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Revista #03 / En la nube
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una asistente virtual en tu cama

Sumisas y complacientes, las falsas novias digitales no sirven para paliar la soledad.

Ricardo de Querol
Blade Runner 2049
Blade Runner 2049

En el futuro desolador que pinta Blade Runner 2049, lo más parecido al amor es la compañía de una asistente virtual, una versión sensual de Siri o Alexa. El agente K, que es un replicante, solo encuentra alivio a su aplastante soledad en Joi, que también es artificial pero ni siquiera corpórea: es un holograma. Joi, interpretada por Ana de Armas, es complaciente y servicial, capaz de cambiar no ya de peinado, sino de color de pelo y de ojos al agrado de los caprichos de su amo, previo pago por las actualizaciones a Wallace Corporation. Pero, ay, la realidad virtual no ha avanzado tanto en 2049, así que (cuidado: spoiler) para tener relaciones sexuales con K, Joi recurre a una prostituta de carne y hueso en cuyo rostro proyecta el suyo.

El personaje de Joi ha levantado las críticas de feministas, que ven en la película un elogio de la sumisión, una proyección futurista de la esclava doméstica y sexual de toda la vida. Algo de eso hay. No hablemos ya de cosificación de la mujer, porque, en efecto, Joi es una cosa, un algoritmo para ser exactos. El director de la película, Denis Villeneuve, se defendió así: “El cine es un espejo de la sociedad. Blade Runner no habla del mañana, sino del hoy. Y lo siento, pero el mundo no es amable con las mujeres”.

No es la primera pareja inorgánica (siempre femenina) que ha creado el cine: desde la Samantha de Scarlett Johansson en Her, que es un sistema operativo pero hace feliz a Joaquin Phoenix, hasta la Ava (Alicia Vikander) de Ex Machina, una ginoide que seduce al experto en inteligencia artificial reclutado para examinarla.

La ciencia ficción siempre nos mostró fantasmas actuales, también los sexuales. Un fenómeno real es Gatebox, un ingenio japonés que ofrece lo que Joi: un holograma sexi con el que conversar. Una chica de anime en minifalda encerrada en un cilindro de cristal (o en el móvil). Hay más: Love Plus es un juego de Nintendo para cortejar a una colección de estudiantes de secundaria, que dicen que genera más adicción que el viejo Tamagotchi.

Nadia Hafid

En Japón, como en Blade Runner, la soltería se ha vuelto una epidemia. Lo llaman sekkusu shinai shokogun, o síndrome de celibato. Explicaba el sabio Zygmunt Bauman que la soledad es la gran amenaza en las sociedades modernas, y que en el mundo digital solo encontramos sucedáneos de las relaciones reales. Unos recurren a falsas parejas virtuales. A otros el aislamiento los lleva a buscar su tribu en la red, una burbuja temática o ideológica, y así hemos llegado a la política tribal que se extiende como plaga. Ese es otro tema.

Dice Joi a K que los humanos también están hechos de dígitos: A, C, G y T, las cuatro letras del ADN. Ella solo tiene dos dígitos: unos y ceros. “La mitad, pero el doble de elegante, cariño”, responde K.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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