Por qué bitcoin no tiene nada que hacer contra el Banco Central Europeo
Bitcoin y su tecnología 'blockchain' parecía poder rivalizar con el euro y su emisor, el Banco Central Europeo. Parece difícil... por ahora
Las cadenas de bloques (blockchain) y las criptomonedas levantan pasiones. Monedas privadas tipo bitcoin parecen ser la respuesta a largas noches de vigilia y oración para aquellos que quieren ver el poder de los maléficos bancos centrales mermado o incluso eliminado. Malas noticias: estos mesías no parece que vayan a erosionar el poder de entidades como el Banco Central Europeo de controlar el sistema monetario de un país, y, con ello, el nivel de precios y los ciclos económicos. Si las nuevas criptomonedas suponen una amenaza, de momento no es para Mario Draghi, sino para los actores secundarios: la banca comercial.
El BCE y otras entidades más antiguas conocen la competencia desde hace centurias: las divisas extranjeras. Y bitcoin o ether, como ellas, pueden considerarse divisas contra la cual hay que tener un tipo de cambio. No en vano, entre las muchas cuestiones que tiene que decidir un banco central en cada momento está tanto el nivel de precios que desea como el tipo de cambio que mantiene con el resto de monedas. Algo extensible, sin problemas, con las criptomonedas.
La explosión de monedas privadas podría cercenar los poderes de los bancos centrales
En segundo lugar, nada impide que los propios bancos centrales puedan usar los protocolos existentes, e incluso crear su propia criptomoneda. Ejemplo de ello es el llamado Fedcoin. Hacerlo conllevaría ventajas “enormes”, según economistas como David Andolfatto. Por eso, el Banco Central de Abu Dabi y el mismísimo Banco de Inglaterra están implementando el protocolo de Ripple para llevar a cabo pagos instantáneos internacionales. También el Banco de la República Popular de China experimenta con esta posibilidad. Todo es empezar.
Eso sí, no es posible pasar por alto que en un futuro algo más lejano la explosión de monedas privadas sí pueda terminar por cercenar los poderes de los bancos centrales. Pero de nuevo, es poco probable que esto ocurra a niveles sistémicos. ¿Por qué? Por la confianza.
- Confianza
La competencia de monedas no es como la de bienes. Cuando dos monedas compiten lo hacen en la confianza que pueden transmitir. En este caso, las monedas legales no son solo medios de pago, además representan unidades de cuenta y valor atesorado. Es decir, entre otras razones usamos las monedas para saber cuánto valen las cosas (algo excesivamente complejo en economías basadas en el trueque) o simplemente para saber cuánto tenemos ahorrado. Para que todo funcione a la perfección necesitamos que la confianza que transfiere el Estado a la moneda a través de los bancos centrales esté fuera de toda duda. Como asegura Kamal Romero, profesor de economía de la Universidad Complutense de Madrid, “sin confianza, una moneda es expulsada del sistema”, recordándonos además que “existen modelos que explican cómo pequeñas variaciones en estos niveles de confianza pueden dar al traste con dicha competencia”.
Por ejemplo, en un trabajo recientemente, los economistas Jesús Fernandez-Villaverde y Daniel Sanches se preguntan qué pasaría si junto a la moneda oficial del banco central aparecieran diversas monedas privadas, en particular criptomonedas. Nada. Para Jesús Fernández-Villaverde, la irrupción de las criptomonedas “simplemente obligará a los bancos centrales a estar más comprometidos con el valor de su moneda comparada con las privadas”, añadiendo que “en todo caso, este compromiso es bueno per se incluso en el caso de ausencia de este tipo de monedas”.
En todo caso, conviene no olvidar un aspecto fundamental: un sistema monetario cuyo emisor sea público siempre será preferible a uno solo en manos privadas. ¿Por qué? Lo explica el profesor de la Universidad de Pennsylvania, Jesús Fernandez-Villaverde, los emisores de monedas privadas no internalizan las externalidades de sus emisiones, es decir, no tienen en cuenta las consecuencias sociales de su actividad y solo atienden al beneficio que les reportan individualmente. Por eso, no serán capaces de captar las verdaderas necesidades del mercado. Esto conducirá a ofrecer una cantidad de dinero que puede no ser la que necesitan los agentes (empresas, ciudadanos, etc.).
