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Más de un año sin redes sociales en el corazón de África

Los habitantes de Chad han estado 16 meses desconectados del mundo digital. Estas han sido las consecuencias

Carlos Bajo Erro
Parque Nacional de Zakouma, en Chad.
Parque Nacional de Zakouma, en Chad.Getty Images

El 28 de marzo de 2018, las redes sociales y los principales servicios de mensajería instantánea a través de internet empezaron a fallar en Chad. “Cuando me di cuenta pensé que el bloqueo no duraría”, comenta Annadjib Ramadane, uno de los blogueros más populares del país centroafricano. “Mientras tanto, empecé a hacer como la mayor parte de los internautas chadianos, acostumbrados a tener que adaptarse a estas situaciones usando herramientas para sortear la censura”, continúa. Ese apagón de internet que parecía puntual se prolongó hasta el pasado 13 de julio. Más de un año, casi 16 meses, en que las y los chadianos han estado desconectados del mundo.

Durante el periodo de oscuridad digital, las autoridades habían optado por el silencio. Precisamente, cuando cayeron las redes se estaba debatiendo una reforma constitucional que aumentaba los poderes del presidente y el entorno digital canalizaba las opiniones de los más descontentos. Solo las dos operadoras principales del país habían argumentado unos vagos “problemas técnicos”.

Sin embargo, el pasado 13 de julio el presidente chadiano, Idriss Deby, lanzó el anuncio a través de su propia cuenta de Twitter: “He dado la orden [...] de que supriman inmediatamente todas las restricciones de acceso a las redes sociales”. Con este mensaje los activistas consideran que el jefe del Estado centroafricano reconocía su responsabilidad en el bloqueo. Su lectura era que él podía levantar las restricciones porque era él quien las había impuesto.

Para Abdelkerim Yacoub Koundougoumi, responsable de la división de África Central de Internet Sans Frontières, es evidente que el bloqueo de las redes “ha tenido, únicamente, motivaciones políticas”. “Internet se ha convertido en una herramienta que los ciudadanos han usado para expresar su enfado hacia el Gobierno. El régimen tiene fobia a internet porque es el único espacio en el que los ciudadanos pueden ejercer plenamente su libertad de opinión. Solo se le ha ocurrido cortar internet para detener estas muestras de descontento y esta exigencia de buen gobierno y de rendición de cuentas”, continua el activista.

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Los relatos de los usuarios chadianos sobre su experiencia de la censura resultan curiosos. Salim Aziz Assani, un profesional de la comunicación digital, confiesa: “Después de insistir durante una hora, me di cuenta de que las redes sociales, sobre todo Facebook y WhatsApp, estaban bloqueadas”. No es extraño que Assani tardase en reaccionar. Chad está a la cola de la calidad de internet en lo que se refiere a ancho de banda y a la cabeza en lo que se refiere a precio de la conexión.

El propio Ramadane, bloguero chadiano, cuenta que durante el apagón ha tenido que buscar alternativas analógicas: “La censura me ha reconciliado con la radio, porque no todos los días conseguía tener acceso a internet, a pesar de que utilizaba redes VPN”, comenta. Los usuarios más avanzados no han tenido demasiados problemas técnicos para esquivar la censura. Con el paso de los meses, las artimañas para burlar el bloqueo se han ido extendiendo a usuarios no profesionales. Las VPN se han convertido en aplicaciones usuales para ellos. Son herramientas en las que la identidad (y la procedencia) del usuario es disimulada o modificada y les permite acceder a contenidos bloqueados.

“Para mí, el impacto de la censura ha sido sobre todo económico”, confiesa Annadjib Ramadane. He tenido que gastar mucho más para conectarme a las redes sociales”. Las conexiones a través de las VPN tienen un extra en consumo de datos. En ocasiones, incluso, duplican el coste. "Además, algunas plataformas de comercio online interpretan tu actividad como una amenaza, así que los pagos se bloquean o se retrasan”.

Los ciudadanos de a pie se han encontrado con los mismos inconvenientes y han pasado sus propias penurias digitales. “Además de las consecuencias económicas que afectan a todo el mundo”, comenta Ramadane, “hay un impacto moral, porque muchas ciudadanas y ciudadanos no tienen dinero para pagar más y han dejado de navegar. Se extiende la idea de que internet es una pérdida de tiempo y de dinero”. Para Salim Assani, profesional de la comunicación digital, este apagón aleja a los chadianos del mundo digital, porque les genera una sensación de dificultad. “El ejemplo puede ser mi madre, ella ha tenido que pedir ayuda para instalar una VPN. Internet aparece como algo complicado”, comenta este activista y comunicador, que añade una consecuencia más: “Es muy mala imagen para el país. Chad aparece como un estado aislado del mundo”.

Las condiciones tecnológicas del país centroafricano son realmente particulares. En enero de 2019, Chad era el tercer país con menor penetración de internet del mundo, según el informe de la plataforma We are social. Solo cinco de cada 100 chadianos tienen acceso a internet. En esa misma fecha, era también el tercer país con la tasa más baja de penetración de redes sociales. Un 0,8% de los chadianos en el país tenía una cuenta en alguna red social. Las cíclicas operaciones de censura y la última campaña en particular, no parecen ayudar a la expansión, ya que Chad ha sido uno de los pocos países en los que entre 2018 y 2019 se ha reducido el número de usuarios de redes sociales, según el informe de Data Reportal: concretamente descendió a la mitad.

Menos de uno de cada cien chadianos tiene una cuenta en alguna red social.

Pero lo cierto es que más allá de las condiciones tecnológicas que sitúan al país a la cola de la digitalización, Chad cuenta con un ecosistema digital incipiente, pero dinámico y, sobre todo, obstinado en construir un espacio de desarrollo y de nuevas oportunidades en el mundo de internet. Han demostrado su tenacidad a cada nuevo obstáculo. No es la primera vez que el gobierno chadiando aprieta el botón que apaga la Red. La penúltima vez, en 2016, la factura de los 235 días de bloqueo de redes sociales y herramientas de mensajería ascendió unos 18 millones de euros, según los cálculos de la ONG de defensa de los derechos digitales Internet Sans Frontières.

Reacciones al bloqueo

Diversas organizaciones han denunciado este bloqueo durante los casi 16 meses de duración. La sociedad civil ha combinado acciones públicas a través de campañas en las propias redes como #Maalla_Gatétou o páginas de encuentro en Facebook; con medidas de presión hacia las operadoras de telefonía y hacia el Estado. Medios como la radio francesa RFI, aseguraban tener informaciones que demostraban que se había levantado el bloqueo por las presiones internacionales. Después de esta experiencia, los activistas y profesionales del entorno digital mantienen las esperanzas.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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