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El pueblo rencoroso con el PSOE

No ha vuelto a haber un alcalde socialista desde que los vecinos echaron en 1990 a Lois Pena por subir la contribución hasta un 500%

Diego Fonseca Rodríguez
La Casa da Xuventude de Cangas do Morrazo, que antes era el Ayuntamiento, en la calle Real.
La Casa da Xuventude de Cangas do Morrazo, que antes era el Ayuntamiento, en la calle Real.ÓSCAR CORRAL

Cangas do Morrazo fue el primer pueblo de España en el que tuvo que intervenir una gestora municipal desde que al país volvió la democracia. En esta localidad costera de Pontevedra de 26.500 habitantes, los vecinos se echaron a la calle en junio de 1989 e hicieron guardias durante diez meses para que el alcalde, el socialista Lois Pena, no pisara el concello. Su pecado fue subir unos meses antes el impuesto de la contribución urbana (el IBI) hasta un 500%.

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Los lugareños nunca se lo perdonaron. Tampoco la oposición, que se unió entera, desde el PP hasta los independentistas de la Fronte Popular Galega, para que el regidor no volviese a mandar en Cangas. Y eso que dos años antes había conseguido la mayoría absoluta más abultada lograda nunca en este pueblo en democracia: 13 concejales de 21. Mi abuela, que todavía hoy tiene en casa varias pelotas de goma usadas por la Guardia Civil en las cargas contra los vecinos para tratar de despejar el Ayuntamiento, cuenta siempre la misma historia: “Lois metió el agua en el pueblo, hizo muchas cosas buenas, y lo querían un montón. Aún hoy podía seguir de alcalde si no hubiera subido la contribución…”.

En el entierro de su exmujer, que se suicidó con una sobredosis de barbitúricos en plena crisis municipal, los vecinos se presentaron para llamarle asesino y otras tantas lindezas y el sepelio terminó a pedradas y puñetazos. “A veces temo por mi vida, pero no voy a claudicar”, llegó a decir Pena a EL PAÍS. Pero claudicó: en abril de 1990, tras diez meses en los que los vecinos le impidieron entrar en el concello, el alcalde dimitió y se formó una gestora con un independentista al frente. Fue una experiencia pionera en democracia, la primera vez desde la muerte de Franco que sucedía algo así en uno de los más de 8.100 ayuntamientos que hay en España.

30 años después, Lois Pena vive en Vilaboa, otra localidad de Pontevedra, y aún le escuece la historia. “No me interesa nada lo que pase en Cangas. No quiero hablar del tema”, responde por teléfono. Desde que él se fue han cambiado muchas cosas en este pueblo pesquero que en verano se llena de turistas por su localización privilegiada en las Rías Baixas frente a las islas Cíes —es el tercer municipio de España con más playas—, pero aún gobierna un tripartito de izquierdas, liderado por Alternativa Canguesa de Esquerdas (ACE). Según las encuestas –y aunque el 28-A ganó el PSOE–, ACE volverá a revalidar su mandato este 26-M, esta vez con el BNG y los socialistas como muletas. Este —y el de oposición—ha sido el pírrico papel del PSOE en el concello desde que Pena, que padecía una deformación en el rostro desde la infancia que le engrandeció las bochechas (mejillas, en castellano), desperdició con la subida del IBI la mayoría absoluta más amplia lograda por un alcalde en Cangas. Bien lo podía haber intuido cuando hace tres décadas miles de vecinos le coreaban frente al Ayuntamiento: “¡Bochechón, baixa a contribución!".

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Sobre la firma

Diego Fonseca Rodríguez
Es redactor en la sección de Deportes de EL PAÍS, en donde ha estado en otras secciones. Antes trabajó en Efe, Cadena SER, ABC y Faro de Vigo. Es licenciado en Periodismo por la USC, Máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo EL PAÍS. En 2021 obtuvo el Premio Lilí Álvarez de Periodismo.

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