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Amparo Sánchez, de Amparanoia: “Hay mucho interés en que tengamos miedo porque el miedo es un negocio que permite controlar a la gente”

La fundadora de la banda de fusión más importante de la historia del pop español regresa de gira por España y aprovecha la ocasión para hablar, con humor y orgullo, de una trayectoria que ya es un legado

Amparo Sanchez de Amparanoia
Raquel Peláez

Paradójicamente, la fundadora de Amparanoia no es paranoica ni obsesiva. “Creo que a lo que le ponemos atención, viene. Así que no pongo atención a lo que no quiero que me venga”, explica Amparo Sánchez (Alcalá La Real, 55 años) frente a una cerveza en un bar de Lavapiés, el barrio donde su carrera despegó y al que vuelve cuando anda de promoción, como ahora, que está de gira (actúa en la madrileña Sala But el viernes y después tiene fechas por toda España). Optimista, luminosa, emprendedora (tiene su propia discográfica) y visionaria en muchísimos sentidos, ella siente que su mensaje ya ha llegado “Si por eso fuera, me podría morir mañana mismo”. Lo que no quiere decir que tenga ninguna intención de dejar de lanzar mensajes: “Yo vine con un propósito a esta vida, cantar, y con él voy a seguir, cueste lo que cueste”.

Pregunta. Tiene dos hijos. ¿Los ha educado en valores feministas?

Respuesta. Pues mira, ahora que la novia del mayor esta viviendo con nosotros me dice que es el primer hombre que conoce cuya actitud hacia ella es totalmente feminista. Sin que le dé la tabarra en ningún momento, simplemente por la manera que tiene de llevar la relación, de respetarla, de empujarla a que haga sus cosas, de estar orgulloso de ella, de aportar, de cuidar. Ella me dice de risas que es por mí. Pero la verdad es que somos una familia de tres y ellos siempre están ahí, apoyándome en todo.

P. Sus dos hijos y usted llevan su empresa también. ¿Qué tal esa parte?

R. A veces discutimos porque en ocasiones tenemos diferentes puntos de vista, pero para mí es un sueño que estén ahí. Los dos años que me acompañaron en el escenario cuando los veía ahí pensaba: “Esto que está pasando es efímero, no va a durar para siempre. Disfrútalo”.

P. Muchas veces los niños cuando llegan a la mayoría de edad dicen: “Este era tu sueño mamá, no el mío”. ¿No tenía miedo a eso?

R. Nunca he actuado como si yo supiera qué es lo bueno para ellos. Yo quiero verlos motivados, contentos, con sueños, con ilusiones y me da igual que sea. Creo que ellos también me han mirado a mí, o eso siento, que nos hemos admirado mutuamente. Obviamente se han criado rodeados de música: siempre había músicos en casa con proyectos, siempre de giras, y entonces, claro, la música está en sus venas. Pero llegó un momento en que dejé de apretar con la idea de que tenían que ser instrumentistas y dejé que fluyeran. Y ahora uno es productor y el otro DJ.

P. Usted fue pionera en el mestizaje pero también en el feminismo. ¿Lo siente así?

R. Siempre me pareció muy injusto que no hubiera mujeres técnicas, que no hubiera mujeres instrumentistas. De hecho la primera música que entró en Amparanoia fue en el 2000. Carmencita Niño, una bajista recién llegada de Cuba. En 2019 tuve una banda completa de chicas porque era lo que quería hacer. Y a la vez a mí me encanta la energía mixta. Yo siempre me he llevado muy bien con todos los compañeros, pero de hecho, como llevo muchos años trabajando y antes el ambiente era mucho más masculino, ahora hay compañeros que me dicen que cuando trabajan con mujeres notan que el ambiente es más interesante, las conversaciones diferentes y que llegan a sus casas sintiéndose mejor.

P. ¿Pero cuándo diría que fue su verdadero despertar a este movimiento?

R. Yo he escuchado a muchas actrices y cantantes decir que no son feministas porque no odian a los hombres...cosas así, que me han entrado ganas de decirles: pero cariño, ¿de verdad sabes lo que estás diciendo? No las culpo. Yo fui madre tan joven que cuando empecé a cantar mi objetivo principal era pagar el alquiler, llenar la nevera, intentar vivir de la música como madre soltera, no tenía tiempo material para pensar en nada, aunque sabía: soy mujer, soy trabajadora, estoy criando a mi hijo sola. Cuando de verdad entré en contacto con las feministas es cuando explotó Amparanoia y se hizo famoso el ‘Que te den’. Entonces fueron ellas las que vinieron a decirme que la canción es sanadora, catártica, que expresa a la perfección esa alegría máxima de superar a alguien que te hizo daño.

