Entrevistar al malo es noticia
Si solo entrevistáramos a los que piensan como nosotros estaríamos haciendo un flaco servicio a la sociedad
¿Quién es el hijo de puta que merece nuestro desprecio? Para Henry Kissinger, cualquiera que no sirviera a sus intereses, a los de EEUU. A la exclusión política no se llegaría por la gravedad de los crímenes, sino por la concordancia ideológica. El nicaragüense Anastasio Somoza fue su hijo de puta favorito en Centroamérica durante un tiempo, como antes lo había sido su padre, Luis Somoza, para el presidente Franklin Delano Roosevelt. Ahora andamos revueltos con los adjetivos en Venezuela.
Entrevistar solo a los buenos es poco periodístico, y aburrido más allá del papa Francisco. Por desgracia, los malos suelen ser noticia y tener más interés. Comprender los mecanismos del mal es esencial para poder combatirlo. Ese fue el motor del trabajo de Hannah Arendt durante el juicio a Adolf Eichmann, uno los cerebros de la solución final, que es como los nazis llamaron al exterminio de seis millones de judíos en las cámaras de gas. Su conclusión fue demoledora: cualquiera puede llegar a ser un monstruo, todo depende de las circunstancias de su vida. No nos protege la cultura ni la educación.
Decidir quién es bueno y quién malo es un acto subjetivo. Si solo entrevistáramos a los que piensan como nosotros estaríamos haciendo un flaco servicio a la sociedad. En el desconocimiento de lo que piensa el contrario, o el enemigo, no solo anida la derrota, también se dificulta la paz.Conversar con Basar el Asad, el principal criminal de guerra en Siria, en dura competición con toda una ristra de guerrillas yihadistas, incluido el ISIS y Al Qaeda, no equivale a blanquearlo. Este periódico lo entrevistó dos veces. El informador es responsable de las preguntas, no de las respuestas. No ha sido EL PAÍS el único en hablar con el presidente sirio.
Han sido también numerosas las entrevistas internacionales a Muamar el Gaddafi, personaje complejo que en sus 42 años de dictadura en Libia pasó de terrorista a amigo, y otra vez a terrorista. El calificativo depende de a quién vendes tu petróleo y de a quién compras las armas.¿Qué periodista se hubiera negado a hablar con Hitler y Stalin, o con Osama Bin Laden? A este último lo entrevistó Robert Fisk, gran reportero británico experto en Oriente Próximo y en el mundo musulmán. El problema con los dos primeros habría sido salir vivos del envite porque los dictadores suelen tener poco sentido del humor. Preguntas sobre sus crímenes hubieran sido poco pertinentes. El periodista de ABC Antonio Azpeitua, que era un seudónimo, fue un adelantado: entrevistó a Hitler en 1923 en Berlín, antes de que iniciara su carrera criminal.
Muchos de los que se han escandalizado por la aparición de Arnaldo Otegui en TVE no se atreverían a equiparar sus delitos a los Francisco Franco, a quien les cuesta llamar dictador. Franco tenía también una entrevista, como la tendría el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salman, siempre y cuando no se realice en un consulado de su país. Saber cómo piensa la persona a la que se considera el cerebro del asesinato y descuartizamiento del disidente Jamar Khashoggi tiene un claro interés; conocer qué siente por los muertos de Yemen o los de Siria, conflictos en los que no es inocente, también.
Ana Pastor entrevistó hace años a Ahmanideyad en Teherán, que no salió bien parado. Poner al entrevistado a la defensiva como hacía Tim Sebastian –el amigo de Borrell– en Hard Talk de la BBC, es capital. Nuestro trabajo consiste en explorar las contradicciones de los mensajes. Ya lo dijo Orwell: “Noticia es aquello que se pretende ocultar; lo demás son relaciones públicas."
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