Georgina Amorós: “La política decide las cosas que nos afectan, pero la sentimos tan alejada que no nos involucramos”
La actriz barcelonesa, que se dio a conocer en ‘Élite’, se embarca en la aventura francesa uniéndose a las mosqueteras de ‘Toutes pour une’, dirigida por Houda Benyamina
Ana de Austria solo tenía 14 años cuando un estratégico juego de tronos la coronó como reina de Francia. La joven, privada de cualquier poder o decisión, se enfrentó a las intrigas palaciegas que buscaban su repudio, al desprecio y malquerer de un esposo, Luis XIII, de carácter introspectivo e irresoluto, y a los prejuicios de una sociedad que desdeñaba cualquier símbolo del país vecino. “Era una española con los defectos de su raza”, se decía sobre la joven vallisoletana, de belleza incontestable, vasta cultura y carácter alegre que convivió con la soledad hasta que la muerte de su esposo le permitió convertirse en una de las reinas más importantes de la historia. Georgina Amorós (Barcelona, 26 años) todavía está conmovida por la odisea que tuvo que vivir la monarca. “No le tenían ningún tipo de respeto, era humillada constantemente, la veían como un fracaso por no quedarse embarazada y tuvo una vida durísima”, corrobora la actriz que saltó a una fama incomparable con su papel de Cayetana en Élite y que lleva años demostrando que su talento va más allá de cualquier fenómeno generacional. Ahora se ajusta las enaguas y el corsé para explorar la parte “humana y vulnerable” de Ana de Austria en Toutes pour une (Todas para una), relectura en clave feminista de Los tres mosqueteros de Dumas dirigida por la prestigiosa cineasta Houda Benyamina. Un filme que supone el debut en la industria francesa de Amorós y todo un viaje de crecimiento personal que, por momentos, le ha hecho estar cerca de su alter ego en la pantalla: “El aislamiento que sentí me ayudó a entender el personaje porque es literalmente lo que le pasaba a ella”.
Toutes pour une es su primera película en la industria francesa. ¿Cuál fue el mayor desafío que se encontró?
Es verdad que nunca había trabajado en francés, pero tuve una profesora fantástica. Era un reto tanto la dicción como la entonación y las pausas, pero lo que de verdad te cambia es el vestuario. Tenía dos personas cada día encargadas de vestirme por todas las capas que tenía con las enaguas, el corsé… No era un disfraz, todas eran las piezas propias de un vestido de esa época. Suelen decirlo las compañeras y es cierto: el vestuario te da tal rigidez y te oprime tanto que te da una forma distinta de mirar. Notas que tus órganos se recolocan en una posición que no es la natural. No podía ni ir al baño mientras estábamos rodando.
¿Rodar en una industria y en una lengua distinta la hizo sentirse más incomunicada durante aquel tiempo? ¿Llegó a identificarse con lo que vivió Ana de Austria?
Sí que había paralelismos entre cómo estaba yo y cómo estaba mi personaje. Estaba en un país que no es el mío y hablando un idioma con el que no siempre podía expresarme como quería. Sentía que la lengua era un impedimento para que las actrices y el equipo me acabaran de conocer del todo. Fue un proceso de meses, con jornadas muy largas y estando lejos de casa. El aislamiento que sentí me ayudó a entender el personaje porque es literalmente lo que le pasaba a ella, pero estaba tan feliz, tan motivada y entregada en el proyecto, que lo disfruté mucho. Nunca he visto un mayor respeto en el set, era un espacio sagrado y en el que prácticamente nadie hablaba. Yo tenía mis playlist para concentrarme antes de cada escena porque ninguna fue fácil, todas eran muy complejas. Con el vestuario, el decorado y las tomas tan largas que hacíamos se parecía en algo al teatro, perdías un poco la noción de la realidad.
¿Qué tipo de música componía esas listas de reproducción?
