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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Todo cambia, menos la política

Gobierno y PP, acosados por las encuestas, se tiran al cuello del PSOE

Carlos E. Cué

El hemiciclo del Congreso de los Diputados tiene una especie de microclima endémico. No siempre lo que ocurre en la calle llega hasta la Cámara. En el momento de mayor intensidad del 15-M, por ejemplo, apenas se hablaba de ese asunto en las Cortes. Hace solo dos semanas, en el peor momento de la crisis de deuda, una sesión de control en el Senado con Mariano Rajoy circuló por otros derroteros —el traslado del Guernica a Euskadi, la reforma laboral o el estado autonómico—. Ayer volvió a pasar.

La economía española vive un momento dramático, todos los ojos de la prensa y los analistas internacionales se han puesto en Madrid. Fuera de la carrera de San Jerónimo, casi todo está cambiando. Nada es lo que era hace unos meses. Ya se habla abiertamente de intervención de España, se recorta la Sanidad —dejando fuera por primera vez a los inmigrantes irregulares— y la Educación. Se altera por completo la regulación del mercado laboral. Se suben impuestos y tasas, se aprueba una amnistía fiscal. Además, España está ya en una recesión que se antoja profunda. Se prevén seis millones de parados. Todo está trastocado, el país se parece muy poco al que era hace solo dos años.

Y sin embargo, en la Cámara las cosas no cambian tanto. El debate más importante hasta el momento, el de los Presupuestos, se concentró en una imposible batalla dialéctica para saber quién mintió, quién sabía, quién asume la responsabilidad política de los recortes. Una guerra sin cuartel entre PP y PSOE que sigue cada día, a pesar de que, por primera vez en mucho tiempo, no hay elecciones a la vista. El cambio más importante es que ahora es el PP quien pide al PSOE que arrime el hombro, lo mismo que los socialistas le reclamaban hace solo dos años a los populares.

Cristóbal Montoro, un hombre de partido que fue ministro pero se ha curtido mucho en la oposición, renunció al habitual tono anodino de los anteriores responsables de Hacienda —Elena Salgado y Pedro Solbes— para apostar por un discurso muy político. El Gobierno y el PP, acosados por el desgaste, han decidido salir al contrataque, esto es, contra el PSOE. Tratan de que Alfredo Pérez Rubalcaba asuma, al menos en parte, el coste de las medidas que está tomando el Ejecutivo.

Desde el primer minuto de su discurso, Montoro se dedicó a eso con eficacia, para satisfacción general de su bancada. Era evidente que había muchos mensajes para el exterior, en especial la amenaza de intervenir comunidades autónomas. Pero no era eso lo que le gustaba a su bancada, ni lo que concentraba sus palabras.

Lo más importante para él parecía insistir en que todo es culpa de Zapatero y Rubalcaba. “España está en una situación crítica por un Gobierno anterior, no por lo que ha hecho este, que solo lleva tres meses”, decía Montoro mientras pedía apoyo al PSOE. Y el candidato socialista le contestaba “quién le ha visto y quién le ve, señor Montoro, si yo sacara el diario de sesiones, ¡madre mía!”.

Montoro no quiso hablar de los recortes en Sanidad y Educación. Es el debate que está en la calle y en los medios, pero como no está en los Presupuestos, no entró. Cosas del Congreso.

Como si la campaña no hubiera acabado, Montoro volvió al ataque contra Andalucía, sacó la trayectoria de Rubalcaba en los 90 y hasta su actitud durante el 11-M.

La más clara evidencia de ese bucle es el debate sobre el déficit de 2011. Cuatro meses después, el Gobierno sigue con la retahíla —clave en su estrategia política para achacar los recortes al Ejecutivo anterior— y Rubalcaba sigue negándolo: “Nadie les engañó, simplemente se cayeron los ingresos, como en Holanda o en el Reino Unido”.

Pero el gran debate de fondo, el que está instalado en toda Europa sobre la posibilidad de que la política de austeridad a ultranza mate a España y otros países, no entró de lleno en el Congreso. Lo trató de introducir Rubalcaba, con la idea de que si gana François Hollande tal vez se relaje la presión que Europa mete a España. Es un debate muy instalado dentro del Ejecutivo, buena parte de los ministros desean incluso la victoria de Hollande. Pero Montoro, públicamente, no podía decirlo y evitó el asunto. “El futuro de España, en estos momentos, está en manos de la izquierda francesa”, dijo Rubalcaba. Y la única respuesta que recibió fue la de un diputado del PP que gritó: “¡Pues estamos aviaos!”.

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