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Bienvenidos a un pueblo llamado Ikea

El cerebro innovador de la multinacional sueca está en Älmhult, una pequeña localidad, cuna de su fundador fallecido ayer, en cuya sede los tiradores de las puertas son llaves Allen

Lino Escuris

En Älmhult hay un hotel Ikea, un museo Ikea, una estación de tren y un parking de bicicletas. Es la cuna de la compañía de muebles desde 1958 porque allí nació su fundador, Ingvar Kamprad, fallecido el pasado fin de semana a los 91 años. Esta pequeña localidad en medio de la nada tiene 15.000 habitantes, de los que 5.000 trabajan directamente para la empresa. Ikea, además de diseño, ha hecho una gran labor cultural: Älmhut es tan popular en Suecia como los muebles Lack, Expedit y Billy en nuestras casas. Todo en este escenario tiene relación con el gigante del interiorismo. La tipografía de los edificios, el blanco dominante y hasta una llave Allen como tirador para las puertas. En el interior, espacios abiertos repletos de sus propias creaciones, rincones donde hacer pausas para tomar café (en sueco se llaman fika) y debatir ideas que anotan en pizarras y, sobre todo, en post-its. Ikea navega en un mar de papelitos de colores.

En el museo de Ikea, abierto en la primera tienda de la firma, conservan bocetos de muebles y los primeros uniformes que vestían las dependientas.
En el museo de Ikea, abierto en la primera tienda de la firma, conservan bocetos de muebles y los primeros uniformes que vestían las dependientas.Lino Escuris

Muere el fundador de Ikea, Ingvar Kamprad

Tenía 91 años cuando, el pasado sábado 27, Ingvar Kamprad, fundador del gigante Ikea, falleció en su casa de Småland, al sur de Suecia, donde llevaba años retirado. Fue uno de los pocos milmillonarios que creó su imperio de la nada, Forbes llegó a señalarlo como la tercera persona más rica de Europa. El comunicado de la empresa asegura que "murió en calma y rodeado de sus seres queridos".

La firma nórdica ha apostado por los modelos tridimensionales como método de trabajo. Lo que veremos en su ya famoso catálogo anual parte de un diseño en 3D confeccionado con el software que ha desarrollado. Esta actividad, como parte de ese orgullo sueco que significa la multinacional, nace en IKEA of Sweden, donde se aloja su tienda de prototipos. “Todo lo desarrollamos en formato digital, lo almacenamos en la nube y lo distribuimos a los diferentes departamentos para que trabajen con ese modelo inicial. Nos ahorra mucho tiempo. Piensa que sacamos unos 2.000 productos nuevos cada año”, argumenta Tony Sandelius, gerente de nuevos negocios e innovación, durante la ruta turística por este edificio. Las impresoras 3D son de todos los tamaños y formas que uno pueda imaginarse. Con ellas crean los modelos en los materiales que necesiten, ya sea madera o plástico. “La mayoría de impresiones las hacemos durante la noche. En menos de 24 horas ya tenemos lo que diseñamos en el software”, asegura Sandelius.

Al adentrarse en las entrañas de este centro innovador el encanto de la decoración escandinava se desvanece. El desorden impera durante el proceso creativo. Lo que sí se mantiene es la seña de identidad de IKEA. Todo está distribuido por las mismas secciones que en sus establecimientos, los paquetes planos irrumpen por cualquier rincón y sus muebles se agolpan uno al lado del otro —algunos ya conocidos y los que están por llegar, porque trabajan a cinco años vista. Uno de los grandes retos a los que intentan dar respuesta es al de cómo cerrar el ciclo de la economía circular que quieren adoptar como sistema de trabajo. “Es un nuevo viaje y el comienzo de algo que desconocemos”, señala Peter van der Poel, director ejecutivo. En su discurso, impregnado de lo que llama diseño democrático a precios bajos, apela recurrentemente a la innovación y a ser curioso.

