Los últimos de Sierra Maestra
Tres octogenarios que hicieron la revolución con Fidel Castro siguen casi 60 años después en la cúpula del poder en Cuba
De los guerrilleros que bajaron desde las colinas de Sierra Maestra para acabar con la dictadura de Fulgencio Batista y hacerse con el poder en Cuba en 1959, esta primavera, cuando por primera vez desde 1976 ocupa la presidencia del país un cubano que no se apellida Castro —Miguel Díaz-Canel—, quedan solo tres octogenarios jerarcas en los puestos más altos del Estado comunista.
Raúl Modesto Castro Ruz
El menor de los Castro, el general Raúl (Birán, 1931), cumplirá el 3 de junio 87 años. El 19 de abril, cedió la presidencia después de 12 años en el cargo, pero se mantiene en el sillón más poderoso del país: el de primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC). Por mandato constitucional, el partido es la instancia superior, por encima incluso de la jefatura del Estado. Por ello, Raúl Castro, sin ser ya presidente, sigue siendo el número uno.
Castro fue desde los años de insurgencia en la sierra la mano derecha de Fidel. Sin el talento político de su hermano, pero dotado de un mayor sentido de la organización, se convirtió durante medio siglo en el encargado de las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia. En 2006, Fidel Castro dejó la presidencia por enfermedad y Raúl pasó al primer plano político. Desde entonces, puso en marcha una serie de reformas de apertura al mercado para evitar la debacle del sistema, limitadas por los corsés ideológicos del régimen, pero notables viniendo de un comunista convencido desde su primera juventud.
Su mayor hito fue el deshielo con EE UU y la visita a Cuba del presidente Barack Obama, a quien acogió con evidente satisfacción. Seguirá hasta 2021 al frente del partido si la salud lo acompaña. Por entonces, tendrá 90 años y se supone que se retirará del todo a la tranquilidad del Oriente cubano, su tierra natal, donde de niño soñaba con criar gallos de pelea.
José Ramón Machado Ventura
Guardián de la ortodoxia comunista, Machado Ventura (Vueltas, 1930), quien cumplirá 88 años el 30 de octubre, dejó el 19 de abril la vicepresidencia de los consejos de Estado y de Ministros, pero conserva su poderosísimo puesto de segundo secretario del Partido Comunista de Cuba. Raúl Castro estará por encima de él en la formación y tendrá la última palabra, pero si el general sigue haciendo como en los últimos años, delegará el día a día de la organización en Machado, considerado el hacedor de reyes burocráticos del PCC por su poder para nombrar, por ejemplo, secretarios del partido en las provincias —y, por ende, potenciales miembros de la cúpula del régimen, como ocurrió con Díaz-Canel—.
Médico de formación, en Cuba se le conoce como Machadito, aunque el diminutivo no casa con su supuesto carácter severo. En Sierra Maestra estuvo a las órdenes del Che y fue ministro de Salud entre 1960 y 1967. Hoy encarna a la línea dura, aunque se prevé que acate las eventuales medidas aperturistas de la pareja que formarán Díaz-Canel, de 58 años, como presidente y su mentor Raúl Castro como jefe del partido.
Ramiro Valdés Menéndez
Puño de hierro del régimen, Valdés (Artemisa, 1932), durante décadas cerebro de la Seguridad del Estado o G-2, celebrará su 86º cumpleaños el 28 de abril. Se esperaba que en este cambio de Gobierno dejase sus funciones, pero se mantiene como vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros. El historial de servicio de Valdés es prolijo y se remonta a 1953, cuando participó en el asalto al Cuartel Moncada. Fue uno de los contados supervivientes del desembarco en el yate Granma en 1956 y durante la insurgencia contra el régimen de Batista fue segundo jefe de la columna del Che.
Con título de comandante de la revolución, fue ministro del Interior entre 1961 y 1968 y de nuevo de 1979 a 1985. Hombre de la máxima confianza de Fidel y de Raúl, en 1997 fue el encargado de viajar a Bolivia a recoger los restos de Guevara.
La pasada década, fue una pieza clave de una de las operaciones más ambiciosas del castrismo: la conexión de su aparato de inteligencia con el de la Venezuela de Hugo Chávez para ayudar a Caracas en el control político a cambio, principalmente, de petróleo y divisas para La Habana. Adusto, parco en palabras y de hablar pausado, siempre de perilla leninista, Valdés, cofre de secretos del régimen, permanece vigilante.
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