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Más de la mitad de los usuarios de fármacos adelgazantes los abandona en menos de un año

Entre las posibles causas están el elevado coste, los efectos secundarios y su uso sin supervisión experta

En la imagen, personas con diferentes tipos de cuerpos, en el centro de Barcelona.
Enrique Alpañés

Nadie abandona un milagro. Los fármacos adelgazantes han sido calificados insistentemente como tal, sin embargo, su tasa de abandono es inexplicablemente alta. Un nuevo estudio poblacional, presentado en la Reunión Anual de la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes este sábado, en Viena, revela que poco más de la mitad de los adultos sin diabetes que comienzan a tomar semaglutida en Dinamarca lo interrumpió en el plazo de un año. “Es un nivel de disminución preocupante, pues estos medicamentos no están pensados ​​para ser una solución temporal”, explicó el autor principal, el profesor Reimar W. Thomsen, del Departamento de Epidemiología Clínica de la Universidad de Aarhus. “Para que sean eficaces, deben tomarse a largo plazo”.

El estudio fue realizado con una base de más de 77.000 adultos obesos sin diabetes. Transcurrido un año, el 52% había abandonado el tratamiento. Hubo una mayor probabilidad de interrupción entre los hombres (12% más de riesgo que las mujeres), los jóvenes (quienes están en la franja 18–30 años tienen aproximadamente un 50% más de probabilidad que los adultos de 45 a 60 años) y quienes vivían en barrios de bajos ingresos (14% más de riesgo). Los datos de este estudio son contundentes por su gran base, pero no sorprenden. Un estudio similar realizado en Canadá en 2020 llegó a la misma conclusión.

“El estudio reproduce la percepción que tenemos aquí en España”, explica el endocrino del Hospital Vithas de Sevilla, Cristóbal Morales. Mucha gente abandona a pesar de estar viendo los resultados, quizá adelgazando por primera vez después de una vida entera a dieta. ¿Por qué? “La primera causa son los motivos económicos”, señala el médico. “Muchos pacientes no se lo pueden permitir económicamente, recordemos que son medicamentos caros y la obesidad está muy golpeada por los factores psicosociales, esto hace que la brecha todavía sea más importante”.

En España los agonistas del GLP-1 no están subvencionados en casos de obesidad, como sucede en otros países de nuestro entorno como Inglaterra o Suiza. Para seguir un tratamiento, el paciente debe pagar entre 170 y 400 euros al mes. Algunas personas pueden hacer un esfuerzo dos, tres, seis meses, pero después, una vez han visto resultados, abandonan. La obesidad es ya una enfermedad clasista, afecta el doble a los niños de familias con rentas más bajas que al resto. Pero gracias a estos medicamentos, tan eficaces como caros, la diferencia puede ser aún mayor.

Otra posible causa de abandono son los efectos secundarios. Este medicamento genera una sensación constante de saciedad y vivir empachado en un mundo obesogénico no es fácil. En nuestro día a día, muchos planes sociales orbitan en torno a la mesa o la barra del bar. Ozempic quita las ganas de comer, en muchos casos también las de beber. Y esto obliga a muchos pacientes a renunciar a planes sociales, algo que se puede hacer puntualmente, pero que cuesta más mantener de forma constante.

Por último, estos medicamentos son efectivos, pero tienen efectos secundarios. En muchos casos pueden dar náuseas y molestias intestinales. Esto sucede especialmente al principio del tratamiento, o cuando el paciente se pone en manos no expertas, denuncia Morales.“Hay gente que igual se pincha más dosis de la que debería”, explica. También médicos que lo recetan y luego no hacen un seguimiento constante del paciente. La popularidad de estos fármacos ha hecho que muchas clínicas privadas los receten, que familiares y amigos médicos los consigan bajo mano. Ahora no hay tanta escasez como hace unos años, así que su uso se ha popularizado. También su abuso. “Son fármacos muy potentes que van directamente hacia el control biológico y se tienen que mantener a largo plazo”, señala Morales. “Un uso de un mes, dos meses, para una operación biquini no es aconsejable. Esto no es bótox”.

Los agonistas del receptor GLP-1 han demostrado propiciar una pérdida de alrededor del 15% del peso del paciente. Hay compuestos aún no aprobados que superan esas tasas, con pérdidas del 24%. Imitan los efectos del péptido GLP-1, el que le dice a nuestro cerebro que hemos comido, que estamos llenos. El GLP-1 natural se segrega en nuestro intestino y dura unos minutos, pero sus análogos pueden prolongar esta señal hasta siete días, dando una sensación de saciedad constante. Por eso estos medicamentos son tan eficaces. Pero por eso, también, cuando se dejan de tomar, dejan de tener efecto. Ya no hay una hormona que le diga a tu cerebro que estás lleno. Vuelves a tener hambre. Y engordas.

Las consecuencias de usar fármacos adelgazantes de manera puntual son bien conocidas. “Cuando te pones con este tratamiento, normalmente pierdes grasa y músculo. Pero cuando lo dejas y tienes el efecto rebote solo ganas grasa, así que parece que estés en el mismo peso, pero en realidad tu composición corporal está mucho peor”, explica Morales. El experto señala que la obesidad es una enfermedad crónica y que su tratamiento debería serlo también.

Sin embargo, se empiezan a ver pequeños resquicios. Alternativas para ese 50% de pacientes que por los motivos que sean decide dejar el tratamiento. Unos investigadores de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) comprobaron que, un año después de dejar el tratamiento, había un porcentaje de pacientes que habían mantenido un peso saludable. En todos ellos encontraron un mismo patrón: habían empezado a hacer ejercicio.

“Lo que más hemos estudiado son tratamientos a largo plazo”, explica Morales. “Pero vemos en la vida real a muchos pacientes que con el tiempo van abandonando la medicación, pero consiguen mantener un peso saludable con ejercicio y hábitos saludables. Otros pacientes utilizan microdosis, y otros, dosis intermitentes”, reconoce. De momento esto es una simple anécdota, sin demostración científica. Hay ensayos que están estudiando si esto funciona a nivel global y en qué porcentaje, pero aún no se han publicado. Mientras tanto, los expertos recuerdan que la obesidad es una enfermedad crónica. Y que su tratamiento también debería serlo.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar
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