Una asistente virtual en tu cama
Sumisas y complacientes, las falsas novias digitales no sirven para paliar la soledad.
En el futuro desolador que pinta Blade Runner 2049, lo más parecido al amor es la compañía de una asistente virtual, una versión sensual de Siri o Alexa. El agente K, que es un replicante, solo encuentra alivio a su aplastante soledad en Joi, que también es artificial pero ni siquiera corpórea: es un holograma. Joi, interpretada por Ana de Armas, es complaciente y servicial, capaz de cambiar no ya de peinado, sino de color de pelo y de ojos al agrado de los caprichos de su amo, previo pago por las actualizaciones a Wallace Corporation. Pero, ay, la realidad virtual no ha avanzado tanto en 2049, así que (cuidado: spoiler) para tener relaciones sexuales con K, Joi recurre a una prostituta de carne y hueso en cuyo rostro proyecta el suyo.
El personaje de Joi ha levantado las críticas de feministas, que ven en la película un elogio de la sumisión, una proyección futurista de la esclava doméstica y sexual de toda la vida. Algo de eso hay. No hablemos ya de cosificación de la mujer, porque, en efecto, Joi es una cosa, un algoritmo para ser exactos. El director de la película, Denis Villeneuve, se defendió así: “El cine es un espejo de la sociedad. Blade Runner no habla del mañana, sino del hoy. Y lo siento, pero el mundo no es amable con las mujeres”.
No es la primera pareja inorgánica (siempre femenina) que ha creado el cine: desde la Samantha de Scarlett Johansson en Her, que es un sistema operativo pero hace feliz a Joaquin Phoenix, hasta la Ava (Alicia Vikander) de Ex Machina, una ginoide que seduce al experto en inteligencia artificial reclutado para examinarla.
La ciencia ficción siempre nos mostró fantasmas actuales, también los sexuales. Un fenómeno real es Gatebox, un ingenio japonés que ofrece lo que Joi: un holograma sexi con el que conversar. Una chica de anime en minifalda encerrada en un cilindro de cristal (o en el móvil). Hay más: Love Plus es un juego de Nintendo para cortejar a una colección de estudiantes de secundaria, que dicen que genera más adicción que el viejo Tamagotchi.
En Japón, como en Blade Runner, la soltería se ha vuelto una epidemia. Lo llaman sekkusu shinai shokogun, o síndrome de celibato. Explicaba el sabio Zygmunt Bauman que la soledad es la gran amenaza en las sociedades modernas, y que en el mundo digital solo encontramos sucedáneos de las relaciones reales. Unos recurren a falsas parejas virtuales. A otros el aislamiento los lleva a buscar su tribu en la red, una burbuja temática o ideológica, y así hemos llegado a la política tribal que se extiende como plaga. Ese es otro tema.
Dice Joi a K que los humanos también están hechos de dígitos: A, C, G y T, las cuatro letras del ADN. Ella solo tiene dos dígitos: unos y ceros. “La mitad, pero el doble de elegante, cariño”, responde K.
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