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Un paraíso tecnológico donde nadie busca hacerse rico

Hirikilabs es la división tecnológica de Tabakalera, el centro de cultura contemporánea instalado en una antigua fábrica de tabacos donostiarra

Instalaciones de Hirikilabs en Tabakalera (Donostia)
Instalaciones de Hirikilabs en Tabakalera (Donostia)

El Silicon Valley de la gente normal cabe en una sala grandecita junto al último tramo del río Urumea. "Va más allá de lo maker, no es un Fablab...", descarta Ibai Zabaleta, coordinador de este rincón de Tabakalera, un centro de cultura contemporánea construido en una antigua fábrica de tabacos donostiarra. Nadie va a Hirikilabs pensando en cambiar el curso de la historia. "Al final aquí la tecnología es una excusa. Se trata de entender como funciona, de tener un espíritu hacker en su sentido original, de poder transformarla", resume.

A su alrededor, los distintos grupos de trabajo van exprimiendo su tarde de jueves entre máquinas de coser, impresoras 3D, pantallas, huertos verticales y algún que otro cohete. El plan es que no hay plan. Este laboratorio de cultura digital y tecnología está abierto a cualquier propuesta que cumpla dos condiciones: que pueda hacerse en grupo y que el resultado sea abierto. "Que se comunique cómo se ha hecho mediante un tutorial, un manual, una licencia abierta...".

Carlos García es un incondicional. "Es que no sé cómo explicarlo. Pero esto es la leche", sentencia. Este técnico de fotocopiadoras jubilado ha cumplido los setenta convertido en el alma de Hirikilabs. "Está aquí todos los días haciendo de todo", asegura Zabaleta. Lo mismo echa un cable con la construcción de la vela helicoidal, que ayuda con la picadora de lino, que se asoma a ver cómo va el cubo LED, que husmea en el proyecto de exploración espacial.

Joder, ¡de estos he aprendido un montón! , asegura señalando a los chavales de EHAerospace.

Mikel Malagón, cofundador del grupo, donde la media de edad ronda los 18 años, le escucha de refilón.

Espera, espera, ¡¿qué?! ¿Carlos ha dicho eso?

Sí. Yo soy de la vieja escuela. Estos son de la nueva. Yo les enseño refranes. Y ellos me enseñan Linux.

"Y aquí tengo a mi niña. Esto es el Precious Plastic. Es un proyecto mundial, que lo lleva un... No sé si es danés o qué coño, pero está todo en internet", explica. Ante él se alzan, imposibles de ignorar, dos picadoras de plástico pensadas para convertir los residuos de este material en sustrato para nuevos productos impresos en 3D. Una es rosa brillante; la otra, de color cian, pero no por decisión de García, sino del resto de habitantes de Hirikilabs: "Yo soy un poco chapuza en el sentido del bonito. Con tal de que funcione, ya me vale".

Picadoras de plástico de Precious Plastic y una vela helicoidal
Picadoras de plástico de Precious Plastic y una vela helicoidal

La semilla de este espacio se plantó en Summer Lab, un encuentro de laboratorios celebrado en Donostia en 2012. "Ahí se generó una comunidad de personas interesadas en prácticas de tecnologías y cultura abiertas, en procomún o prácticas maker", recuerda Zabaleta. Ese colectivo puso los cimientos del espacio actual. "Barrió con nosotros, diseñamos juntos la dinámica, hicimos talleres para construir las herramientas, para diseñar el mobiliario...".

La programación de talleres abiertos se complementa con los proyectos temporales y los distintos grupos de trabajo, todo diseñado con el objetivo de dar cabida a un público tan variado como sea posible. En Hirikilabs caben jubilados, geeks gastronómicos, profesores de secundaria, estudiantes de instituto, familias con niños... Violeta Yarza llegó con la idea de hacer un cubo donde se pudieran depositar paraguas estropeados y ya tiene hasta el plan de reciclaje para sus telas, que se reparten por el área textil de Hirikilabs convertidas en delantales. "El proyecto original era desarrollar un prototipo de contenedor de reciclaje para instalación en espacios públicos cerrados, y una cosa ha llevado a la otra", reconoce.

Contenedor de paraguas instalado en la entrada de Tabakalera
Contenedor de paraguas instalado en la entrada de Tabakalera

Yarza no está buscando el próximo unicornio. "Es muy difícil que sea sostenible económicamente porque la confección de esos productos sale cara, pero hay alternativas, como talleres de creatividad o de costura en los que la gente haga sus propios artículos: desde paraguas, hasta fundas para sillín de bicis, chalecos... Muchas veces lo importante no es que la idea sea original, todo esto ya está inventado, se trata de ponerlo en práctica", señala.

La espinita en el corazón de Hirikilabs está en la cuestión del legado que dejan las horas invertidas por quienes pasan por este espacio. "El mayor reto y el mayor déficit es que la gente sea consciente de que tiene que dar algo igual que coge algo. No solo de nosotros: hay comunidades de conocimiento en internet de las que la gente se nutre", explica Zabaleta. Salta a la vista que los requisitos de trabajo colaborativo quedan sobradamente satisfechos, pero no ocurre lo mismo con la tarea de compartir los conocimientos adquiridos.

Parte del problema está en la ventaja que supone la ausencia de intereses comerciales. "La gente pasa muy rápido de un proyecto a otro". Además, hay unas gotitas de procrastinación: lo divertido es hacer cosas, ponerlas por escrito se hace cuesta arriba. "Al final tú tienes unas horas limitadas de tu tiempo libre y vienes a gastarlas aquí y de repente son las ocho y tienes que cerrar, tienes que recoger...", explica el coordinador. Su plan es hacer una plataforma específica donde la comunidad pueda ver algunos ejemplos de buenas prácticas. "Yo entiendo que muchas veces se distraen. Pero bueno, estamos en ello".

¿Y los recursos? Se hace lo que se puede con lo que se tiene. "La gente entiende el contexto, ya saben que esto no es un centro de I+D. Si se puede, se intenta apoyar y si lo que se está haciendo no es quemar arduinos a lo loco, pues mejor. Aquí se hace innovación ciudadana y creemos que le corresponde ese derecho a todo el mundo".

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