Inma Cuesta: “Yo no he tenido crisis de los 40. No pienso en ese tipo de cosas. Me siento mejor que nunca”
La tele le dio la fama, el cine el prestigio. Ahora estrena ‘Un funeral de locos’, participará en la segunda temporada de ‘Berlín’ y busca otras miradas con su productora, Loba Loba


“Soy de un pueblo muy pequeño, crecí rodeada de campo. Lo que he hecho ha sido volver un poco a mi lugar. Yo he sido muy feliz viviendo en Madrid ciudad, pero llegó un momento, cuando paré realmente, que dije: ‘¿Qué hago aquí?”, cuenta Inma Cuesta (Valencia, 44 años) después de la sesión de fotos. Ha dejado por unas horas su vida en el campo, a las afueras de Madrid, para hablar sobre su trabajo. Por delante, un año cargado de proyectos: estrena la película Un funeral de locos (en cines el 11 de abril), está inmersa en el rodaje de la segunda temporada de Berlín (serie de Netflix salida del fenómeno La casa de papel) y también tiene en la recámara Si es martes, es asesinato (serie de misterio de Disney+ que ha rodado en Lisboa). Lo compagina todo con una nueva faceta: en septiembre de 2023 fundó con su pareja, la guionista y productora Ángeles Maeso, Loba Loba, una productora con la que buscan ofrecer nuevas miradas, con el compromiso de “crear historias que potencien la narrativa sobre las mujeres en la ficción”, según recuerda su cuenta de Instagram. Cuesta nació en Valencia, pero cuando tenía cinco años su familia se mudó a Arquillos, en Jaén. “En el pueblo donde me crie no había un cine, no había un teatro. Yo soñaba con eso y me conformaba con lo que podía ver en televisión, las películas de Marisol, Rocío Dúrcal y Concha Velasco”, dice. No ha perdido el acento andaluz, ni las ganas de actuar.

Estrena Un funeral de locos, ¿la comedia es el mejor vehículo para enfrentarnos a las cosas que nos cuesta abordar, como la muerte?
Absolutamente. Yo es que creo que la comedia es la puerta hacia la vida, hacia todo. A través de la comedia se pueden hablar de muchas cosas muy serias. Mi abuela tenía un dicho que me parece maravilloso: “No hay velatorio sin risa ni boda sin llanto”. Y me parece una gran verdad. Hacer comedia es muy gustoso, pero es muy difícil de interpretar. Me refiero a que encontrar el tono resulta siempre complejo.
¿Hoy en día, con incertidumbre mundial, con malas noticias a diario, la comedia es más necesaria que nunca?
Bueno, yo creo que todo, también son necesarias las pequeñas películas o grandes películas que hablan de otros temas. En uno de los discursos de los Goya, una de las productoras [María Luisa Gutiérrez, que también produce Un funeral de locos] hablaba de eso, de que las películas supercomerciales son necesarias para que existan otras. Y llenan las salas. Mira La infiltrada, la protagonista es una mujer, la directora es una mujer, es un thriller, que parece que hay géneros que no son destinados a priori para las directoras… Hay un momento interesante de cambios y todas las películas son necesarias.

Usted ha sido nominada tres veces al Goya, dos con dramas (La voz dormida y La novia) y una con comedia (3 bodas de más)…
Es difícil que si tú haces un personaje de comedia, como el mío en 3 bodas de más, te nominen. No esperas una nominación haciendo comedia. Y este año lo que ha pasado, por ejemplo, con Casa en flames ha sido maravilloso. Pero siempre la comedia está menos valorada a todos los niveles.
Justo en su discurso al ganar el Globo de Oro, Demi Moore hablaba de películas comerciales, de que a ella durante 30 años no la nominaban porque era “una actriz de palomitas”. ¿Ese prejuicio sigue vigente?
Creo que para los actores es muy difícil encontrar ese pulso entre poder hacer una película más comercial pero que te sigan llamando para hacer algo más de autor, por así decirlo… Yo hasta ahora me manejo bien en esas aguas.
En su caso, ¿qué quería hacer cuando empezó?
Actuar, esto era algo absolutamente innato en mí, una vocación que no sabría decir de dónde nació. Del pueblo me fui a Córdoba a estudiar Arte Dramático, luego a Sevilla y a Madrid. Cuando llevaba aquí seis meses, hice el casting del musical Hoy no me puedo levantar, y entré, y a partir de ahí no paré.
¿Qué respondieron sus padres cuando les dijo: “Quiero ser artista”? Él era tapicero y ella ama de casa, no venían de este mundo.
Yo no tenía referentes en casa, pero tenía muchas ganas. Me dijeron que estaba loca, que no tenía salida, que era muy difícil. Pero yo soy una persona constante, muy trabajadora, y tenía muy claro lo que quería hacer.
¿Y se planteó un plan B? Hacía bolsos con los retales de su padre...
Me gusta hacer muchas cosas, me gusta la fotografía, dibujar, escribir… Cuando estaba en la escuela de Arte Dramático, me sacaba mi dinerillo haciendo pendientes, con los retales hacía bolsos… Tenía clarísimo lo que quería, no tenía plan B. Sigo sin tenerlo.

