedaba enganchado en él. Obviamente, en pleno apartheid, no era igual que te consideraran blanco, que mestizo ni, desde luego, negro.
Todavía hoy, al poner en el buscador google “unprofessional hairstyles women” (peinados no profesionales de mujer) lo que aparece al principio son imágenes de mujeres negras con su pelo natural suelto. Ni siquiera se trata de un peinado o un estilo, es el cabello que nace y crece sin alteración y eso, parece ser que hay gente para la cual es incompatible con poder ejercer tu trabajo de manera correcta.
La razón por la que algunas mujeres negras todavía hoy prefieren ponerse peluca o extensiones que llevarlo tal y como es no es solo la comodidad, también está relacionado con la alopecia que muchas de las que han estirado su pelo, después de años de alisados salvajes, padecen en la parte frontal y, por supuesto, por una dosis de autoodio derivado de siglos de recibir el mensaje de que su naturaleza está mal.
No es su culpa, el cuerpo de las mujeres negras lleva demasiado tiempo siendo analizado, juzgado y violentado. Es probable que el caso más extremo (conocido) sea el de Sara Baartman, a quien se dio a conocer como “la Venus Hotentote”. Fue una mujer khoi khoi proveniente del sur del continente africano a quien vendieron y llevaron a Inglaterra a principios del s.XIX para exhibirla en circos a causa de su trasero prominente. Si el espectador pagaba un plus, incluso podía tocarla. En pleno debate abolicionista, hubo varias voces que presionaron para que el «espectáculo» cesara. Y lo lograron, sin embargo no pudieron impedir que se trasladara a la capital francesa.
Sara falleció con 25 años y ni muerta dejaron que su cuerpo reposara en paz. Su esqueleto, su cerebro y sus genitales se expusieron en el Museo del Hombre de París.
En 1994, Nelson Mandela solicitó la repatriación de sus restos a la tierra que le vio nacer y no fue hasta el 9 de Agosto de 2002, coincidiendo con el día de la mujer en Sudáfrica, que pudo recibir sepultura.
*** Pausa para reflexión, que no puede ser que, en 2019, hayan tenido que sacar una ley en California para prohibir la discriminación por llevar el pelo afro ***
¿Dónde están las redacciones no blancas?
Ya de adulta vienen otras cosas, como la búsqueda de trabajo. Soy una de las pocas periodistas no blancas, e insisto en lo de periodista, que trabaja, en la actualidad, haciendo imagen en la televisión a nivel nacional. En BBC determinaron que el 20% de su plantilla sería no blanca, de forma que existiera una mayor cercanía entre lo que se ve en la calle y en la pantalla. Mientras, por estos lares, que yo haya visto, únicamente TV3 está transformando su plantilla y visibilizando lo que es hoy Cataluña.
Tras estudiar periodismo, hice un master de Desarrollo y Ayuda internacional y luego una diplomatura de guion y dirección de documentales, debido a que no tenía demasiadas esperanzas de poder encontrar un empleo como periodista ni mucho menos delante de una cámara. Por suerte (y por esfuerzo), logré trabajar «de lo mío» y me parece fundamental aprovechar mi posición para conseguir que seamos más, con la intención de que la tele que vemos se parezca más a lo que nos encontramos en la calle, en las aulas de las escuelas públicas, en el mercado o en el parque. Además, una redacción más diversa, a todos los niveles, ofrece una mayor diversidad temática y de enfoques, así como de soluciones para los problemas que puedan surgir.
«No alquilamos pisos a gente de color»
Otro de los asuntos que devienen fundamentales en esta etapa es la búsqueda de alquiler. Desde SOS racismo han relatado en más de una ocasión las dificultades a las que se enfrenta la gente que quiere buscar vivienda cuando no son blancas o son inmigrantes. Sí, amigos, a estas alturas ya deberían saber que muchas veces se asume que es lo mismo. O falla el acento por teléfono y ya te cuentan que el piso se ha alquilado o si suenas a «madrileña de toda la vida» y puedes ir a verlo, de repente, te explican que alguien que ha ido justo antes ha pagado doce meses por adelantado y 30 de fianza y, por tanto, «oh, lo siento, llegas tarde».
