La batalla por los ministros, gran escollo en la nueva negociación entre PSOE y Podemos
Sánchez pretende que Iglesias le proponga candidatos a entrar en el Gobierno para que el líder socialista pueda elegir o descartar
La negociación para la investidura de Pedro Sánchez ha quedado despejada tras la renuncia del líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, a formar parte del Gobierno, pero por delante se adivina aún un tira y afloja. Iglesias ha dejado claro que solo se pliega al veto a su persona y deja entrever que Sánchez deberá aceptar los candidatos a ministros que le sugiera su formación. Pero la primera reacción socialista fue advertir que el presidente tiene manos libres para hacer su Gobierno y, por tanto, para elegir y, eventualmente, descartar los nombres que le proponga Podemos. Ahí se sitúa el caballo de batalla para las negociaciones que deben abrirse de inmediato y que serán contra reloj: la sesión de investidura comienza este lunes y la segunda votación se celebrará el jueves.
Sin Iglesias en discusión, todo es posible. Aunque eso no implica que el camino para el acuerdo entre las dos principales formaciones de izquierda esté definitivamente allanado. En el vídeo difundido a través de las redes sociales para anunciar su renuncia a entrar en el Gobierno, el líder de Unidas Podemos pone sus condiciones: que "no haya más vetos”, que Podemos elija a sus representantes y que tenga un peso en el Gobierno “proporcional a los votos”. Esto último implicaría que Podemos se hiciese con la mitad de los ministerios que tenga el PSOE, ya que en las últimas elecciones generales obtuvo 3,73 millones de sufragios frente a los 7,48 de los socialistas. En un gabinete como el actual, con 17 carteras, a Podemos le corresponderían, según esa proporción, un mínimo de cinco.
Durante toda la mañana del viernes y en la tarde del jueves, Unidas Podemos evitó cortar el hilo de diálogo para la investidura de Sánchez, a pesar de la dureza del presidente en funciones con Iglesias. Sánchez y el Gobierno insistieron en que sin la presencia de Iglesias cabían todas las propuestas. El presidente dijo que ofrecía “un Gobierno de coalición” en el que se integrarían “personas cualificadas” de Unidas Podemos.
En una semana, los socialistas han pasado de decir que los hipotéticos ministros de Podemos deberían ser meramente “técnicos” a usar ahora el término “cualificados”. Esta denominación facilita la incorporación de dirigentes de Podemos de primera línea, es decir, ministros políticos. Si algo puede torcerse a partir de ahora sería por la negativa del presidente en funciones a contar en su equipo con personas que no considere de confianza y que crea que puedan poner en riesgo la cohesión de su Gabinete. En fuentes gubernamentales se estima que las negociaciones sobre nombres deben hacerse con mucha discreción para que no se conozcan hasta el final y puedan comprometer el acuerdo que permitiría la investidura de Sánchez.
Sin vetos
Este es un asunto sumamente delicado, que podría enturbiar la negociación aún sin empezar. En La Moncloa esperan que se proponga una panoplia de nombres entre los que el líder socialista pueda elegir y descartar. Pero Iglesias dejó muy claro que es Podemos quien debe señalar a sus representantes sin más vetos. Y eso choca con los planes del jefe del Ejecutivo. Los socialistas, además, vuelven a insistir en que la negociación debe empezar por el programa antes de entrar en los nombres y las carteras, algo que hasta ahora tampoco había admitido Iglesias.
“No puedo aceptar imposiciones sobre quiénes van a estar en mi Gobierno”, advirtió el presidente el pasado jueves en la entrevista en La Sexta, en la que expresó con rotundidad su negativa a la presencia de Iglesias en su Gabinete. Sánchez aludió a las grandes diferencias de fondo con Podemos sobre cuestiones de Estado para rechazar que su líder entre en el Ejecutivo.
La formación de Iglesias pone el ejemplo del Gobierno de coalición en la Comunidad Valenciana, donde nadie duda de que Compromís ha decidido quiénes son sus consejeros y que su líder, Mónica Oltra, ocupe la vicepresidencia, sin que el presidente, el socialista Ximo Puig, hubiese puesto la menor objeción.
Pero fuentes socialistas rebaten ese argumento: “La facultad del presidente de hacer su equipo de gobierno no la cuestiona nadie en el partido, por lo que no puede aceptar que desde otro partido le den nombres cerrados”. Este es el planteamiento que Sánchez ha defendido en los últimos días en conversaciones privadas en referencia al equipo que eligió hace un año para formar su Gobierno. El líder socialista argumenta que esa decisión provocó también frustraciones entre algunos compañeros de su partido que se veían ya en el Ejecutivo.
Sánchez alega que para elegir ministros pensó en personas muy reconocidas en sus ámbitos profesionales, algunos con carné de partido pero sin especial actividad orgánica, y otros independientes. Ahora, señalan fuentes de La Moncloa, el presidente quiere mantener un criterio similar y pedirá a Unidas Podemos que proponga nombres pero será él quién tome la decisión final. En Podemos replican que también hay ministros puramente políticos, como José Luis Ábalos en Fomento o Reyes Maroto en Industria.
Fuentes próximas a Iglesias reivindican que la renuncia de su líder obliga a los socialistas a aceptar un Gobierno de coalición, algo a lo que se han resistido, y defienden su derecho a colocar a personas de su absoluta confianza, como Irene Montero. Iglesias mantendría el protagonismo como líder de la formación desde fuera del Ejecutivo.
El movimiento de Iglesias cogió por sorpresa a los socialistas, que no esperaban esa reacción, dada la resistencia que había mostrado el líder de Podemos en público y en privado. Ahora se preparan para una rápida negociación: quedan solo cinco días para la votación definitiva de investidura. Si hay acuerdo con Podemos, la elección del candidato socialista está al alcance de la mano, con el apoyo de la formación de Iglesias, el Partido Regionalista de Cantabria (PRC) y Compromís, a los que se podría sumar el PNV. Entre todos sumarían 173 votos favorables, con lo que bastaría la abstención de una de las formaciones independentistas catalanas o de EH Bildu.
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