¿Por qué declararon culpable a Pablo Ibar?
Las claves detrás de un veredicto que echa por tierra las expectativas de salir libre del español, acusado de un triple asesinato en Florida
El caso de los crímenes de Miramar, del que un jurado declaró el sábado culpable al español-estadounidense Pablo Ibar, es largo y extremadamente complejo. El veredicto, que admite apelación, cayó como un mazazo sobre el acusado y su familia. Lo que sigue son los hechos y las claves sobre los que pudo construirse:
1. Los hechos
La madrugada del 27 de junio de 1994, tras una noche de fiesta, el empresario nocturno Casimir Sucharski regresó a su casa en la localidad de Miramar, al norte de Miami, acompañado por dos mujeres, Sharon Anderson y Marie Rogers. De pronto, irrumpieron en el domicilio dos individuos que golpearon salvajemente y asesinaron a tiros a Sucharski y a sus dos acompañantes. Así lo recoge la grabación de una de las diversas videocámaras que Sucharski tenía instaladas en la vivienda, escondidas, y que usaba por seguridad y para grabar de incógnito sus encuentros sexuales. Del vídeo que recoge el asalto, de escasa calidad, se extrajo el retrato de uno de los asaltantes que, tras los asesinatos, se quitó la camiseta que cubría su rostro y se limpió con ella el sudor. La imagen se distribuyó por las comisarías locales. Dos semanas después, llegó a manos del detective que había arrestado días antes a Pablo Ibar, por su asistencia a unos amigos que habían realizado un asalto a otro domicilio, una acción de similares características (pero diferente desenlace) a la que acabó con el asesinato de Sucharski, Anderson y Rogers. El detective consideró que el rostro de la imagen distribuida era el de Ibar. “Te tengo”, le dijo.
2. Los antecedentes
En el año 2000, Pablo Ibar fue condenado a muerte por el triple homicidio de Miramar. También recibió la pena máxima Seth Peñalver (que acabó en libertad tras su propio proceso de apelaciones que concluyó en 2012). El análisis de ADN realizado en la camiseta que se ve en el vídeo, hallada en el exterior de la casa, excluía a Ibar. Había, en cambio, un amplio rastro genético de otro varón desconocido. Las principales pruebas por las que se le condenó fueron el propio vídeo y la declaración de un testigo, que dijo haber visto a Pablo Ibar y a otro individuo huyendo del lugar del crimen en el coche de Sucharski. En el juicio, Ibar contó con una defensa muy deficiente: el abogado que se le asignó acabó en una aparatosa espiral autodestructiva. La sentencia se recurrió. El testimonio del testigo y el proceso por el que identificó al acusado, mediante fotografías y una rueda de reconocimiento muy irregular, fueron duramente criticados por la defensa. El largo proceso de apelación concluyó en el Tribunal Superior de Florida, que en 2016 declaró el juicio nulo por la deficiente defensa del acusado y porque consideró que las pruebas por las que se le acusó fueron “escasas y endebles”.
3. El arranque
El nuevo juicio comenzó el pasado 1 de octubre y la fiscalía volvió a pedir la pena máxima para Ibar. Después de que dos jueces solicitaran retirarse del caso, se presentó voluntario el juez Dennis Bailey. La defensa trató de recusarlo, sin éxito, por considerar que no era imparcial debido a una serie de supuestas conexiones personales con la fiscalía y con el propio caso. Se procedió a elegir el jurado, cuya composición tampoco fue del agrado de la defensa. En esta ocasión Ibar sí contó con una defensa solvente, a cargo del equipo del abogado Benjamin Waxman. La fiscalía rescató para el caso a Chuck Morton, que se encontraba ya jubilado, y que había representado al Estado en el primer juicio. Al final del nuevo juicio, Morton realizó una intervención demoledora, teatral y de enorme dramatismo, en la que imploró al jurado, señalando a Ibar, que no permitiesen “salirse con la suya a este asesino”, lo que llevó incluso a la defensa a solicitar la anulación del juicio por una supuesta extralimitación del fiscal.
4. El juicio
Los miembros del jurado solo pueden formar su veredicto, que debe ser unánime, atendiendo a los hechos, testimonios y pruebas aportados por las partes durante el juicio. Se les prohíbe informarse por su cuenta, vía prensa o Internet, y hablar entre ellos del caso fuera de la sala de deliberaciones. El juez determina, en función de lo que considera relevante para llegar a un veredicto justo, lo que pudo o no sacarse a relucir por las partes durante el juicio. Por ejemplo, no se les permitió saber a los miembros del jurado que Peñalver había salido libre. Tampoco que Ibar había sido detenido, poco antes, en el marco de un caso parecido.