Con Larry Abia, jugador de baloncesto del Leyma Coruña nacido en Valencia, fueron más claros: contó en 2018 a través de twitter que un matrimonio le dijo que “no alquilaba a gente de color”.
Si a alguien le sorprende, debería echarle un ojo a los anuncios. No son uno ni dos en los que puede leerse claramente “no inmigrantes”, tal y como demostraba la campaña de 2018 de #alquilerracista de Red Acoge, Sos Racismo y Provivienda. En este mismo diario, dieron un dato que confirma la dificultad evidente para este segmento poblacional a la hora de (tratar de) acceder a la vivienda, “de las personas a las que no les ofrecieron ningún piso en inmobiliarias, más del 70% eran de origen extranjero, siendo los subsaharianos los que más negativas recibieron”.
Miedo a identificaciones raciales
Con todo, he de comentar que llevo un buen rato escribiendo, desgranando algunas de las perrerías que hace el racismo cotidiano y aun así pienso que soy afortunada debido a que a mí la ley de extranjería no me condena a la irregularidad o a estar pendiente de renovaciones, citas o pasarme días en colas que dan la vuelta al edificio con el fin de vivir tranquila.
Yo no sé lo que es ir con miedo en el metro por si me topo con una identificaciones por perfil racial que, básicamente, consiste en parar a gente no blanca para pedirle la documentación, aunque no haya hecho nada sospechoso. El Ministerio de Interior prohibió que se hicieran en una circular de 2012 y al parecer no le han hecho mucho caso, ya que en 2018, el alcalde holandés Ahmed Marcouch denunció en prensa que fue víctima de una durante su estancia en Madrid. Que te paren por nada no es agradable, es una forma de criminalizar a la gente y de generar la atención de quienes están alrededor por algo que, a priori, se lee como negativo. El propio Marcouch, quien fue sargento de la policía en Amsterdam, recordaba en su relato que la gente le miraba.
El edil tenía su pasaporte europeo, igual que yo, así que la persona que le paró hizo una llamada y él pudo continuar su paseo por las calles de la capital sin problema. ¿Y qué sucede cuando no es así? El bailarín Marco Motta me lo contó en su día. Nació en Salvador de Bahía hace algo menos de tres décadas, pero lleva bastante tiempo en España. Cuando tenía diecinueve años le pararon a él y a otras tantas personas negras para pedirles la documentación en el intercambiador de Avenida de América. Minutos más tarde, estaba mirando a la pared y escuchando una voz que le decía que no podía coger el móvil ni llamar. A su alrededor, recordemos que era un grupo, los usuarios del metro y el autobús se paraban a mirar por si había pasado algo. “Me hicieron sentir como a un criminal”, reconoce. Y la cosa continuó, como estaba en situación irregular y no llevaba nada más que el bono de transporte y una fotocopia de su pasaporte brasileño consigo, le dijeron que le detenían por no tener documentación. Así las cosas, le metieron en la parte de atrás del coche de policía, que él, como claustrofóbico que es, describe como angustiosa y le trasladaron al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche. Allí le hicieron desnudarse y toser para asegurarse de que no llevaba nada. Entre tanto, continuamente le hablaban de deportación. Le dejaron llamar a su progenitora y luego le metieron en una celda con más hombres, Horas más tarde llegó su madre, que había pagado una multa de 500€, y le dejaron salir. Ella disponía de dinero para poder hacer frente a la sanción. De no haber sido así, quizá, Marco estaría ahora en Brasil y ni siquiera nos hubiéramos conocido.
Es importante recordar que Marco no había cometido ningún delito, porque migrar no lo es y estar en situación irregularizada a causa de la Ley de Extranjería tampoco. Se trata de una falta administrativa.