Una empresa que vende, por ejemplo, trigo, puede ser útil para mí, aunque su objetivo sea solo obtener beneficios (recuerden la mano invisible de Adam Smith). En este caso, la competencia de empresas y la búsqueda del cliente les obligará a llevar a cabo conductas de mercado compatibles con los deseos de los consumidores. Sin embargo, si en vez de producir trigo produce dinero, la búsqueda de beneficio llevaría a una sobre oferta de este, dado que intrínsecamente los costes de producir moneda son muy inferiores a su valor que representa. Esta sobreabundancia generaría inflación y por ello sería “socialmente” negativa.
- Amenaza
Los bancos comerciales, en cambio, sí tienen motivos para ver amenazada su posición. Blockchain entra a competir directamente en una parcela del negocio que han ejercido desde sus más tiernos inicios, allá en la Italia medieval: la de intermediar en un mundo de agentes que ahorran y de otros que invierten. Su papel de intermediación se sustenta una vez más, en algo tan etéreo, pero fundamental como es la confianza. Y no solo cuando les cedemos la salvaguardia de nuestros ahorros, sino de la que depositamos cuando queremos llevar a cabo operaciones con dichos ahorros. Es decir, transacciones.
Por ejemplo, supongamos que quiero transferir dinero a un amigo que vive en Australia. Para ello, la mayoría de nosotros usaría la cuenta de la que es titular en su banco. Damos la orden, y en nuestro depósito desaparece el dinero transferido (hay un cargo y por ello un saldo menor) mientras que en la de nuestro amigo aparecerá un abono y un saldo mayor.
Pero, pregúntense qué ocurriría si no fuese así. Suponga, por ejemplo, que al mirar en nuestro depósito bancario comprobásemos que la cantidad transferida no es la correcta, o que se negaran a solucionar un error cometido por ellos. Nuestra seguridad se esfumaría, y nos negaríamos a trabajar de nuevo con ellos. Es decir, la seguridad y la confianza de que la transferencia se va a realizar correctamente es el motivo por el que hemos usado bancos comerciales.
Las criptomonedas entran a competir en parcelas donde hasta ahora los bancos comerciales no tenían competencia
Sin embargo, supongamos que es posible realizar todo este proceso con las mismas garantías sin necesidad de intermediarios. Aquí es donde aparecen las cadenas de bloques y las criptomonedas. Como muchos ya sabemos, una cadena de bloque es una especie de libro de contabilidad, imposible de modificar y que puede ser comprobado en cualquier momento. Puede, por ejemplo, llevar un registro de transferencias de “derechos” entre dos internautas de tal manera que a uno se le descuenta de “un monedero” la cantidad que ha transferido mientras que al otro “se le suma” dicha cantidad. Al estar encriptado y al ser un libro de contabilidad imposible de modificar cumple con los mismos requisitos que posee un banco comercial cuando confiamos en ellos para llevar a cabo nuestras operaciones financieras.
Es por esto que las criptomonedas entran directamente a competir en parcelas en las que hasta ahora los bancos comerciales no tenían competencia. Y es por ello que estos bancos, al comprender la magnitud de la cuestión, comienzan a estudiar cómo usar dicha tecnología más en beneficio propio que como un competidor.
Amplíen todos estos procesos no solo en el azaroso mundo de las transferencias bancarias. Piensen por ejemplo en la solicitud de créditos - el crowdfunding en bitcoins es una realidad-, en operaciones de inversión en mercados financieros, etc.
En conclusión, la irrupción de estas monedas puede ser deseable por diversos motivos. Sin embargo, los bancos comerciales han identificado que estas vienen a competir directamente con su tradicional parcela de negocio. En este caso se impone una huida hacia adelante, asimilar los protocolos y ofrecerlos a sus clientes. En el caso de los bancos centrales, por el contrario, solo implica una razón más para seguir haciendo lo que ya veían haciendo, ser responsables y ofrecer confianza.
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