En los ensayos trabajamos mucho con música de wéstern, pero yo tenía canciones españolas, muy flamencas en general. Quería evocar esa morriña, esa nostalgia de casa que compartíamos tanto mi personaje como yo. Peret, Pepe Habichuela, Luis Aguilé, Rozalén… También escuché en bucle En lo alto del cerro, de Estrella Morente, porque en una escena bailo flamenco. De repente, en el último casting, la directora me dijo que me preparara un baile de un día para otro. No lo había bailado en mi vida, pero pedí ayuda a una amiga, aprendí cuatro pasos y me planté con toda mi cara con esa canción. Y a ella le encantó.
La directora es Houda Benyamina, una de las realizadoras más en boga del cine francés y que ganó la Cámara de Oro en Cannes con su ópera prima. ¿Qué ha aprendido de ella?
Houda tiene un mundo fascinante. Es muy perseverante y no para hasta conseguir lo que quiere. Fue un rodaje intenso en el que aprendí la importancia del silencio y la concentración para hacer un mejor trabajo. La película es un caballo de Troya que presenta cuestiones políticas, raciales y de clase. ¿Qué significa ser una mujer en el mundo?, ¿qué significan el género y la identidad? También habla de los moriscos y las expulsiones de población, que miles de años después siguen en plena vigencia. Es un filme de época, pero más actual que nunca.
¿Nota que en el sector audiovisual cada vez está más extendido lo de “Todas para una y una para todas”? ¿Diría que ha crecido la sororidad en sus años como actriz?
Al 100%. Soy de una generación que ha tenido mucha suerte y estoy acostumbrada a encontrarme equipos muy equilibrados a nivel de género. También creo que las mujeres nos estamos quitando de la cabeza creencias heredadas e instauradas por el capitalismo y la monogamia, como esa educación que nos inculcaba que la otra es una amenaza, que me va a quitar lo que me pertenece. Cada vez somos más conscientes de que uniendo fuerzas llegamos más lejos. Y el hecho de tener referentes y contar historias desde el punto de vista de la mujer, sobre temas que nos representan, nos hace sentirnos identificadas.
En los últimos años también han trabajado fuera compañeros como Ester Expósito, Miguel Bernardeau o Arón Piper. ¿No hay fronteras en el cine de hoy o es una forma de seguir aprovechando el impacto global que tuvieron con Élite?
Sería hipócrita decir que la visibilidad que me aportó Élite no me ha servido de nada. Nos ha permitido acceder a más oportunidades, pero las plataformas de streaming también han traído proyectos de todas partes del mundo y nos hemos acostumbrado a la diversidad. Sé que soy una privilegiada y que me ven para más cosas que a otras compañeras, pero yo sigo haciendo todos los castings y me siguen diciendo que no. La directora de esta película, por ejemplo, no me conocía de nada. La industria francesa es muy cerrada y me encantaría trabajar más allí, pero es difícil.
Aunque se refiera al privilegio que supuso el éxito de Élite, da la sensación de que ha demostrado con sus siguientes proyectos (Todas las veces que nos enamoramos, Segunda muerte) que no pueden seguir encasillándola en ese papel.
Es una serie que ha marcado a una generación y no voy a negar que ha pasado, pero han transcurrido años, todos tratamos de construir nuestras carreras y yo además trabajo en esto desde muy joven. Es una industria caprichosa. Tengo claro lo que quiero y cómo lo quiero, pero la realidad es que no puedo escoger, no siempre me llegan los papeles que deseo. Un actor solo puede esperar, no puede generar… Esa espera es lo que más me frustra. Solo me queda ratificarme en que yo hago esta profesión porque es lo que más disfruto hacer y está bien si hay épocas peores. Hay muchas otras Georginas aparte de la Georgina actriz, mi profesión no me define.
En sus redes sociales suele mencionar la importancia que tiene su “red de cuidados”. ¿Puede desarrollar ese concepto?
