Estamos todos tranquilísimos
El traslado forzoso de la realidad emprendido por el PP deja un argumentario para hombres capaces: ellos son las víctimas
En su entrevista en El Hormiguero Mariano Rajoy dijo que en cuanto leyó la noticia de las grabaciones de su ministro de Interior, lo llamó inmediatamente. Lo primero que le dijo Jorge Fernández Díaz fue que la conversación con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña se produjo hace dos años, como si aquello fuese una justificación que sólo entendiesen ellos (“nos poníamos de todo, recuerda”). Poco después, en la misma entrevista, Rajoy dijo que dudaba de que la grabación fuese “real”. Había hablado con el ministro, el ministro había hablado con todos los medios, pero Rajoy seguía teniendo la mosca detrás de la oreja. “Dice que es él, pero qué quiere que le diga: ese hombre también condecoró a una virgen”.
En el momento en que Rajoy salía en El Hormiguero se emitía el clásico Buscando el fuego, de Jean Jacques Annaud, en C+Decine. La película cuenta la historia de seres primitivos que lloran al descubrir el fuego y alucinan cuando se enteran de que se puede hacer el amor de frente. En Antena 3 Rajoy hablaba del caso Fernández Díaz y unas cadenas más allá, en el Plus, se encontraba la audiencia a la que se estaba dirigiendo. “Yo estoy muy tranquilo y él también está muy tranquilo”, dijo como si se estuviese acercando lentamente a un mamut.
La noticia que Rajoy leyó en Público a las ocho de la tarde también valió para algo más: el presidente se enteró de que existía una Oficina Antifraude en Cataluña. En una segunda lectura le pareció entender que había una comunidad autónoma llamada Cataluña, y no sólo eso: en ella vivía gente que se quería separar de España. Juntando todos los datos pudo haber adivinado a qué obedecía la polémica: su Gobierno manejaba las instituciones del Estado en su propio interés para socavar una opción política. Eran patriotas españoles con tanto ahínco que hasta el director de esa Oficina, después de decir que ha destruido el sistema sanitario catalán, implora al ministro: “Que tengo familia”. A lo que el ministro, pragmático, debió haber respondido: “Pues que no enferme”.
El traslado forzoso de la realidad emprendido por el PP deja un argumentario para hombres capaces: las víctimas no son aquellos a los que se llama a investigar desde el Gobierno, afinando fiscalías, sino el propio Gobierno. Fernández Díaz, mártir por defecto, no contempla otro escenario que el calvario: “Soy una víctima”, ha dicho. Es conocido que con cada filtración sobre la oposición el Gobierno ha reaccionado siempre preguntando por qué se produce y emprende una investigación inmediata. Hace de eso el leit motiv con tanta suerte que las pesquisas acaban pronto: salen del mismo despacho que lo investiga. De ahí que el ministro de Interior se haya puesto a buscar ahora debajo de sus sillones. Los mismos sillones que asistieron a la reacción de Fernández Díaz cuando reunió a sus asesores para preparar su comparecencia tras la tormenta del encuentro con Rodrigo Rato con el fin, según él, de hablar de “amenazas tuiteras”: “Tendré que echarle en cara al PSOE”, dijo en esa reunión nada más entrar, “lo de la cal viva”.
La felicidad de Rajoy en El Hormiguero, intimando con Trancas y Barrancas el día en que se descubre que su Gobierno sacrifica los medios por el fin -lo que resuena de fondo es el “yo soy español, español” del director de la Oficina Antifraude-, obedece a una estrategia de segunda mano según la cual la verdad es patrimonio del partido. De este modo el debate se desplaza a la filtración, y en último caso al desafío: si no se dimite es para no darle alegrías a alguno, ni siquiera por responsabilidad. No es casual, dicen, que se produzca la filtración antes de las elecciones, pero sí es casual (“es muy habitual”) que las sugerencias del Gobierno se produzcan un mes después de la Diada y otro antes de la consulta ilegal. Es una vergüenza que Monedero avise de que lleva en las listas a jueces y fiscales para ordenar detenciones, pero “es muy habitual” que el Gobierno lo intente.
Así, todavía produce escándalo que un organismo público, TVE, no quiera contar que el Gobierno utiliza los organismos públicos a su favor, como si eso fuese compatible. Y cuando un informativo marginado, La 2 Noticias, se sale del radar, se produce este diálogo real que lleva en sí mismo la penitencia de un Gobierno arruinado moralmente, incapaz de sostener su dignidad.
-Vamos a meter el total del mitin de Pedro Sánchez en el que habla de la falta de independencia de RTVE.
-No lo veo. RTVE no está entre las preocupaciones de los españoles según el CIS.
-Venezuela tampoco.
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