*****Pausa para reflexión, que no puede ser que no seamos conscientes de algunos números: En los CIES han muerto ocho personas, desde 2006. Samba Martine, entre ellas, una mujer congoleña que falleció en 2011 por no recibir atención médica, pese a pedirla en varias ocasiones*****
«Hermana, yo sí te creo», pero más bajito
Aquí, en nuestras fronteras, sin necesidad de irnos a Minneapolis pasan cosas, algunas terribles. Hace un par de años, varias jornaleras marroquíes denunciaron su situación de explotación laboral y también de abuso y acoso sexual. Muchas se sintieron desamparadas y perdidas, no hablaban ni siquiera el idioma y venían de zonas rurales de su país. El “hermana, yo sí te creo” que se convirtió en lema de apoyo femenino en caso de violación , se escuchó de nuevo en toda España pero en voz mucho más baja ya que, salvo en Huelva, en donde centenares de mujeres marcharon como forma de arroparlas, las protestas no fueron demasiado multitudinarias.
Sigo en la provincia de Huelva puesto que, recientemente, pude entrevistar en uno de esos directos de Instagram que tanto se llevan, a Seydou Diop, uno de los portavoces de #regularizaciónya . Habló partiendo de su propia experiencia, ya que él también ha trabajado y vivido en el campo, de cómo es la situación de muchos temporeros en Lepe. Sus infraviviendas son de madera, plástico y cartón, los incendios son males conocidos y el acceso al agua, un bueno por conocer. En época de COVID19, poder asearse en condiciones, se ha convertido en una necesidad imperiosa, lo cual motivó que tuvieran que llevar un camión cisterna para poder distribuir entre los habitantes de los asentamientos. Seydou fue una de las personas que se encargó de hacerlo y también le tocó a él, junto a otros compañeros, mostrar los campamentos de los trabajadores a Philip Alston, el relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos de la ONU, que los visitó en febrero de este año. Sus palabras no arrojan ninguna duda acerca de lo que le pareció: «Viven como animales».
Tras conocer de primera mano los relatos de Seydou y de Marco me sentí una intrusa, mi piel es clara al lado de la de ellos, nací con mi pasaporte Schengen, ese que te garantiza visado para hacer turismo, sin necesidad de buscar rutas alternativas que te ponen en peligro, no tengo que sumergirme en trámites infinitos para convalidar mis títulos y si me piden la documentación puedo enseñarla e irme.
Hace un tiempo decía que tengo el privilegio de tener un DNI, pero quizá no debería usar ese término porque eso suena a lujo. Sería preferible, según afirma Justo Alioundine Nguema Pouye, un histórico artivista antirracista, utilizar la palabra “derecho”. Sí, derecho.
Nacemos de la tierra, la roja, la volcánica o el caolín, pero los golpes que recibimos nos moldean de una manera o de otra. No es algo que dependa solo de decisiones individuales. Detrás, hay un sistema o varios. Si queremos acabar con su acción perniciosa, el punto de partida es reconocer que existen y poner remedio.
*** Pausa final para la reflexión, que no puede ser que pensemos que el tiempo por sí solo, transforma las cosas. Debe haber voluntad y acciones concretas para que se produzcan cambios***
*Lucía Mbomío (Madrid, 1981) es periodista y escritora. Escribe la columna Barrionalismos en EL PAÍS Madrid y sobre género y raza en medios como Afroféminas o Pikara Magazine. También ha realizado reportajes para el programa ‘Aquí la tierra’ (TVE). El pasado 17 de octubre publicó su primera novela: ‘Hija del camino’ (Grijalbo). Antes publicó el ensayo ‘Las que se atrevieron’ (Sial/Casa de África), donde contó la historia real de seis mujeres que, exactamente como hizo su madre, se casaron con hombres negros en la época del tardofranquismo. Si quieres saber más sobre la autora, aquí tienes sus escritoras de cabecera.
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