Es mi gente incondicional. Mis amigas de toda la vida, mi familia, los que me conocen de verdad y sé que estarán allí pase lo que pase. Intento hablar con mis padres todos los días, quiero tener a la gente que quiero muy cerca. Esa red de cuidados también pasa por mí, por hacer terapia y priorizar el tener tiempo de calidad para mí y para ellos.
En 2019 creó con una amiga la iniciativa Por un solo voto, para incentivar el interés de los jóvenes en la política. ¿Qué poso le dejó aquello?
Surgió de la sensación de que había muchas cosas en la política que nos enfadaban. No nos sentíamos representadas por políticos que no hacían mucho esfuerzo en hacernos sentir que la política también tiene que ver con nosotros y también por el terror de que pudiera crecer la extrema derecha, que era el momento en el que Vox estaba empezando. Mi mejor amiga y yo quisimos intentar concienciar a la gente joven, que prácticamente no votaba, porque tenemos derecho a cambiar las cosas y a luchar por nuestros intereses y necesidades. La educación, la sanidad, el alquiler… Hay muchas cosas que se deciden en la política que nos afectan a los jóvenes, pero la sentimos tan alejada que no nos involucramos.
¿Qué siente cuando ve que en las últimas elecciones europeas el voto joven a la ultraderecha crece tanto en España como en las principales economías del continente?
Pues que esa frase de que quien recuerda su historia no está condenado a repetirla es un poco mentira. Tenemos a la vuelta de la esquina lo que pasó hace décadas, pero como les sucedió a nuestros abuelos creemos que no nos puede volver a ocurrir. Da miedo que esto esté pasando. Me parece importantísimo ver de dónde venimos y no repetir los mismos errores.
Con el éxito de Élite le llegarían cientos de ofertas de colaboraciones con marcas de moda y belleza. ¿Cómo vertebró esa parte de glamour de este oficio sin que desvirtuara su profesión de actriz?
Como no es mi profesión principal intento tomármelo como algo divertido. Con los años he ido sintiéndome más cómoda porque me conozco más, ahora sé lo que puedo defender mejor. Entiendo que puede sumar a mi imagen pública así que trato de utilizarla a mi favor pasándomelo bien y trabajando con equipos y marcas con las que me sienta identificada, que me inspiren y me motiven también a nivel creativo. Es guay tener la oportunidad de crear otros personajes.
¿Esos personajes se parecen a la Georgina Amorós real o son muy distintos?
Va por épocas. He tenido momentos más locos en los que me apetecía separar mucho estas dos Georginas. Creo que hay un punto sano y divertido en esto porque muchas veces nuestra imagen pública no tiene que ver con quiénes somos realmente, sino con la mirada que los otros se imaginan sobre ti. En las épocas en las que he tenido mucho trabajo, en las que iba maquillada y con ropa preciosa toda la jornada, de repente los días en los que me quedaba en casa y me miraba en el espejo era en plan: “Dios, ¿quién soy?”. Pero no es normal que alguien venga todos los días a tu casa a ponerte unos vestidos increíbles y yo no necesito ser esa persona. Ahora estoy en un momento en el que prefiero estar relajada y ser más yo misma. No quiero dedicarle más energía de la justa a estos temas, prefiero centrarme en cosas que me llenan más como interpretar, escribir o tener tiempo para mí y para mis amigos.
Dice que le gusta escribir. ¿Se ha planteado alguna vez desarrollar un guion propio?
Cuando hablo sobre esto me entran todos los síntomas de la impostora porque le tengo muchísimo respeto. Escribo sin ninguna intención, solo por placer y por descubrir mi voz. Suena un poco cursi, pero el simple hecho de escribir una cosa y no otra habla mucho sobre ti. Me gusta saber qué temas siguen apareciendo en mi cabeza y en mi vida e investigar hacia dónde me llevan. No tengo ninguna presión.
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