_
_
_
_
_

Visitamos Lanzadera, la fábrica de empresarios innovadores del dueño de Mercadona

El dueño de Mercadona cree que España necesita más y mejores empresarios, y se ha puesto manos a la obra con Lanzadera, su propia ‘fábrica de emprendedores’ en Valencia.

Mónica Torres

Las empresas pueden nacer en garajes, en notarías y hasta en bares. ¿Y los empresarios? Uno de los más importantes de España, Juan Roig, presidente ejecutivo y accionista mayoritario de Mercadona, cree que los empresarios se pueden fabricar. Y lleva más de seis años manos a la obra en su tierra, Valencia.

Mónica Torres

Esta “fábrica de empresarios” está en un entorno totalmente alejado de lo industrial: mirando al Mediterráneo y junto al barrio de El Cabanyal, cada vez más turístico por su mezcla, tan de Instagram, de tipismo y modernidad. Se ha bautizado como la Marina de Empresas, y es a su vez un conjunto de tres instituciones: la Universidad y Escuela de Negocios EDEM, Lanzadera (una aceleradora e incubadora de empresas promovida por Juan Roig) y Angels, vehículo inversor del principal accionista de Mercadona.

Los 18.000 metros cuadrados de la Marina de Empresas fueron en su día una de las bases de los equipos de la Copa América, esa competición de vela en la que la Valencia de Rita Barberá y Francisco Camps creyó ver una enorme fuente de riqueza y prestigio internacional. Muy cerca pasaba el Circuito de Fórmula 1, otro grandilocuente proyecto que prometió mucho más de lo que dio.

Mónica Torres

La Marina de Empresas funciona como una cadena cuyo eslabón más importante es Lanzadera. Su director general, Javier Jiménez, tiene 100% pedigrí Mercadona. Entró a trabajar en la empresa en 1992 y tras veinte años dedicado a la distribución, a finales de 2012 recibió de Juan Roig el encargo de arrancar el proyecto como director general de Lanzadera. En este tiempo ha crecido, pero la esencia es la misma: “Estamos convencidos de que si hay más emprendedores, habrá más empresas; si hay más empresas, habrá más riqueza; y si hay más riqueza, y sabemos gestionarla, habrá más bienestar para todos”. El proyecto, insiste, es 100% Roig: “Es el ideólogo, el mecenas y el que nos marca el camino”.

Lanzadera funciona con cinco programas de aceleración e incubación, y también colabora con el sector privado con un programa de desarrollo de ideas y proyectos empresariales junto a Sony, la firma de electrodomésticos BSH, Volkswagen y la consultora inmobiliaria CBRE. Tras un proceso de selección, al que se presentan startups de todo el mundo —“en 2018 recibimos 1.500 proyectos, y seleccionamos al 10%”—, ofrece programas de entre seis y 18 meses para crecer en un entorno protegido antes de competir a cielo abierto. No apoyan necesariamente startups tecnológicas o disruptivas, pues “hasta un quiosco de pipas puede ser innovador”, asegura Jiménez. En Lanzadera crecen todo tipo de empresas.

Mónica Torres

Cualquier emprendedor puede ser seleccionado por Lanzadera, pero el proyecto de Roig no puede ser entendido sin tener en cuenta EDEM. Es una institución privada, de cuyo patronato forman parte Mercadona y Angels junto a una veintena de empresas. Ofrece dos grados universitarios (Administración y Dirección de Empresas e Ingeniería y Gestión Empresarial) y una escuela de negocios. Su objetivo está claro: que los alumnos se conviertan en empresarios, para lo que tienen abiertas las puertas de Lanzadera como estación intermedia. “Logramos que muchos Trabajos Fin de Grado y Fin de Máster se trasladen a Lanzadera como proyecto empresarial”, explica Jiménez con cierto orgullo.

Mónica Torres

EDEM y Lanzadera son un buen ejemplo de cómo salvar la habitual distancia entre el mundo de la Universidad y el de la empresa. “Es un magnífico proyecto”, opina Ricardo Buendía, profesor de Economía y Dirección de Empresas en la Universidad de Alcalá de Henares y del Programa de Iniciativa Emprendedora de la Escuela de Negocios EOI, “en un país donde las universidades públicas no ponen sus infraestructuras al servicio del emprendimiento ni lo abordan de forma estratégica como una salida profesional”. Pero en su opinión, habría que fomentar el espíritu empresarial incluso antes, “en el Bachillerato y de forma transversal, poniendo énfasis en habilidades que pocos universitarios tienen, como la creatividad, la inteligencia emocional para trabajar en equipo y la comunicación”.

Si se trata de buscar maestros de gestión empresarial, pocos puede haber mejores que Roig. Sentado en una de las butacas del funcional auditorio de Lanzadera, Jiménez cuenta que ahí mismo el presidente de Mercadona da charlas a los emprendedores que apadrina, sacando a relucir cierta vocación docente.

Las instalaciones de Lanzadera, pletóricas de luz mediterránea incluso en pleno otoño, el entorno, en una zona al alza de una ciudad al alza, y la retórica sobre los emprendedores, que los dibuja como visionarios llamados a cambiar el mundo mientras se hacen multimillonarios, pueden crear un espejismo. Lanzadera no es un camino de rosas, asegura Jiménez. Después de haber “acunado” a centenares de empresas y empresarios, su conclusión es que “mucha gente no tenía claro dónde se metía. Esto es duro, sobre todo al principio”.

Mónica Torres

Jiménez no tiene reparo en contar que una de cada tres empresas de Lanzadera no es capaz de seguir en funcionamiento una vez que salta al mercado real. E incluso hay abandonos en pleno programa, “pero su tasa es muy baja”. Simplemente, estas startups no superan los listones marcados. “Cuando empiezan, pactamos con ellos qué vamos a considerar un éxito, que deben cumplir. Porque van a tener a su disposición una serie de recursos, y también una financiación, un dinero al 0% de interés, que en el caso de los programas de aceleración puede llegar a los 200.000 euros. Pero ese dinero les va llegando según cumplen los hitos. Y si no los cumplen, salen del programa”, explica Jiménez.

Esa financiación llega en forma de préstamos convertibles por acciones a través de Angels: llegado el momento, el vehículo inversor de Roig decide si apuesta por la startup, ya fuera de Lanzadera, participando en su accionariado, o esta inicia su camino 100% independiente.

En EE UU no invierten en incubadoras, sino en escuelas de negocios. Invierten en conocimiento

Javier Santacruz, economista y analista financiero

Tras su paso por Lanzadera, Angels ha invertido en startups variopintas, como Panapop, una firma de relojes, los restaurantes japoneses Kento o el buscador de vuelos online Airhopping. Con una fortuna estimada en 3.700 millones de euros, según la revista Forbes, no son inversiones con las que Juan Roig pretenda “dar el pelotazo”, sino que más bien responden a una labor filantrópica, a ese concepto tan estadounidense de “devolver a la sociedad” esas condiciones de partida sin las que el empresario no se hubiese convertirse en multimillonario.

“En EE UU, las grandes fortunas no invierten en incubadoras o aceleradoras”, explica el economista y analista financiero Javier Santacruz, “sino en escuelas de negocios, como Stanford o la del MIT. Invierten en conocimiento”. Pero el resultado puede ser parecido al de Lanzadera, considera: “Lo importante es amueblar cabezas, y tener la posibilidad de captar a personas que realmente sean capaces de crear grandes empresas. Las incubadoras con esa mentalidad funcionan, pero no pueden enseñar el éxito. El éxito lo logrará, o no, el empresario”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_