Madres albañiles para un colegio
200 voluntarios participan en el proyecto de construcción de un comedor en Dos Hermanas
“Mamá, ¡yo de mayor quiero construir como tú!”, le ha dicho Diego, de tres años, a su madre después de verla montar vigas y cerchas, coger una taladradora y subirse a los andamios para preparar las estructuras de lo que será el comedor de su colegio, en el Centro Escolar Europa, situado en una barriada de Dos Hermanas (Sevilla). Hasta el momento, los menores comen en tres turnos en la biblioteca. Pero cansadas de esta situación y la falta de alternativas de las Administraciones, las madres encontraron una solución al problema en el estudio Recetas Urbanas, liderado por el arquitecto sevillano Santiago Cirugeda, experto en hacer partícipe a la ciudadanía de las infraestructuras: un proyecto de autoconstrucción, con ventanas recicladas, materiales reutilizados y un contenedor de 12 metros transportado desde Algeciras se levanta a un lado del patio.
“Hemos sido nosotras las que hemos coordinado a las Administraciones para que nos permitieran hacer este comedor. Conseguimos las licencias, todos los permisos y el Ayuntamiento de Dos Hermanas nos concedió 140.000 euros para ejecutarlo, menos de la mitad de lo que costaría un proyecto convencional”, apunta la madre de Diego, María Romero, una ingeniera de caminos impulsora de la iniciativa y que forma parte de los más de 200 voluntarios que en los tres primeros meses de la obra han pasado por la instalación para colaborar. Entre ellos, vecinos, abuelos y estudiantes en prácticas de Reino Unido, Grecia y otras 20 nacionalidades distintas. “Es una obra fundamental para el alumnado, y es crucial la colaboración de los padres y otros voluntarios para abaratarla”, detalla el director del centro, Ramón Sánchez.
Cirugeda, ganador de los premios Fellowship de la Royal Institute of British Architects y el Global Award for Sustainable Architecture, supervisa la obra dejando a la vez libertad de decisión a las madres. “El proyecto cumple a la perfección la normativa del código técnico. Lo estamos haciendo en esta ocasión con todas las garantías de plazos, permisos. Es el primero que se hace de estas características en Andalucía”, apunta Cirugeda, que normalmente realiza proyectos al límite de la legalidad ante la burocracia administrativa o los abusos en el sector de la construcción. Habla mientras quita un bote de cola del sol, lo pone a la sombra, y va explicando en alto que el pegamento debe mantenerse protegido.
“Estamos aprendiendo muchísimo, y la convivencia es increíble, pero con lo que me quedo es con la lección para los niños. Saber que si quieren, se puede cambiar las cosas. Que no nos quedamos con el no inicial”, comenta María José Pérez, una de las madres. Su hija Alejandra, de 10 años, está contenta. “Es mejor que el otro, además podremos usarlo todos juntos y no hacer cola y esperar tanto para comer”, dice la chica.
Los menores también se involucran en la construcción de su nuevo espacio. De momento, han encolado vigas y han realizado murales con los restos de los materiales utilizados que serán colocados de decoración. “Los chicos vienen siempre supervisados por sus padres. La forma de gestionar la obra es mediante un seguro colectivo de voluntarios, para mayores de 18 años, por eso puede pasar por aquí cualquier persona, hasta un cupo de 25, que es lo que se cubre”, apunta Alice Attout, también arquitecta de Recetas Urbanas, que avanza que la obra estará terminada para la próxima primavera.
“Los sistemas constructivos son fáciles, para que no generen frustración en los colaboradores”, señala Cirugeda, que matiza que la cimentación, la fontanería, la electricidad y el sistema de protección contra incendios se encarga a profesionales mediante licitaciones. “Este es un proyecto absolutamente exportable, y de hecho, es un test para la ciudadanía y para el sistema. Está planteado por gente que está dispuesta a resolver los problemas de la Administración”, considera convencido Cirugeda.
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