Amparo Sánchez, en una calle de Madrid el 21 de marzo.

P. ¿Cree que ahora tiene un coste más alto posicionarse políticamente?

R. A mí ya me pilla eso tarde. Yo estuve cantando en Alcalá con CCOO contra el decretazo de Aznar y se me cayeron no sé cuantos conciertos por haberme posicionado contra el PP y mi carrera siguió. Tuve menos trabajo aquí igual, pero viví otras experiencias en Europa. Me sigue mereciendo la pena decir lo que pienso. Hoy me ha escrito Olga Rodríguez para que firme un manifiesto contra el rearme y le he dicho: sin leerlo, lo firmo ya.

P. Alguna vez se ha visto pensando, “Ay dios mío, que de esta me cancelan”

R. Una vez en Marruecos, toqué en un Festival en Tánger en el que justo antes actuaban Los Delinqüentes. Yo estaba preocupada porque nosotros empezábamos con “Welcome to Tijuana, tequila, sexo y marihuana”. Bueno, pues salen Delinqüentes a tocar y El Canijo hace un calvo, les paran el concierto y les echan del país. No pudieron volver en años. Yo entonces, claro, muerta de miedo, le digo a la chica que estaba acompañándonos: “¿Cambio el tema?”. Me dijo, canta lo que quieras, porque ya que tú estés ahí con una guitarra cantando, es suficientemente subversivo. Y ahí fui.

P. Pionera también en sonidos del mundo. ¿Le da envidia cuando ve a las jóvenes usarlos sin complejos y sin tener que afrontar prejuicios?

R. La envidia no es consejera ni amiga mía. Sí siento que he hecho cosas antes de tiempo. Cuando hice Enchilao, en 2003, que era un disco electrónico, aquí no lo entendió nadie, y en Europa estuvimos en muchas listas de lo mejor del año. Y gracias a ese disco conocí a Calexico, que me abrió las puertas a otro mundo y ayudó a despegar como Amparo Sánchez. Otro ejemplo, yo adopté la ropa de gitana y los faralaes para los grandes festivales cuando nadie lo hacía.

P. Y a usted sí que no la pueden acusar de apropiación cultural…

R. Yo no tengo haters porque yo no soy una artista famosa. Soy una artista popular. A mí me quiere la gente del pueblo, por decirlo de alguna manera. Yo no soy una moda. Tuve mi momento, claro, porque cuando arrancó Amparanoia no había nada que se le pareciera y me siento muy orgullosa de haberme atrevido a hacer algo tan diferente y arriesgado. Yo tengo mi parte mediterránea, mi parte latina, mi parte rumbera. Me gusta el punk y me gusta el rock. Y me gusta el ska y me gusta el reggae. Pero yo siempre he dicho que soy andaluza, que soy del Sur.

P. Es además una gran abogada del autonocimiento. ¿Cree en la terapia?

R. Creo que existen casos específicos que necesitan una medicación y ayuda profesional, pero a mí siempre me ha interesado el crecimiento personal porque ya desde muy joven me decían que no podía ser lo que quería ser, que tenía que buscarme un trabajo de verdad. Me constó mucho que los demás aceptasen mi propósito en la vida y a mí misma porque la carrera de un artista es una montaña rusa: ahora no hay trabajo, ahora no te llaman las discográficas, ahora te autoproduces… Me he tenido que trabajar mucho internamente porque si no hubiera dicho apaga y vámonos.

P. ¿Y no se abusa hoy en día un poco de la jerga de psicoanálisis?

R. Yo creo que si se tiene un conocimiento que puede servir para la calidad de la vida y de la salud mental de las personas hay que transmitirlo. De hecho, mi libro Metanoia está gratis en la página de Amparanoia.

P. Dice usted que nunca busca a ver qué está mal, sino a ver qué se puede hacer con lo que está bien. ¿Le cuesta más en los tiempos que corren?

R. Por supuesto que me duelen las entrañas lo que está pasando en Palestina, que me enfado cuando veo lo que está pasando con nuestra sanidad, cómo está el tema de la vivienda, qué le estamos dejando a nuestros hijos medioambientalmente. Pero intento vivir en el ahora. Si nos alimentamos con demasiada información vamos a tener mucho miedo, porque hay mucha gente interesada en que lo tengamos. Cuando yo era pequeña el miedo colectivo era el hombre que tenía un teléfono rojo con que podía hacernos explotar. El miedo es un negocio porque permite controlar a la gente. Y solo hay dos vibraciones: el amor o el miedo. Nosotros elegimos en cuál queremos vibrar.

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Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en Periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en consumo y cultura de masas. Subdirectora de S Moda, fue redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en Diario de León y en La Voz de Galicia. Autora de 'Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España' (Blackie Books).
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