La caída de la discípula de Paesa
Tras veinte años nadando en las aguas más turbias la sobrina del exespía ingresa en prisión
Veinte años ha tardado en caer el primer miembro de Paesa & Compañía, una sociedad familiar cuyos tres miembros—Francisco y sus sobrinos y discípulos Beatriz y Alfonso— acostumbran a caminar por el filo de una navaja. Los GAL, el botín de Luis Roldán, ex director de la Guardia Civil y una larga lista de turbios negocios en África y paraísos fiscales de todo el planeta jalonan el vidrioso currículo del clan.
Beatriz García Paesa, de 48 años, lloró el miércoles cuando agentes de la policía luxemburguesa la detuvieron en su apartamento de la tranquila avenida de la Petrusse, a cinco minutos a pie del centro financiero del Gran Ducado, un país de 474.000 habitantes y 2.585 kilómetros cuadrados que gracias al secreto bancario ha conseguido que sus depósitos representen 20 veces la riqueza del Estado.
Uno de esos depósitos, 41 millones de euros en el Dexia Banque Internationales de Luxemburgo a nombre de la sociedad JLP Financial Management y sin razón comercial alguna fue la pista que en 2013 despertó la curiosidad de la Policía y condujo hasta el pequeño despacho de Beatriz en el Boulevar Royal, en el corazón de la ciudad. El país en el que se refugió junto a su tío y su hermano Alfonso tras su participación en la ocultación del botín de Roldán en 1994 se ha convertido dos décadas después en su propia celda. Una celda en la moderna cárcel de Schrassig donde cumplirá hoy su quinta noche antes de ser trasladada mañana en avión a Madrid para declarar ante el juez Pablo Ruz en la Audiencia Nacional.
Una compleja investigación internacional dirigida por la Guardia Civil concluye que en el despacho de la sobrina del exespía Paesa se construyó un complejo entramado para blanquear en varios paraísos fiscales—desde Singapur hasta Islas Caimán— el dinero de un contrato de 152 millones de material policial firmado entre una UTE española formada por Cueto Group International y Defex SA, una empresa pública de la SEPI. El Gobierno de Angola pagó la totalidad del contrato y el material se entregó, pero solo 35 millones fueron abonados por la UTE a las empresas proveedoras. El resto, con márgenes que llegaron al 300 por ciento, se lo apropiaron directivos de esas compañías junto a funcionarios públicos angoleños.
Casi nadie conoce su agitado pasado en Luxemburgo
Con Beatriz han sido detenidas otras nueve personas en España. Les acusan de blanqueo, cohecho, delito fiscal y organización criminal. El juez Ruz ha ordenado el ingreso en prisión sin fianza de José Ignacio Encinas, presidente de Defex SA, y de otros tres detenidos.
Veinticuatro horas después de su detención el Colegio de Jóvenes Abogados de Luxemburgo— una reputada institución que acoge a 1.400 letrados del Gran Ducado— elegía vicepresidente a Benjamín Bodig, un joven profesional que se acaba de asociar con Beatriz. Se presentan como García & Bodig, ya que ni antes ni ahora Beatriz exhibe el apellido de su madre, ex jefa de biblioteca en el Congreso de los Diputados. Una funcionaria que hace años insertó en este periódico una esquela en la que se anunció la muerte su hermano Francisco en Tailandia, otra treta más de la familia, entonces para escapar de las garras del juez suizo Paul Perraudin que le perseguia por blanqueo.
Casi nadie en la tranquila y discreta Luxemburgo conoce el pasado de la sobrina de Paesa. Durante veinte años ha tenido un gran celo en ocultar su pasado pese a que celebraba fiestas privadas en su casa con algunos miembros de la reducida comunidad española. Beatriz pertenece a la comisión internacional del Colegio de Abogados, asiste a sus reuniones y participa en las regatas que se organizan cada año en Francia. En el último congreso celebrado hace pocas semanas mantuvo una animada conversación con su presidenta Rosario Grasso, según aseguran varios testigos. “Nadie podría imaginar que esta mujer ha estado implicada en las historias que usted me cuenta”, afirma sorprendido un letrado. Francois Prum, un letrado del Gran Ducado, se ha hecho cargo de su defensa.
La investigan en varias causas en los juzgados del Gran Ducado
Beatriz lleva desde los 21 años metida en numerosos charcos: en los noventa el juez Perradudin la definió como “testaferro y colaboradora” de su tío en la ocultación del botín de 10 millones de Roldán que nunca han aparecido; participó en la entrega de 1,8 millones que el Ministerio del Interior pagó a Paesa por engañar a Roldán y hacerle volver de su fuga; administra junto con su tío, de 78 años, turbios e inconfesables negocios que en ocasiones terminan en los tribunales: el último la estafa al magnate ruso y antiguo agente del KGB Alexandr Lébedev, de 54 años, al que Paesa prometió abrir un banco en Bahréin, archipiélago de 33 islas en el Golfo Pérsico. En la operación financiera desaparecieron 10 millones de dólares que supuestamente el exespía estafó a Lébedev, según la denuncia presentada por este último.
Durante años su paradero y actividades fueron un enigmama, el mismo que el de su hermano Alfonso y su tío Francisco. Hasta la Navidad de 2011 cuando un redactor de EL PAÍS la abordó en el primer piso de la confitería Namur, en el número 2 de la calle Bitbourg, a escasos metros de su despacho en Luxemburgo.“Soy abogada fiscalista y solo quiero hacer mi trabajo. No sé nada de mi hermano, no sé nada de mí tío”, afirmó entonces nerviosa y alterada. Meses antes la policía había registrado su despacho por la estafa a Lébedev un caso en el que el nombre de Beatriz apareció avalando a su tío. “Inexplicablemente la investigación está parada”, se queja Arnaud Schmitt, el abogado luxemburgués del magnate ruso. El juez Stephane Maas que investiga el caso lleva tres años sin comunicar al denunciante el desarrollo de la investigación.
El año pasado García apareció envuelta en el mayor escándalo de la historia reciente de Luxemburgo: las escuchas del servicio secreto luxemburgués SREL al gran duque Henri y al primer ministro Jean Claude Juncker. Los agentes Roger Mandé, ex chófer y hombre de confianza del ahora candidato a presidir la Comisión de la Unión Europea, y André Kemmer la abordaron en una playa de Sudáfrica. Los dos “electrones libres” intentaban localizar el dinero del magnate ruso en una extraña operación nunca aclarada.
investigación@elpais.es
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