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¿Quién es Foreman y quién Muhammad Ali?

Iglesias se ve a sí mismo como el boxeador que resistió hasta vencer. Los sanchistas creen que nadie ganará en resistencia a su líder. Quedan dos semanas para convertir el boxeo en negociación.

Carlos E. Cué
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, presenta ayer la propuesta política para su investidura.
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, presenta ayer la propuesta política para su investidura.ULY MARTIN (EL PAÍS)

Ya no hay tiempo para juegos. Arranca la recta final. Ahora cada movimiento está medido con precisión hasta el 23 de septiembre, el último día posible para una votación que evite las elecciones. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, los dos protagonistas de esta larguísima jugada de póker en la que se han convertido las negociaciones de la investidura, se miran de reojo. Como en el dilema del prisionero, ninguno de los dos sabe hasta dónde está dispuesto a llegar el otro. Ambos son expertos en resistencia, pero eso ya no basta. Son conscientes de que ha llegado la hora de moverse y cada paso ahora es definitivo, porque los ciudadanos, sobre todo los votantes de izquierda, cada vez más indignados según todas las encuestas, están mirando con lupa lo que hace cada uno.

El domingo, Iglesias, como única reacción a la entrevista de Sánchez en EL PAÍS, lanzó un mensaje en las redes para comparar la situación con el combate más mítico de la historia del boxeo: el de George Foreman contra Muhammad Alí en 1974, en Kinshasa. Alí ganó con paciencia, resistiendo los golpes de Foreman hasta asestar el suyo, que tumbó al invicto campeón, siete años más joven. Obviamente, en su visión, él es Alí.

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Pero los sanchistas creen que Iglesias se equivoca. Para ellos, Sánchez es el resistente, esto es el boxeador antes llamado Cassius Clay. que cambió de nombre al convertirse al islam. El presidente, dicen ellos, es el que aguanta más y se mueve más, como hacía Alí en la pista.

Sánchez tiene preparado un paso casi cada día de aquí al 23. Todo está medido para dejar a Iglesias el mínimo espacio posible para recuperar la idea del Gobierno de coalición, que el PSOE da por muerto definitivamente. Ayer era el día clave de esta recta final de septiembre.

“Se lo está poniendo muy difícil a Iglesias”, señalaban varios dirigentes socialistas a la salida del acto. Otros, los más proclives al acuerdo, los que apoyaban la coalición en julio y empujaron al presidente a negociarla, lo ven al revés. Confían en que Sánchez se lo ponga muy fácil al líder de Podemos para permitir que él, en el último momento, pueda explicar ante los suyos un giro que le haga apoyar la investidura del secretario general del PSOE con o sin pacto programático, con margen por tanto para hacer oposición desde la izquierda.

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En la tribuna, Sánchez traslada optimismo. “No hay una sola razón objetiva para ir a nuevas elecciones”. Pero en los pasillos, las cosas se ven de otra manera. Hasta el 23 hay tiempo para cambiar el guion, pero la mayoría de los dirigentes da por hecho que lo más probable es la repetición electoral. Y todos, con una seguridad sin fisuras. señalan que es completamente imposible que sume la derecha, uno de los tres grandes fantasmas que sobrevuelan los cuarteles generales del PSOE y Unidas Podemos en el momento de la decisión final.

El segundo es el de la desaceleración económica, que complicaría unas posibles elecciones dentro de un año. El PSOE da por seguro que un Gobierno de coalición con Podemos no aguantaría mucho más.

Y el tercero, que afecta sobre todo a Podemos, es la consolidación del proyecto de Íñigo Errejón, el que fuera alma gemela de Iglesias.

Ese es uno de los grandes problemas para el acuerdo. Ambos sectores trasladan en privado que, si hay que ir a elecciones, es mejor ahora que dentro de un año. Pero aún queda mucha partida. En el último minuto, las presiones y los miedos juegan tanto como los cálculos. Quedan dos semanas y media para cambiar el boxeo por la negociación.

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