5. La estrategia de la defensa
Se basó en tratar de desmontar minuciosamente las pruebas aportadas por la fiscalía, que esencialmente eran las mismas que el Tribunal Superior había considerado “escasas y débiles”, aunque con algún añadido relevante. Contaba con importantes bazas, como el testimonio de un respetado experto internacional en reconocimiento facial, que se trajo desde Reino Unido, y que niega que el rostro del vídeo se corresponda con el del acusado. Renunció la defensa a llamar a testificar a Tanya Quiñones, esposa de Pablo Ibar (se casaron en la cárcel en 1997), que constituye la principal coartada del acusado. Quiñones, entonces una adolescente, llevaba unos meses saliendo con Ibar cuando este fue arrestado. Y asegura que pasaron juntos, en casa de sus padres, la noche en que se perpetró el triple asesinato. Una hermana de Tanya afirma que los vio durmiendo juntos esa mañana. Llamarla a testificar, a lo que ella estaba dispuesta, entrañaba ciertos riesgos, como que la fiscalía, en su turno, la llevara a alguna inconsistencia en el relato de unos hechos ocurridos hace 24 años.
6. La estrategia de la fiscalía
El Estado recurrió básicamente a las mismas pruebas que en el primer juicio, con una importante novedad. Aportó por sorpresa los resultados de un nuevo análisis genético de la camiseta, realizado con una nueva tecnología. Al contrario que los dos anteriores análisis, este sí arroja una coincidencia con el ADN de Ibar, en una superficie muy pequeña, a pesar de que el grueso del ADN localizado en las cinco zonas analizadas sigue correspondiendo a la aportación de un varón desconocido.
7. El ADN
La defensa trató de restar valor a la nueva prueba genética, mediante tres vías. Primero, atacando la fiabilidad de la nueva tecnología empleada, cuyo uso aseguraron que no está admitido de manera generalizada. Segundo, alegando que el hecho de que solo haya aparecido rastro del ADN de Ibar en una superficie minúscula de la camiseta no concuerda con lo que se ve en el vídeo, en el que el asesino la lleva cubriéndole la cara mientras golpea y dispara a las víctimas y se seca con ella el sudor. La camiseta, defienden, debería estar llena de restos de ADN (sudor, saliva) y lo está, solo que no es el de Ibar. Por último, la defensa trató de poner en evidencia la deficiente custodia de las pruebas, que pudo haber permitido una contaminación a posteriori con el ADN de Ibar en algún momento de estos 24 años. Logró demostrar que la prenda llegó a los expertos dentro de un sobre abierto, en contacto con otros objetos y que el cuidado en general de las pruebas, durante todos estos años, dejó mucho que desear: aportó un vídeo en el que se ve cómo el propio fiscal manipula una prueba. Aún así, lo cierto es que una prueba genética de la camiseta aporta una coincidencia (aunque sea pequeña y de origen y fiabilidad discutibles) con el ADN de Ibar. Así lo defendieron los expertos de la fiscalía.
8. El desenlace
El jurado no está obligado a argumentar su veredicto: solo debía responder con un “culpable” o “no culpable” a los seis cargos, entre ellos tres homicidios en primer grado, de los que terminó acusando a Ibar. Por eso es imposible saber qué ha pesado más en su toma de decisión. El hecho de que, tras el primer día de deliberación, solicitaran volver a ver el vídeo del crimen y escuchar de nuevo la transcripción de tres testimonios puede ofrecer pistas sobre los aspectos sobre los que pudo haber dudas o desacuerdos iniciales. Pidieron que se les leyera el testimonio de Huma Nasir, experta en ADN de la fiscalía; el de un joven que convivía en aquella época con el acusado y cuyos zapatos, según la fiscalía, dejaban unas huellas que coinciden con las halladas en el lugar del crimen; y la declaración del genetista Allan Jamieson, experto de la defensa que rechaza la validez de la última prueba de ADN. Finalmente, los miembros del jurado dijeron que no les hacía falta volver a escuchar esta última, cuya lectura estaba prevista para la mañana del sábado. En su lugar, cuando regresaron el sábado para volver a deliberar, comunicaron a un juez que ya tenían un veredicto unánime: culpable.
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