La gran ovación
El entusiasmo de los seguidores de Sánchez viene a corroborar su entrega total un año y pico después de haberle forzado a dimitir como secretario general
El discurso inicial del candidato Pedro Sánchez en la sesión de investidura iniciada este lunes devolvió a sus seguidores la moral de victoria que muchos identifican con la proximidad al Gobierno. Eso explica mejor que cualquier argumento la ola de entusiasmo con que fue acogido el discurso y la ovación que le siguió y que venía a corroborar la entrega total de la hinchada un año y pico después de haberle forzado a dimitir como secretario general.
Hugh Thomas cuenta en su libro La paz armada la situación que se producía en escenarios diversos del régimen soviético cuando, tras el discurso del secretario del partido, los aplausos de los asistentes se convertían en una estruendosa ovación sin final porque nadie se atrevía a ser el primero en dejar de aplaudir. Tres minutos, cuatro, cinco después el aplauso continuaba. Las manos dolían, los brazos fatigados querían bajarse, los más viejos desfallecían. Pero ¿quién hubiera osado ser el primero en dejar de aplaudir? Agentes de la Secreta observaban desde el fondo y, en efecto, no miraban otra cosa que quién dejaba de aplaudir el primero (...).
El secretario del Comité del partido tenía facultades para hacerlo, pero se trataba de un novato, el sustituto de otro, este recién arrestado. Tenía miedo. Por fin y al cabo de 11 minutos el director de la fábrica de papel hizo gestos de poner manos a la obra y se sentó. Alivio general (...). Aquella noche el director de la fábrica fue detenido. Le cayeron 10 años (...). Pero después de haber firmado el último documento de su interrogatorio su interrogador le reconvino: "No hay que ser nunca el primero en dejar de aplaudir". La historia de Roma en tiempos de Nerón cuenta hechos por el estilo. Suetonio, en particular, refiere una anécdota parecida.
La escena se manifiesta en el presente como apretón de manos sin límite de tiempo, con el elemento en común del temor a singularizarse como el primero en dejar de hacer lo que todos hacen.
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