En el museo de Ikea, abierto en la primera tienda de la firma, conservan bocetos de muebles y los primeros uniformes que vestían las dependientas
En el museo de Ikea, abierto en la primera tienda de la firma, conservan bocetos de muebles y los primeros uniformes que vestían las dependientasLino Escuris

Con el fin de lograrlo, a escasos 150 metros de IKEA of Sweden, emerge el Test Lab. Modesto, al igual que la decena de edificios que lo rodean, allí se prueban los muebles. Aunque no nos permitieron conocer el interior, Per Krokstäde, gerente de proyectos de nuevos negocios, afirma que aquí es donde se comprueba que todo funcione bien. “Al usarlo durante el proceso de desarrollo, sabemos que nuestros clientes no volverán para decirnos que algo se ha roto o está mal. Nos sirve para tener mejores productos y más seguros”, zanja. En la búsqueda de la innovación, la cocreación y la colaboración se han vuelto indispensables. Sin la ayuda de terceros comprenden que la cifra de 50.000 millones de páginas vistas al año que recibe su web sería imposible. Como muestra de su aterrizaje reciente en este método de producción, la empresa sueca ha montado una aceleradora con diez startups de todo el mundo. Ha sido su primera toma de contacto con este entorno. Durante tres meses, los emprendedores, alojados en un camping, han impulsado sus proyectos gracias a la política de puertas abiertas de la multinacional.

Para Ikea, han sido 90 días de aprendizaje en áreas de su negocio en las que no habían reparado previamente. Niwa, una pequeña empresa española que se ha propuesto que en el salón de casa podamos comer frutas y hortalizas frescas pese a que no dispongamos de un huerto, fue una de las seleccionadas para este pequeño Gran Hermano. Javier Morillas, CEO de Niwa, recalca que las grandes compañías siempre tienen problemas para innovar —en el cuartel general de Älmhult trabajan con unas 5.000 ideas al año—, y que la apuesta de Ikea por una innovación abierta es ventajosa para todas las partes. “Quieren aprender y contar con nuevas propuestas. Nosotros, con este programa, no tenemos vinculación directa con ellos. Por lo que he visto desde dentro, su inversión va más allá de una partida presupuestaria. Puede apreciarse en todos los departamentos”, explica.

Esta aparente apertura llega a diferentes entornos: universidades, emprendedores, laboratorios de innovación y los movimientos para crear espacios en los hogares. Todos valen para hacer bueno su lema de “crear prototipos para llegar a la perfección”. Reconocen que el comercio electrónico está cambiando su modelo de negocio. Esto les ha llevado a albergar dentro de su Ikea of Sweden a unos 1.800 cotrabajadores y fomentar nuevos tipos de interacción. Por ejemplo, la inclusión de la realidad aumentada para decorar espacios diáfanos con mobiliario sueco a través de la web. “Necesitamos colaboraciones estratégicas y asociaciones para mantener el crecimiento. Estamos aprendiendo a trabajar con las startups”, apunta Sandelius.

Impresoras tridimensionales
Impresoras tridimensionales

Despreocupados por la disrupción

Los entornos colaborativos que promueven chocan con las palabras de Per Krokstäde, gerente de proyectos de nuevos negocios. Subraya que la perspectiva de la que parte la empresa no es tecnológica, sino cómo vive la sociedad en sus hogares. “El centro de nuestro negocio tiene que ver con crear soluciones funcionales, bonitas y seguras. Claro que puede haber disrupción en partes del proceso productivo, pero nuestra idea de muebles solo se concibe a través del aprendizaje de muchos años”. Ikea no quiere que se conozcan sus nuevos productos. Ver, pero ni tocar ni fotografiar.

Solo conseguimos un pequeño esbozo de sus soluciones digitales en la sección de iluminación. Su informe Vivir en casa concluye que un tercio de las personas no sabe cómo interactuar con la tecnología en el hogar. Björn Block, del departamento de Home Smart, expone el alumbrado inteligente como uno de sus grandes cambios y de los más innovadores: “Controlas las luces cuando estás fuera de casa y ellas mismas adaptan el haz de luz en función del movimiento que detecten”. Al parque temático de Ikea no le falta de nada para que el afanado admirador de la marca se sienta como en casa.

Per Krokstäde, gerente de nuevos negocios, y Karin Blomqvist, de la aceleradora de startups Rainmaking.
Per Krokstäde, gerente de nuevos negocios, y Karin Blomqvist, de la aceleradora de startups Rainmaking.Lino Escuris

Una experiencia inmersiva a la vez que un reclamo de marketing. Entre explicaciones de cómo se ha desarrollado la multinacional y de cómo era el despacho desde el que trabajaba Kamprad, que mantienen intacto y acristalado después de su jubilación, se exhibe una especie de escultura de la icónica albóndiga, o kötbullar. En la cafetería podrá degustarlas, incluidas unas de carne de alce, pero no espere mucha más variedad gastronómica. Algunas ensaladas, sopas y postres conforman esta carta en consonancia con la simplicidad escandinava. Con el círculo cerrado, como les gustaría a los dirigentes de la empresa, puede despedirse de este pueblo llamado Ikea. 

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