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Gala Gil: 23 años, una empresa y una vida de película

En vez de intérprete de la Unión Europea (su gran vocación), la alicantina Gala Gil se ha convertido en CEO de Yellowfinch, una startup californiana que monitorea la salud estructural de los edificios.

Gala Gil, CEO de la startup Yellowfinch. Nació en Alicante en 1995, es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante
 y autodidacta por naturaleza: “Internet trae la gran ventaja de la  democratización de la educación. Ahora las oportunidades las creamos  nosotros”.
Gala Gil, CEO de la startup Yellowfinch. Nació en Alicante en 1995, es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad de Alicante y autodidacta por naturaleza: “Internet trae la gran ventaja de la democratización de la educación. Ahora las oportunidades las creamos nosotros”.Carlos Luján

En junio de 2017, Gala Gil, alicantina de 23 años, se graduó en Traducción e Interpretación, tras cuatro años de carrera. Hasta aquí, nada excepcional. Lo que quizá sí se salga algo de lo normal es que, durante esos mismos cuatro años, Gil creó un videoblog en el que entrevistaba a intérpretes de famosos como el del Papa o el de Cristiano Ronaldo; trabajó como experta en marketing digital para una multinacional canadiense; estuvo de Erasmus en Varsovia (en polaco) y acabó fundando su propia startup tecnológica en Silicon Valley.

Bien. Rebobinemos y vayamos por partes. “Desde pequeña me encantaban los idiomas. Quería ser intérprete en la Unión Europea, y con 15 años me fui a cursar 4º de la ESO a Irlanda. Los pocos extranjeros con los que coincidí en clase me preguntaban si a mí también me habían obligado mis padres a ir. Es gracioso, porque yo, que soy hija única, ¡les había tenido que rogar!”, explica Gil.

Ya en el primer año de carrera, le impactó el mensaje de una de sus profesoras, que se empeñaba en resaltar la importancia de las redes sociales. “Decidí crear un videoblog especializado en el que entrevistaba a intérpretes de personajes públicos de primer orden. Contactaba con ellos por Twitter y accedían sin problemas, porque suelen recibir muy poca visibilidad”. El blog creció tanto, comenta, que le sirvió para que una empresa canadiense del sector de la lingüística la fichase para su departamento de marketing: “A los 19 años ya tenía un salario bastante competitivo”.

Todavía con el objetivo de la UE en mente, Gil optó por un curso Erasmus en Varsovia para adquirir fluidez en un tercer idioma —además del inglés y el francés— que fuese menos común. “Allí empecé a colaborar con un empresario británico que organizaba encuentros con emprendedores que ganaban más de un millón de libras anuales, a los que también acudían representantes de empresas como Facebook, Apple o Tesla. Las cosas que contaban me despertaron verdadero interés por la tecnología”.

La traductora que protagonizó un anuncio en Times Square

Si alguien hiciese alguna vez una película inspirada en la vida de Gala Gil –y, al ritmo que va, es muy probable que así sea–, un buen momento con el que empezar el guion sería en octubre de 2017, mes en el que su foto apareció en una de las pantallas XXL de Times Square (Nueva York). ¿El motivo? La CEO de Yellowfinch acababa de participar en un programa de aceleración de empresas llamado Milestone Makers ofrecido por el Nasdaq. “Destinamos la inyección de capital que recibimos al desarrollo de nuestros sensores de IoT”, explica Gil.

Así que Gil, una vez más, se puso a buscar opciones. Le hablaron de unos programas de intercambio con universidades estadounidenses, y solicitó una estancia de tres meses en Stanford. “El primer día de clase teníamos que contar un problema que hubiésemos tenido en cualquier ámbito de la vida”, explica. Ese es el momento exacto en el que surge el germen de la startup Yellowfinch. Mientras vivía en Varsovia, a Gil le había causado gran impacto el derrumbamiento del techo de un supermercado de su barrio tras una fuerte tormenta de nieve.

“Les interesó mucho el caso, y pusieron un equipo de ingenieros a trabajar conmigo en el proyecto”. La conclusión a la que llegaron fue la de crear una app que fuese capaz de monitorizar la salud estructural de los edificios y alertar a técnicos automáticamente en caso de ser necesaria una reparación. “Instalamos unos sensores basados en el Internet de las Cosas —IoT, conectados entre sí y a la nube— que recopilan información sobre grietas, averías y otros problemas. A ello se le suman datos en relación a aspectos como el clima y el año o los materiales de construcción. Así, además de monitorear en tiempo real el estado de la edificación, somos capaces de hacer predicciones basadas en machine learning”.

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La empresa, con sede en Palo Alto (California), se constituyó en 2016 y todavía está trabajando en experiencias piloto. Pero, según Gil, las posibilidades son inmensas: “Colegios, sedes gubernamentales, edificaciones antiguas, construcciones en zonas de alta actividad sísmica... ahondar en la salud de los edificios puede salvar muchas vidas”.

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