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Los socialistas temen que la euforia lleve a la desmovilización

La guerra de la derecha beneficia a los socialistas mucho más de lo esperado. Pero las cosas van tan bien que el gran riesgo es la abstención si se da por hecha la victoria, como en Andalucía

Pedro Sánchez y Susana Díaz, durante un acto del PSOE en Jaén. En vídeo, declaraciones de Sánchez.Vídeo: FRANCIS J. CANO (europa press) | EP
Carlos E. Cué

En el PSOE no salen de su asombro. La caótica campaña del centro derecha, con guerras diarias entre los tres aspirantes al liderazgo de ese bloque y meteduras de pata constantes, les está dejando un espacio enorme. En el Gobierno están descolocados. El escenario es tan bueno que surge el vértigo: ¿y si todo se pone tan claro que hay una desmovilización de la izquierda como en Andalucía? Los socialistas casi están deseando que alguna encuesta de que la derecha sí puede sumar, para bajar la euforia y mantener la movilización. Una participación por debajo del 70% podría ser letal para el bloque de centro izquierda.

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Por eso, mientras en la derecha vuelan los cuchillos, PSOE y Podemos parecen tener una especie de entente cordial para movilizar cada uno en su espacio. “Les estamos dejando pista libre. Ellos son muy importantes para pasar del 70% que necesitamos”, explican en la cúpula de la campaña socialista. Podemos competirá abiertamente con Vox y Ciudadanos por esos escaños clave en las provincias de tres, cuatro y cinco. El regreso de Pablo Iglesias les ha devuelto al juego, pero no niegan que lo tienen muy difícil. “Nos han sucedido todas las desgracias posibles. Seguramente hemos perdido un voto clave, el de los padres que votaban arrastrados por sus hijos que se habían pasado a Podemos. Pero hemos entrado bien en la precampaña. Ahora hay que reconectar con el electorado. Los debates serán muy importantes”, señalan en la dirección de Podemos. Sánchez es el que menos tiene que ganar en ellos, y por eso no está claro si aceptará muchos. Todo indica que no, aunque la decisión no está tomada.

El giro es tan espectacular que algunos aún no se lo acaban de creer. Hace solo tres años, el PSOE se libró del sorpasso de Podemos por menos de 400.000 votos. Ahora podría triplicarle en escaños. Hace solo un año parecía imposible que volviera al Gobierno. Ahora puede tener hasta dos opciones para seguir en él.

Lo que más inquieta en el PSOE y el Gobierno es precisamente que se instale la idea de que está hecho. Pero para evitarlo cuentan con dos aliados. Uno: después de las elecciones andaluzas, nadie se cree las encuestas. Dos: la campaña de la derecha parece diseñada para movilizar a la izquierda. No solo por meteduras de pata como la de Adolfo Suárez Illana con el aborto, sino sobre todo porque Pablo Casado y Albert Rivera hablan ya abiertamente de coalición y bromean con los ministerios que les tocaría a cada uno.

Un miembro del Gobierno, tan estupefacto como todos ante unas ayudas de los rivales que no esperaban, plantea un nuevo formato: el contramitin. En vez de salir Pedro Sánchez a hablar, se saca un vídeo con las cosas más estridentes de PP, Ciudadanos y Vox. “En bucle, como en El Intermedio”, bromea.

Y sin embargo, pese a la euforia, los que miran de verdad los números y temen el tradicional voto oculto de la derecha tienen claro que el bloque PP-Cs-Vox podría sumar y el gran resultado del PSOE no serviría para nada salvo la cuestión interna: Sánchez, con un grupo parlamentario monolítico y sus rivales en horas bajas, podría seguir sin problemas al frente del partido. Incluso los más críticos con el presidente admiten que eso ya no está en cuestión. “Sánchez ahora mismo podría nombrar senador a su caballo, como Calígula, y no pasaría nada”, bromea uno de ellos para resumir el enorme poder que acumula.

En el PP están muy inquietos ante una campaña que en privado algunos critican como caótica, pero los fieles a Casado explican que él no tiene muchas opciones porque necesita parar a Vox, y eso le saca constantemente de su eje. De hecho, creen que lo están consiguiendo. Dirigentes de la cúpula del PP y de Ciudadanos, además de varios encuestadores consultados, coinciden: los datos señalan que Vox se estaría frenando por debajo del 12%. Este dato es clave, porque a partir de ahí los escaños se multiplican exponencialmente. “No es lo mismo el coste para Ciudadanos de un Vox con 20 escaños que dé apoyo externo a un pacto PP-Ciudadanos, como en Andalucía, que un Vox con 40 diputados que exija tomar decisiones. Aún así, como en Andalucía, ellos no tienen margen para no apoyar un Gobierno PP-Cs y darle el poder a Sánchez”, señala un dirigente naranja.

Nadie se fía de Vox. Sus actos se desbordan, los sociólogos ven en sus votantes una convicción enorme. El PSOE y ellos son los únicos que suben en las encuestas y logran esos actos arrebatados que tanto gustan a los líderes aunque no tienen por qué traducirse en votos.

Sánchez sigue una campaña diseñada al milímetro, pensada hace meses, en la que apenas hay espacio para el riesgo. El presidente evita a la prensa en sus actos y no entra a las polémicas del día. Los problemas vienen por los dirigentes que se salen del guion, como Miquel Iceta. Pero ni siquiera la crisis catalana parece esta vez capaz de complicar en serio la campaña de Sánchez.

Bastaba acudir a dos importantes citas del PSOE y el PP esta semana para ver el contraste. El miércoles, los socialistas presentaron 110 medidas del programa en un acto controlado, con dos docenas de banderas de España y de la UE como fondo, y un guion estricto del presidente para no decir una palabra de nada que no fuera su programa, también pensado para evitar estridencias.

El PSOE va por delante y tiene el poder. Prefiere no arriesgar. Son los aspirantes los que tienen que jugársela. El jueves, Casado presentó a los candidatos en Madrid con un acto al aire libre en la Puerta de Alcalá donde sí admitió preguntas y se centró en su pelea con Rivera por esa posible coalición tras las elecciones. Algunos en el PP se desesperan con esta fórmula de Casado, que siempre atiende a la prensa y habla de todo. “Todavía no tenemos un líder, tenemos un portavoz”, resume uno de los que le apoyan. “Pero no es fácil. Está intentado recuperar una marca hundida. Solo lleva nueve meses, y nada de lo que pasó estaba previsto: no íbamos a perder el poder con una moción de censura, ni íbamos a hacer primarias, ni iba a dejar de presentarse Feijóo, ni iba a ganar Casado, ni iba a haber elecciones tan pronto. Solo él y Aznar pueden frenar a Vox, pero es difícil, es algo amorfo, es un sentimiento, la gente quiere votarles como autoafirmación. Da igual qué candidatos tengan”, se desespera.

Nada está escrito, con cinco partidos en liza por primera vez en la historia todo se mueve cada día. Y ese 30% de indecisos cambiará en la última semana, con los debates y los imprevistos de campaña. “Todavía estamos en los aperitivos de la boda. Lo bueno llega después de Semana Santa”, resume un estratega del PSOE. Los socialistas son favoritos, pero no pueden confiarse. El riesgo de morir de éxito está siempre encima de la mesa en unas elecciones imprevisibles.

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