José Ignacio Wert deja el Gobierno sin el favor del electorado
Se marcha del ministerio sin cuadrar pactos en educación y dejando un profundo malestar con la subida del IVA en el ámbito cultural
Solo hace un mes que optó por el perfil bajo. El ministro saliente de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert (Madrid, 1950), redujo al mínimo sus comparecencias públicas después de que el 18 de mayo EL PAÍS publicara que quería irse. El presidente del Gobierno sopesaba enviarlo a París de embajador de España ante la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Su salida era un secreto a voces en el Ministerio, tanto como el origen de una partida que La Moncloa acabó confirmando este jueves pasadas las diez de la noche.
Su actual pareja, la exsecretaria de Estado de Educación Montserrat Gomendio, abandonó el departamento en mayo para incorporarse a la OCDE como directora general adjunta de Educación. Ambos se conocieron en el Ministerio —él la fichó como número dos— y entablaron una relación personal que a veces ha resultado incómoda a sus colaboradores y que en los últimos días ha sido criticada en el seno del PP porque el ministro abandona el barco en uno de los momentos más complicados. Wert y Gomendio se casarán el próximo 11 de julio.
La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE, bautizada ley Wert a su pesar) llegará a parte de las aulas de Secundaria y Bachillerato en septiembre tras un vuelco electoral que ha dejado al PP en minoría en los Gobiernos regionales. Los Ejecutivos autonómicos en manos de la izquierda, con el PSOE al frente, arman estos días un muro de resistencia a una reforma educativa que no quieren aplicar.
El rechazo se fraguó en sus inicios cuando la mayoría de la oposición parlamentaria firmó derogar esta norma que resucita las reválidas, blinda los conciertos de los colegios que segregan por sexos y otorga peso académico a la asignatura de Religión.
Wert se marcha como llegó: envuelto en la polémica tanto en la negociación política como en la calle. Este sociólogo y licenciado en Derecho ha figurado entre los ministros con peores notas en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), donde llegó a cosechar la peor puntuación de la democracia. Sublevó a los rectores, que le plantaron apenas un día después de la huelga educativa de 2012 por negarse a negociar con ellos los recortes.
El ministro saliente, de verbo afilado y erudito, ha protagonizado múltiples enfrentamientos con Cataluña, el último de ellos a principios del pasado mayo. En una charla informal con periodistas comparó el trato al castellano en las escuelas catalanas con el recibido por el catalán “en otras épocas”, en referencia al franquismo.
Sus desencuentros con Cataluña han sido constantes. En octubre de 2012, incendió el Congreso de los Diputados al aludir, en plena precampaña electoral catalana, a que el interés de su Gobierno era “españolizar a los niños catalanes” para que se sientan “tan orgullosos de ser catalanes como de ser españoles”. Sonadas han sido también sus severos ajustes en política de becas. En noviembre de 2013, con el curso ya en marcha y los alumnos Erasmus en sus países de destino, el Ministerio decidió retirar la parte estatal de estas ayudas europeas. Ahí consiguió enfadar también a Bruselas y el ministerio tuvo que rectificar en cuestión de horas.
El anuncio del aumento del IVA cultural del 8% al 21% tuvo reproches hasta del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Ante las críticas de los primeros días, hizo una declaración al más puro estilo Wert: “Los anuncios del Apocalipsis son prematuros”. El mundo del cine, en especial, no se lo ha perdonado.
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