Empezó en teatro, pero la popularidad le llegó con la televisión.
Primero fue Amar en tiempos revueltos, una telenovela de diario, las señoras mayores me amaban. Una serie diaria es una mili. Y Águila roja la veían cinco millones de personas, todavía me siguen llamando Margarita por la calle.
¿Qué es lo más difícil de lidiar con la fama?
La gente conmigo es muy respetuosa, amable, no se acerca a mí de una manera invasiva. No me suelo sentir incómoda, solamente con momentos en los que te empiezan a observar, o te graban... O que esperan que midas metro ochenta y seas modelo, y te están mirando, criticando, y eso pues es un poco incómodo.
Este año cumple 45 y no para de trabajar. Antes muchas actrices decían que a partir de los 40 se iban a hacer teatro, porque en el audiovisual ya no tenían buenos papeles, ¿eso ha cambiado?
A veces se me olvida la edad que tengo, a partir de la pandemia perdí la cuenta... Yo creo que la buena noticia es que hay muchísimas más mujeres que están al mando de las películas, en dirección, en guion, eso abre una puerta a hablar de otros lugares.
¿Por eso fundaron su productora, Loba Loba?
Como actriz no siempre te llegan los guiones que tú quieres... Queríamos buscar historias que nos gustaría contar, estamos escribiendo también, buscamos nuevas miradas, nuevas directoras que potencien la narrativa sobre las mujeres y que muestren mujeres diversas, de todas las formas, edades... Es un camino muy diferente al de la interpretación, porque tiene otros tiempos, todo tarda mucho, pero tenemos varias cosas que están cociéndose lentamente. Están cambiando muchas cosas pero, evidentemente, es una realidad, a partir de los 40 hay menos personajes. No es que sean más bonitos o no, es que hay menos. Y sin embargo para ellos hay muchos más.
Incluso hay actrices jóvenes que confiesan tener miedo a cumplir 30...
El otro día lo hablaba con una amiga, yo no he tenido crisis ni de los 30 ni de los 40, no sé, como no la tenga a los 50… No pienso en ese tipo de cosas, la verdad. Me siento mejor que nunca.

El primer largometraje de Loba Loba va a ser Cosas de chicos, que parte de un corto de Raquel Colera. Marta, la protagonista, crece en los noventa, una época sin redes sociales. ¿Cree que fue una fortuna vivir así, sin tantas presiones?
Teníamos otras presiones, pero ahora están desde niños con las pantallas. Y me digo: “¿Dónde vamos?”. Ahora ser adolescente, con el boom de las redes, me parece complicado, con la importancia que se da a lo estético, a la belleza, los filtros, los seguidores... Me parece aterradora esa obsesión con mostrarlo todo.
Hay países que han regulado el uso de filtros de los influencers...
El otro día vi que ha subido el número de operaciones de estética en chicas y chicos, principalmente chicas, que con 20 años ya se están tocando la cara. Me parece alucinante. No sé qué quieren, imagino que ser como los filtros.
Se quejó en 2015 por el exceso de retoque en una foto suya.
Yo no tengo nada en contra del Photoshop, que cada uno lo utilice de la manera más adecuada. Pero creo que hay cosas que no se deben permitir, sobre todo porque al final tú eres responsable de la imagen que das. Es que no está bien que nadie te haga pensar que lo que tú eres no está bien, que tienes que ser otra cosa, o que tengas más pecho, menos pecho, más cadera, menos cadera, más rubia, más alta, más baja...
Que todo se juzgue.
Creo que se debe mostrar que somos personas diversas. Que eso luego se debería mostrar más en el cine también, que somos personas diversas, que todos no somos iguales, ni hay por qué ser iguales. Que eso no está mal.

¿Qué se ha logrado tras el movimiento MeToo en la industria audiovisual y qué falta aún por lograr?
No nos daría el día para hablar de eso... Es algo que hay que abordar con mucha cautela. Hay mucha más presencia femenina, hay mucha más conciencia, las cosas se ponen encima de la mesa, se hablan... Yo creo que hay una unión importante. Y eso tiene que ver mucho con el feminismo.
En España ha habido denuncias a directores por abusos. ¿Cree que se está atajando el tema de los abusos de poder?
Es un tema demasiado delicado. Ahora, gracias a que hay más conciencia y hay una mirada atenta, se toman una serie de medidas que quizá antes no se tomaban, y a lo mejor te puedes sentir más protegida si te encuentras con una situación desagradable. Todo tiene que ver con el cambio en la mirada, con no normalizar muchas cosas que hemos normalizado. Y que ahora se habla y se dice: “Pues eso no estaba bien, no era normal”.
¿El nombre de Loba Loba tiene que ver con eso, con la resignificación?
Hay un libro que nos gusta mucho, La perra, la cerda, la zorra, la loba [de la editorial infantil NubeOcho], en el que se ve que al hablar de los personajes en femenino tenían una connotación negativa. Además, la loba es un animal poderoso, místico, que protege a sus crías... Y como somos dos lobas, pusimos Loba Loba. También tiene que ver con la luna, que es algo muy femenino...
¿De ahí también lo de vivir cerca de la naturaleza, ayuda a tener los pies en la tierra en una profesión así?
Mi abuela siempre decía que en la ciudad la gente vive como enlatada... Y luego, cuando tienes hijos, la ciudad es un lugar un poco inhóspito. Quería conectarme con lo más primario, que es la tierra. No lo cambio por nada.
¿Y qué respondería si uno de sus hijos le dice: “Quiero ser artista”?
Hay que darles la libertad para que escojan y que sean felices. Tener una vocación es una fortuna. Yo la he tenido siempre muy clara, y aparte me han acompañado el trabajo y la suerte.

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